Paranaländer realiza un pequeño ensayo sobre la «filosofía del horror», su relación con el satanismo y sus expresiones en la literatura.
Por: Paranaländer
El filósofo norteamericano Eugene Thacker desarrolla una filosofía del horror a partir de ideas como lo negro del black metal y el satanismo como puertas hacia otra dimensión, Lovecraft y sus discépolos tanto escritores como cineastas (Ligotti, Merhige) que van por un camino distinto, el de disolver el limite entre dimensión natural y dimensión sobrenatural, y, finalmente, el manga Uzumaki de Junji Ito, donde ya no hay separación entre naturaleza y arte, vigilia y horror…
De todas estas conexiones surge algo, a saber, la asociación del black metal con el satanismo y la figura del diablo. De hecho, parecería que esta ecuación es un determinante del black metal: negro = satanismo. Evidentemente se trata de una reducción, a la que volveremos más adelante.
Para empezar, sin embargo, tendremos que tener en cuenta la complicada historia de la traducción y la terminología, ya que el término satanás o ha-satanás pasa de la Biblia hebrea (en la que designa a una divinidad angelical que pone a prueba la fe de un individuo), al griego koiné de la Septuaginta, hasta la vulgata latina del Antiguo Testamento, incluso antes de aparecer en los Evangelios, donde a menudo se representa a Satanás como una figura maligna opuesta al dios monoteísta más que a la humanidad per se. En varios momentos de la larga historia del cristianismo, al diablo – como antagonista universal de Dios y la humanidad – se le han dado diferentes nombres, de los cuales Satanás es solo uno entre muchos; y es con esta figura que lo más probable es que se identifique el «negro» en el black metal.
Si asumimos que el «negro» del black metal es sinónimo de satánico, entonces vemos cómo es el emblema de una estructura conceptual fundada en la oposición (en su versión medieval «herética») y en la inversión (la variante «poética» del siglo XIX). En esta asociación también podemos encontrar una cierta relación con el mundo natural y con las fuerzas sobrenaturales, como medios por los cuales se efectúan la oposición y la inversión. El «negro», en este caso, representaría casi una técnica o tecnología oscura.
Escritores de principios del siglo XX como H.P. Lovecraft nos ofrecen una imagen bastante diferente, mucho más amenazante. «From Elsewhere», un cuento de Lovecraft publicado en 1934 en la revista pulp Fantasy Fan, lleva el círculo mágico tecnológico en una dirección muy diferente. En lugar de funcionar como una entrada o un portal a otra dimensión, un modo todavía vinculado al círculo mágico tradicional, los personajes de Lovecraft construyen un círculo mágico cuya función es disolver el límite entre lo natural y lo sobrenatural, entre la cuarta dimensión y la dimensión sobredimensionada, entre el mundo revelado y el mundo oculto.
Este desvanecimiento de la frontera entre lo natural y lo sobrenatural también se puede encontrar en las obras de autores contemporáneos influenciados por Lovecraft como Thomas Ligotti y China Miéville, y en cineastas como Elias Merhige. En la historia de Lovecraft nos enfrentamos a un círculo mágico «sustractivo» que, al retirarse al fondo, aplana extrañamente todas las dimensiones en una.
Una tercera transformación, en la que el círculo mágico se extiende por todo el mundo, es el tema principal del manga Uzumaki de Junji Ito. Apareciendo por primera vez en la década de 1990 en las páginas de Weekly Big Comic Spirits, Uzumaki cuenta la historia de un pequeño pueblo de Japón perseguido por el símbolo de la espiral. La espiral aparece por primera vez como una obsesión de varios habitantes de la ciudad, uno de los cuales, el señor Saito, comienza a ver espirales por todas partes: en el caparazón de un caracol, en el remolino de agua de un río, en el humo del incienso, en alfarería artesanal, en diseños de tapices, incluso en los pasteles de pescado de su sopa udon.
Como confiesa emocionado a un amigo: «Encuentro que la espiral es realmente una figura mística […]. Me llena de una profunda fascinación como […] nada en la naturaleza […] ninguna otra forma”. En un intento desesperado por lograr una unión mística con la espiral, el propio cuerpo de Saito sufre una metamorfosis en espiral. Sus ojos giran en direcciones opuestas (para ver el mundo entero como una espiral …), su lengua se retuerce como una espiral, todo su cuerpo se dobla y riza, convirtiéndose en una espiral gigante de carne.
La «obsesión por la espiral» se vuelve así contagiosa, extendiéndose entre los habitantes del pueblo; pero, lo que es más importante, su forma comienza a manifestarse de maneras extrañas y antinaturales: en la cremación de Saito, las cenizas y el humo se elevan hacia el cielo creando una espiral oscura y amenazante en la que rostros fantasmales apenas discernibles parecen flotar. En la siguiente escena, los ciudadanos descubren una hierba en espiral en las colinas, y luego nubes, barro, arcilla de río en forma de espiral, etc.
Lo que comenzó como una obsesión psicológica subjetiva se convierte rápidamente en una manifestación objetiva en el mundo. En uno de los episodios, un alfarero se da cuenta de que la arcilla con la que trabaja parece imbuida de habilidades sobrenaturales, pudiendo dar forma a grotescas composiciones en forma de espiral, con insinuaciones de rostros horripilantes e inquietantes que parecen acechar las profundidades de la arcilla en sí. En la naturaleza (en el río, en el cielo, en el barro) y en el arte (en cerámica y vajilla, en el diseño de tapices) la espiral se manifiesta tanto en la forma del mundo como en el mundo mismo.