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miércoles, noviembre 27, 2024

La felicidad múltiple de Glück

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Paranaländer escribe sobre Louise Glück (Nueva York, 1943), poetisa norteamericana galardonada este año con el Premio Nobel de literatura, convirtiéndose en la decimosexta mujer en recibir esta distinción.

Por: Paranaländer

Louise Glück (Nueva York, 1943) ganó el premio Nobel de literatura del año 2020. Nadie acertó en la encuesta de La Nación argentina. Como ejemplo de ombliguismo kurepa, pedían algunos por Aira, otros, cosmopolitas y famosos, por King o por algún rockero billonario. ¡Ni a lo premio!, como se dice en mi barrio. Lo seguro, el Nobel se creó para premiar yankees…

No tengo ningún libro en español de la flamante agraciada, limitado a leer algunos poemas en mi inglés de meteco virtual, lo que pueda decir será muy breve e insuficiente. Aunque tengo la teoría de que un poeta se puede aprehender en su totalidad tomando un par de versos al azar. Por ej., para mi Mallarmé está todo en: “La nada será mi Beatriz”. Y Baudelaire en “Embriagaos, embriagaos de artículos de Paranaländer, caña de guabirá, birra, yiyis, pero embriagaos día y noche” …Guillaume de Poitiers en “Escribiré un verso sobre absolutamente nada”. Entonces, si encontramos el tetragrámaton de Louise Glück obtendremos su esencia, su quintaesencia como poeta. Me juego que en el poema “Paisaje aborigen” podemos topetar con tal milagro.

PAISAJE ABORIGEN

Estás pisando a tu padre, dijo mi madre,/y de hecho estaba parado exactamente en el centro/

de un lecho de hierba, cortado tan cuidadosamente que podría haber sido/la tumba de mi padre, aunque no había ninguna piedra que lo dijera./Estás pisando a tu padre, repitió,/más fuerte esta vez, que me empezó a resultar extraño,/ya que ella misma estaba muerta; incluso el médico lo había admitido./Me moví ligeramente hacia un lado, hacia donde/mi padre terminó y mi madre comenzó./El cementerio estaba en silencio. El viento soplaba a través de los árboles;/podía escuchar, muy débilmente, sonidos de llantos a varias filas de distancia,/y más allá de eso, un perro llorando./Por fin, estos sonidos cesaron. Pasó por mi mente/que no recordaba haber sido conducido aquí/a lo que ahora parecía un cementerio, aunque podría haber sido/un cementerio solo en mi mente; tal vez fuera un parque, o /un jardín o una glorieta, perfumada, me di cuenta ahora, con el aroma de rosas …/douceur de vivre llenando el aire, la dulzura de vivir,/como dice el dicho. En algún momento,/se me ocurrió que estaba solo./¿Dónde se habían ido los demás,/mis primas y mi hermana, Caitlin y Abigail?/A estas alturas la luz se estaba apagando. ¿Dónde estaba el coche/esperando para llevarnos a casa?/Entonces comencé a buscar alguna alternativa, sentí/una impaciencia creciendo en mí, acercándose, diría, a la ansiedad./Finalmente, en la distancia, distinguí un pequeño tren,/se detuvo, al parecer, detrás de un follaje, el conductor/deteniéndose contra el marco de una puerta, fumando un cigarrillo./No me olvides, lloré corriendo ahora/sobre muchas parcelas, muchas madres y padres—/No me olvides, grité, cuando por fin lo alcancé./Señora, dijo, señalando las vías, seguro que te das cuenta de que este es el final, las pistas no van más lejos./Sus palabras fueron duras y, sin embargo, sus ojos fueron amables;/esto me animó a insistir más en mi caso./Pero vuelven, dije, y comenté/su robustez, como si tuvieran muchos beneficios por delante./Sabes, dijo, nuestro trabajo es difícil: enfrentamos/mucho dolor y desilusión./Me miró con creciente franqueza./Una vez fui como tú, añadió, enamorado de las turbulencias./Ahora le hablé como a un viejo amigo:/¿Qué hay de ti, dije, ya que él era libre de irse,/¿No tienes ganas de volver a casa?/volver a ver la ciudad?/Esta es mi casa, dijo. La ciudad, la ciudad es donde desaparezco.

Este poema me remitió al poema del tupinamba-tabajara del libro 1 capítulo 30 de los “Ensayos” de Montaigne. Allí, además de hacer un elogio de la mandioca, que es descrita como “coriandro confitado”, cuenta su conversación con los “caníbales”, ocurrida probablemente, según el biógrafo Philippe Desan, en Burdeos en 1565 (y no en Ruán en 1562 como señala el ensayista), donde fungía como concejal entonces. Ese poema dice: “Venid luego y comed de mí; que comeréis a la vez a mis padres y abuelos, los cuales sirvieron de alimento a mi cuerpo”. El paisaje aborigen, el cementerio, no sabemos si literal u onírico, del poema de la Nobel, también remite a esta ancestralidad, ya no del cuerpo sino de la tierra que pisa. El uno-múltiple del cuerpo tupinamba aquí se concentra en un paisaje cuya tierra esta nutrida de las cenizas de los antepasados, “pisando a mi padre y a mi madre”. La persona con quien conversa la poeta, el guardián del cementerio o conductor-psicopompo, suerte de cancerbero, quizá también sea un indio “enamorado de las turbulencias” igual que el indio brasilero (de la Francia Antártica) del ensayo de Montaigne.

Como nota marginal, un tal Clean Man John tiene una canción, el tercer track del disco duff (2014), llamada Louise Glück:

https://cleanmanjohn.bandcamp.com/album/duf

Imagen destacada: AP- The Guardian

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