Derian Passaglia escribe sobre el lugar central que ocupa la figura del anacronismo en la literatura. A partir de dicho tema repasa diferentes autores y los respectivos usos de la noción.
Por: Derian Passaglia
En Pierre Menard, autor del Quijote Borges ficcionalizó una técnica literaria que inventó él mismo, o que no sé de dónde sacó, eso va para otra nota, pero que ya había probado en un ensayo dedicado a Quevedo. En ese ensayo dice que Quevedo es equiparado a Luciano de Samosata (en realidad él los equipara), pero que hay una diferencia fundamental, que entiendo se debe a la intención con la que cada uno escribe. En su obra, Luciano de Samosata hace obra de polémica religiosa; Quevedo hace lo mismo, pero la diferencia es que al repetir ese ataque catorce siglos después éste se limita a señalar una tradición literaria. Borges prueba un argumento teórico que usa para un cuento. Pierre Menard, al repetir frase por frase, coma por coma, adjetivo por adjetivo, sustantivo por sustantivo, el Quijote, prueba la técnica del anacronismo deliberado en la literatura, inventado sin saber por Quevedo, que a su vez parte de la forma de un escritor griego del siglo II.
La técnica del anacronismo deliberado es una de las más productivas de la literatura argentina del siglo XX. Aira pone en boca de los indios discursos filosóficos, los hace hablar de los grandes temas, los civiliza. En Pierre Menard el anacronismo es estrictamente lingüístico, al reproducir la obra de Cervantes al pie de la letra está transponiendo un lenguaje de un tiempo arcaico a un tiempo presente. En ese desfasaje hay una novedad. Se trata de un pasado que vuelve porque todavía tiene algo que decir, no está muerto. Pero lo que tiene para decir no es algo sobre el pasado, o sí, pero no tanto, o más bien lo que dice sobre el pasado es la relación que entabla con el presente: una técnica literaria del pasado se vuelve tema presente. Aira es un posmoderno, un escritor pop, en su literatura el anacronismo deliberado es una técnica que proviene de Borges, pero también del collage de artistas surrealistas y de vanguardia, que yuxtaponen distintos elementos provenientes de distintos ámbitos. El anacronismo deliberado airano es antes que nada una imagen.
Otro que se divierte con los anacronismos es Laiseca. En las novelas del Conde lo anacrónico deliberado no es tanto la imagen como los comentarios fuera de lugar de un narrador enloquecido. Los mosquitos que rondan las páginas del antiguo Egipto obligan a los personajes cada dos por tres a ponerse “pelente”. Me acuerdo de una película que pasaban por cable en los noventa que estaba ambientada en la Edad Media. No sé por qué pienso ahora que es Army of Darkness, googleé un poquito, pero no estoy seguro. Lo único que me acuerdo es que había un personaje en plena Edad Media con zapatillas Nike. Utilizado de una forma grotesca, el anacronismo deliberado pasado de rosca puede transformarse en parodia de un género, en una burla sobre la historia misma, sobre lo que se cuenta, sobre el hecho de contar.
Más acá en el tiempo otro que usó el anacronismo deliberado fue Sergio Bizzio. La novela En esa época narra la construcción de la zanja de Alsina, famosa por ser un hecho sin precedentes en la historia Argentina, un esfuerzo por construir un foso a lo largo de la pampa que impidiera a los indios que pasaron para este lado, el lado civilizado. La zanja quedó inconclusa. El boludo de Saer se inspiró en este hecho para escribir un drama existencial alrededor de los indios después de leer un libro de Ebelot, uno de los ingenieros franceses que estuvieron a cargo de la construcción de la zanja. Saer no es un escritor moderno, es un existencialista bananero. Sergio Bizzio pone en boca de los indios puteadas, actualiza el lenguaje, los indios son actuales porque hablan como uno, sienten como uno, perciben como un contemporáneo.
En una de sus primeras novelas Pablo Katchadjian usa el anacronismo deliberado: los esclavos andan en moto de acá para allá. Como en Aira, el anacronismo deliberado es el de la imagen, aunque los problemas narrativos van por otro lado, a Katchadjian le interesan los grandes temas como la libertad, Dios, etcétera. Una linda manera de decir que el posmodernismo ya fue. Otra escritora que hace anacronismo deliberado es Gabriela Cabezón Cámara en su novela Las aventuras de la china Iron, pero a ella no la leí, y no tengo intenciones de hacerlo. Puede que su aporte a la técnica sea una cuestión con perspectiva de género.
Los poetas de los noventa también hacen uso del anacronismo deliberado aunque lo ignoren, porque odian a Borges, no les gusta, no lo leen. En la poesía de Daniel Durand conviven en un mismo poema expresiones en desuso, aparentemente viejas, preciosistas, como “obstinadas tertulias” con una lluvia de otoño que moja “los pantalones colgados / del alambre, están muy duros / debe haberles quedado mucho jabón”. Quizá sea una de las formas donde el recurso alcanza su punto de expresión lingüística mayor, se refina, porque una sola palabra, un verso, trastoca la estructura completa del poema y muestra el pasado, hace hablar al pasado en las palabras, lo llena de presente. Cucurto tiene un poema que se titula Con tu prosapia de negra jamaiquina, donde el linaje no es de la sangre real sino el de una inmigrante dominicana que llega a la Argentina en busca del gran sueño argentino: el ascenso social. La poesía de Alejandro Rubio es puro anacronismo deliberado. En el caso de estos poetas, lo que recuperan es el barroco de Lezama Lima, ese lenguaje de puros sonidos que muestra las palabras no por lo que dicen sino por el simple placer de la música castellana. Ignoran que Borges también se inspiró en otro barroco, Quevedo, al que más tarde, de viejo, odió.
Pienso en el anacronismo deliberado como una categoría del tiempo, una forma que tiene la literatura de hacer convivir a todos los tiempos, y que solo es posible recuperar en la escritura. En todos los casos fue usado intencionalmente, como un modo de producir un efecto determinado de lectura, pero que siempre roza la parodia, la ironía, la artificialidad de manera épica, consciente de que ese efecto produce un cambio de paradigma, ¿Qué pasaría si se le extrae la épica, la artificialidad, lo barroco del decir a la técnica literaria más revolucionaria de la literatura? ¿Qué quedaría? ¿Qué se puede leer al leer un tiempo, como el nuestro, en el que conviven todos los tiempos en una pantalla de celular?