Paranaländer hoy escribe sobre Leyenda Guaraní (1885) de José de la Cruz Ayala, alias Alón. Se presenta la visión anarquizante del autor, así como sus sueños de una destrucción de los partidos tradicionales: el colorado y el liberal.
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Por: Paranaländer
El periodista, profesor de Historia romana, Medieval y Moderna del Colegio Nacional de la Capital (antes de cumplir 21 años), político (fundador del Centro Democrático), José de la Cruz Ayala, alias Alón, escribió una Leyenda Guaraní en 1885, y lo leyó en el Ateneo Paraguayo que se acababa de fundar apenas un par de años atrás.
Es una versión satírica, politizada, antes que hispanizante (según sus críticos purista-nativistas) de la realidad paraguaya de entonces, usando libremente como metáfora las leyendas de carau, urutaú y el mito del ypuru (diluvio universal). Sueña con un diluvio nimuendijuano (el tigre azul declara el inicio del mbae meguã que destruye el yvy tenonde), o cadoganiano (retorno del tiempo nuevo y la destrucción del tiempo viejo cada vez que florece el lapacho) para que el yvy pyau resurja, y, a la vez, nuevo orden social.
El mito del ypuru es yuxtapuesto con dos leyendas de pájaros, carau y urutaú. Tapaicua y su hijo Carau son vecinos del reino hermano de Guaran y de su hija Urutaú, de vidas disolutas, que el diluvio borrará del mapa, dejando en la punta de dos palmas a Tapaicua y su esposa, y a los primos enamorados metamorfoseados en dos pájaros lastimeros…Esos dos reinos consanguíneos evidentemente aluden a los dos partidos políticos tradicionales del Paraguay, colorado y liberal…Y su destrucción es el sueño anarquista de la única pieza literaria del periodista Alón, muerto románticamente en edad juvenil, a los 28 años.
Esa sed destructiva de Alón lo coloca como un precursor de Nimuendaju, que con su noción de creación y destrucción del mundo entre los guaraníes es una especie de Bakunin de la antropología (“El futuro es de la destrucción”, “La belleza de la destrucción”). Recordemos que Alón es supuestamente traductor a partir de la versión franxute de Cousin de la Critica de la razón pura, donde Kant barre con todos los paralogismos y sofismas de la razón, atravesando lo fenoménico intuye lo nouménico, es decir, su tarea es abrirse paso entre las apariencias (especie de mitos y leyendas) hasta alcanzar a concebir el yvy marane’ỹ de la filosofía, su asiento fuera de nuestras cabezas, es decir, la realidad en sí y auténtica.
¿Cuán guaraníes son estos pájaros del guahú y jahe’o? Consultando El Libro de los Seres Alados (2008) de Daniel Samoilovich, leemos que: “Entre los cainguases existe la creencia de que cazando con cimbra un carau y revoleándolo vivo de una pata se le hace llorar, recogiendo las lágrimas en una hoja y colocándola dentro del chiripá o taparrabo de la mujer, ésta llorará por el amante o marido durante su ausencia”.
“Los indios del norte y este de brasileños consideraban a muchos pájaros, nuestro urutaú entre ellos, como nuncio de Satanás, o sea, de Jurupari. Por esa razón se los llamaba uyra Jurupari, esto es, ‘pájaros del demonio’: el Diablo acostumbraba anunciarse por medio de ellos, en calidad de heraldos, para llegar luego rodeado de un aterrador cortejo de lechuzas y tingazúes”.
“El primero que oye su canto en la noche de un viernes muere a los dos meses y pierde el alma, que recoge el diablo. Si quiere salvarse, deberá apresar un urutaú y encerrarlo en un cuarto. Durante una semana, justo a la medianoche, se hará presente el diablo a reclamar a su protegido. Se le pide entonces que renuncie a llevarse a su víctima, a cambio de la devolución del ave, diciendo: ’Yo lo mío, tú lo tuyo’. El diablo aceptará la propuesta en la séptima noche y ala amanecer se abre la ventana para que salga el urutaú y se quema incienso en la habitación”.