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sábado, abril 19, 2025

Libros al azar de César Aira

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Derian Passaglia escribe sobre cuatro libros del célebre escritor argentino César Aira: La nueva vida, Margarita, Actos de caridad y Fragmentos de un diario de los alpes.

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Por: Derian Passaglia

La vida nueva (2006)

Si están pensando en acercarse a la obra de Aira por primera vez, no empiecen por esta novela. La vida nueva es para el que ya tiene leídas cinco, o diez, porque cinco son muy pocas, o veinte, porque con diez uno todavía no se decide si quererlo o matarlo. Es una novela absolutamente indisociable del autor, y no solo porque el narrador lleve el mismo apellido que Aira, sino porque pareciera que su nombre, que no se menciona (estrategia literaria o no), fuera el mismo que el de la tapa: César.

La vida nueva plantea entonces una pregunta finamente irónica, que puede remitir al género de ciencia ficción, como si Aira, ahora el autor, tomara del género solamente un elemento, el «¿qué hubiera pasado si…?». Puede pensarse también dentro del ciclo de novelas de inciación airanas (pienso en El tilo, la reciente Pinceladas musicales), ambientadas sobre todo en Coronel Pringles. Pero acá el recuerdo no aparece asociado a la infancia sino a la iniciación de la escritura y de la transformación de la vida por una vida de escritor, al parecer no más excitante que cualquier otra para este narrador que ya parece tener sus años y vive de los «negocios».

Así, este narrador llamado Aira en algún punto de la historia conocida (César Aira como escritor consagrado) se disocia de su autor. En ese hueco que deja el movimiento se cuenta esta historia. Una primera publicación, un primer libro, está siendo preparado por el mítico editor Achával, que en la vida real fue editor del CEAL y que publicó grandes textos hoy clásicos; en La vida nueva parece ser un buen tipo, de clase media, de izquierda, que lleva adelante un emprendimiento propio en la publicación de autores nóveles tantos como textos de moda para la época, como psicología, feminismo, etc, que le dan de comer.

La gran primera publicación de Aira se va espaciando por diversos motivos y dan forma a la novela entera. Pasa uno y dos, después cinco, diez, veinte, treinta años y el Aira futuro escritor sigue esperando entre olvidos, entre una cosa y la otra en la que se entretiene con las obligaciones, la familia, como en un relato kafkiano contado con la memoria de Proust. La novela sigue el derrotero de las «fechas ilusorias» que las editoriales chicas ponen para la aparición de los libros, siempre alejada de la realidad y poco concretas, según el narrador.

La novela se posterga y el paso de los años transforma a La vida nueva en un leitmotiv. El hilo temporal que se sigue es el de la publicación que no llega, que tiene problemas de costos, que las imprentas cierran, que la cola que se usa para pegar es de industria nacional y no sirve, porque los libros se despegan. Hay una idea de Borges, del Borges de “Borges y yo” pero bien escrita, resuelta con maestría en su forma: la vida doble, la del sujeto autor/escritor y la del hombre privado, sea imaginaria esta o no. Quizá ahí estuvo el error de Borges, tal vez por eso «Borges y yo» es tan torpe: la idea ocupaba 75 páginas y debería haberse imaginado no como un aburrido lector en su vida privada plagado de oro y tigres sino como un hombre común dedicado al negocia y a la vida capitalista, integrado a la sociedad, con amigos que «eran ricos».

Hacia el final, el narrador se entrega a un juego pornográfico de superposición de realidades donde responde una entrevista imaginaria con un periodista que le pregunta sobre qué hubiera sido en el caso de que no hubiera sido escritor. La respuesta le permite a Aira seguir imaginándose a sí mismo al infinito: «ni siquiera en la suposición de no serlo, podía dejar de ser[lo]». La vida nueva es un poco la definición que da Aira en entrevistas sobre sus propias novelas como «juguetes literarios para adultos», pero también es el narrador que hace «un relato sinóptico» sobre una carrera literaria que se basó en un equívoco de suposiciones entre un editor y un autor novel.

En los créditos de la última hoja hay una clave, se necesita llegar al final para conocerla y no es spoiler: «La Vida Nueva, de César Aira, se terminó de imprimir en la ciudad de Buenos Aires el 23 de febrero de 2019, celebrando los setenta años del nacimiento del autor». Larga vida al César.

 Margarita (2013)

Aira se da el gusto de escribir un poema melancólico a la adolescencia. Es el Aira que recuerda a Pringles, un narrador proustiano que parte de un recuerdo de iniciación literaria pero que, sin darse cuenta, llega a lugares inesperados: una prima lejana que parece haber sido un primer amor platónico, días de campo veraniegos en familia, la omnipresente pampa argentina en la que se traman, también sin quererlo, historias políticas de un país en pleno conflicto de algo grande. Cuises, lechuzas, arroyos y capillas; peones de estancia con labios leporinos, abuelas que se enorgullecen del nieto que lee pero que en privado piensan otra cosa, el atardecer mítico al lado de un arroyo, un tío politizado y misterioso, las primeras lecturas.

Todo eso hay en esta novela, aunque no lo parezca. Me resulta gracioso que visité Saldungaray (sí, hay un pueblo que se llama así en la provincia de Buenos Aires) el verano pasado, en otra época, en un mundo muy distinto al que vivimos hoy. Poco más de mil habitantes tiene. Dentro del partido es el pueblo considerado pobre, en el que viven los borrachos. Ese día fuimos a visitar El fortín Pavón, el orgullo del pueblo, la única visita guiada que se puede hacer en el lugar.

Más allá de los pastizales y los cerros, a lo lejos, no había mucho más. Casas a medio construir, una secretaría de turismo atendido por una señora contenta de recibir por fin una visita. Antes de que el guía terminara con su discurso bien estudiado (era un gran docente de historia que explicaba con pasión su tema, se notaba la reverencia a su lugar y los antepasados), el cielo se puso negro. De un momento a otro se largó a llover, y nos fuimos. Este libro me recordó ese viaje. En parte esta novela se ambienta en Saldungaray. Está escrita con amor y se lee con una sonrisa.

Actos de caridad (2014)

A la manera de los exemplum medievales, Aira crea un verdadero juguete narrativo donde estiliza al máximo de sus posibilidades una pequeña idea: ¿qué pasaría si un sacerdote, de repente, cobra conciencia de que sus actos de caridad hacia los pobres son en realidad un motivo egoísta de ascenso a la santidad? Las cincuenta y ocho páginas de este relato son la hipotética respuesta a esta pregunta: no le falta ni le sobra una coma. Narrativamente, con la historia del sacerdote egoísta como ejemplo de los «actos de caridad» en general, lo que tiene para decir César Aira es la forma.

Fragmentos de un diario en los Alpes (2002)

El Aira bueno.

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