El prestigioso diario “The New York Times” investigó los 11.000 tuits del presidente desde que asumió la presidencia de su país: ataques políticos, racismo, conspiraciones, autoelogios y hasta halagos a dictadores conforman su compleja “política” comunicacional.
El presidente de los Estados Unidos es uno de los políticos del mundo con más seguidores en las redes sociales. Solamente en Twitter, cuenta con 66.700.000 seguidores. Lejos, muy lejos de los humildes 18.100.000 de fans con que cuenta el papa Francisco en su perfil oficial de la misma red.
Hasta allí todo es relativamente comprensible, Estados Unidos es el país más poderoso del mundo, y es normal que su líder político tenga gran ascendencia en el público. Pero la cuestión es ¿cómo las usa? ¿qué dice en y a través de ella? El prestigioso diario The New York Times se ha tomado la molestia de investigar recientemente la cuestión, arrojando sorprendentes resultados.
Según la nota, publicada este mismo mes, desde que asumió la Presidencia y hasta comienzos del presente mes de noviembre, Donald Trump emitió 5.889 tuits atacando a alguien o a algo; otros 2.026 fueron para elogiarse a sí mismo, 1.710 para promover conspiraciones, 233 para atacar a todas las naciones y 132 para elogiar a dictadores.
“Casi la mitad de los más de 11.000 tuits del presidente son ataques, contra todo y todos, desde la investigación sobre Rusia a la Reserva Federal, hasta a los jugadores negros de fútbol americano y el fundador de Amazon, Jeff Bezos”, refiere la investigación del periódico estadounidense.
Otras de las características del mandatario “tuitero”: no interactúa con sus seguidores, ni siquiera los sigue; la mayoría de los mensajes son emitidos por la mañana, sin pasar por ningún tipo de asesor; utiliza iPhone y sus ataques terminaron fomentando al extremismo fundamentalista.
Credibilidad
Al parecer, la realidad es que el mandatario norteamericano sufre de una suerte de impulsividad que en poco colabora para transmitir una imagen de reflexión, madurez y procesamiento de los hechos, a fin de expresarse sobre los mismos con mesura y algo de distancia.
“Él necesita tuitear así como nosotros necesitamos comer”, dijo Kellyanne Conway, asesora de la Casa Blanca.
Sin embargo, más allá del debate, sí existe una certeza: el presidente estadounidense ha sabido utilizar Twitter como un arma política en favor de sus intereses.
Una de los peores efectos de la impulsividad del mandatario estadounidense en la citada red social es que compromete la credibilidad y la seriedad de la política exterior norteamericana. Cuando el mandatario dice cosas tales como que desea “comprar” Groenlandia, o que el dictador de Corea del Norte es una persona adorable, el Departamento de Estado siente que los resultados de dichas declaraciones sólo son comparables a los efectos de un misil.