El lamentable hecho ocurrió en la ciudad balnearea de Villa Gesell (Argentina). A la salida de un local bailable, un grupo de jugadores de rugby atacó a golpes hasta matar a un joven hijo de padres paraguayos. Al ser detenidos por la policía, se complotaron para acusar a un chico que todos conocían pero que no había ido de vacaciones con ellos.
La madrugada del 18 de enero fue trágica para la ciudad de Villa Gesell (Provincia de Buenos Aires, Argentina). A la salida del boliche «Le Brique» diez jóvenes, de entre 18 y 20 años, atacaron a golpes a Fernando Báez Sosa, un chico de 18 años estudiante de derecho. La golpiza brutal que le propinaron los deportistas terminó con su vida.
Según cuentan los testigos, dentro de la disco surgió un altercado entre Fernando, un amigo de él y los rugbistas, quienes superaban ampliamente en número y corpulencia a la víctima. Los guardias de seguridad intervinieron y los expulsaron del lugar.
Ya afuera de «Le Brique», la trifulca se dispersó y Fernando bajó la guardia. Fue en ese momento en que los 10 pendencieros le fueron a buscar y -como se dice vulgarmente- lo molieron a golpes. Ni siquiera pararon cuando ya estaba en el piso, completamente inerme. Luego, los 10 asesinos se retiraron, dejándole a Fernando tirado e inconsciente.
Una chica que presenció la feroz golpiza intentó reanimarle, dándole palabras de aliento e intentando hacerle reanimación cardio-pulmonar. Fue inútil: Báez Sosa perdió la vida. De acuerdo a la autopsia, la causa de muerte fue un fuerte traumatismo de cráneo.
El joven asesinado por los rugbiers era el único hijo de una pareja de paraguayos, Graciela Sosa y Silvino Báez, los dos de Carapeguá. Ahora, ellos están devastados y piden justicia por su hijo.
Hasta aquí la historia es suficientemente trágica, pero como si fuera poco, todo se ensombreció aun más desde que se conoció que los 10 «patoteros» oriundos de Zárate (Provincia de Buenos Aires) se complotaron para incriminar a un inocente, el practicante de remo Pablo Ventura, otro vecino de Zárate.
Cuando los agentes policiales fueron a buscarles a la casa en la que estaban veraneando, les preguntaron a los deportistas a quién pertenecía un zapato ensangrentado. «A Pablo», respondieron de manera coordinada.
El fiscal del caso enseguida labró una orden de detención contra Pablo Ventura, de 21 años y practicante de remo, quien fue aprehendido sin resistirse. Luego de pasar 48 hs. privado de su libertad, su padre proporcionó las pruebas que permitieron liberarlo. Nunca había salido de su Zárate natal, y el viernes a la noche había estado cenando en un restaurante adonde había cámaras que registraron su presencia.
Otra prueba que fue determinante fue el video de las cámaras de seguridad del local bailable, adonde puede verse que Ventura no participó de la paliza mortal.
De acuerdo al testimonio del padre del injustamente acusado, José María Ventura, siempre que estos rugbiers «metían la pata», acusaban a Pablo, «para hacerle una broma». Esta vez lo involucraron en una pesadilla.