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sábado, noviembre 23, 2024

A 37 años de la deportación de don Augusto Roa Bastos

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Un hecho que debe ser recordado para reflexionar sobre la importancia de la tolerancia en la convivencia democrática.

 

En abril de 1982, el ya consagrado escritor compatriota Augusto Roa Bastos había llegado al Paraguay con la intención de inscribir en el Registro Civil a su hijo Francisco, fruto de su unión con la académica franco-española Iris Giménez.

El exilio de Roa Bastos comenzó a finales de la década de 1940, a raíz de un editorial sumamente crítico con el entonces presidente de facto, general Higinio Morínigo, para el diario “El País”, en el que ejercía funciones de Secretario de Redacción. También sumó a este hecho la mala relación entre el escritor y el político colorado Natalicio González.

Tras muchos años de trabajo en Argentina, donde se consagró con la publicación de “Yo el Supremo” en junio de 1974, se vio forzado a abandonar también ese país en 1976, luego del golpe de Estado de Rafael Videla. Entonces, Roa aceptó una cátedra de literatura hispanoamericana que le ofreció la Universidad de Toulouse (Francia) y se refugió en tierra gala.

Cuando nació el primero de sus hijos con Iris, y habiéndose debilitado en algo la dictadura stronista, Roa se animó a retornar al país. Sin embargo, el autoritarismo aún arreciaba, y la dialéctica amigo-enemigo del régimen sólo se pudo resolver con el apresamiento y la expulsión del territorio nacional de don Augusto, a quien también se privó de su nacionalidad y pasaporte paraguayos.

Según el tenebroso Ministerio del Interior de la época, las supuestas ideas marxistas del escritor lo tornaban inhábil para pisar y habitar el suelo que lo vio nacer. Los mismos argumentos esgrimidos contra otros grandes de la cultura paraguaya, como José Asunción Flores y Herminio Giménez.

El día de hoy, pues, debería ser propicio para reflexionar sobre la importancia de tolerarnos para asegurar una convivencia democrática que supere antagonismos estériles, violencia política, inestabilidad, ingobernabilidad y, sobre todo, descalificación entre paraguayos por nuestras convicciones, políticas o no. Un Paraguay libre debe conceder espacio para acoger a todos sus hijos, sean cuales fueren sus creencias, religiones u orígenes étnicos. Este día debería constituirse en un canto a la diversidad de nuestra cultura.

 

*Foto de portada: Jesús Ruíz Nestosa

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