Paranaländer reseña el libro de Alfredo Vara, La construcción guaraní de la realidad. Una interpretación psicoanalítica (1984, CEADUC) y focaliza su análisis en el concepto de amor en los guaraníes, como hecho social, dentro del ámbito de la reproducción.
Por: Paranaländer
Los guaraníes utilizan un mismo verbo para el acto de comer y de poseer sexualmente a la mujer, u es comer, beber/poseer en sentido sexual
Ortiz Mayans
La construcción guaraní de la realidad. Una interpretación psicoanalítica, de Alfredo Varas (h) (Asunción, CEADUC, 1984) prosigue las indagaciones freudianas del mundo guaraní iniciadas en los 60 por Nasim Yampey (Análisis de dos mitos sudamericanos: Kurupi y Yasy-yateré, CEADUC, 1969 y El mito de los gemelos en la cultura indoamericana, 1966). El libro es denso y muy rico en varias facetas pero decidimos centrarnos en un solo elemento, en este caso, el amor entre los guaraníes.
De entrada les digo, el guaraní no conoce el amor romántico, “dejando los hijos con la mujer, para unirse a otra” (Schaden, 1974). Entonces el matrimonio es un acontecimiento social, ligado a la subsistencia y a la procreación de los hijos.
La suegra materna es la más interesada en el matrimonio de su hija: indaga en la condición del candidato, sobre todo que sea guapo, esto es trabajador, nada de vagos como modelo de marido ideal en el mundo guaraní.
Entre los kayová y ñandeva, prohíben las relaciones sexuales prenupciales, bajo la creencia de que los felinos comen de preferencia a los hijos de solteras y adúlteras. ¡Háke yaguareté! Los mbyás, en cambio, son asiduos de las relaciones prenupciales, en una especie de matrimonio a prueba.
La ceremonia del casorio es nula según lo describe Bartolomé (1977): en caso de que los padres acepten al joven candidato (previo pago de gallina, frutos, etc.), se llama al shamán quien aconseja a la pareja sobre cómo debe llevar a cabo su vida futura, cumpliendo unas reglas simples como construir una vivienda, hacer una roza, llevarse bien, no cometer adulterio, etc.
El héroe cultural Kuarahy tiene un hermano menor secundario llamado Yasy, cuyas peripecias son casi siempre sexuales, y es quien origina tanto el adulterio como la menstruación según el mito. Según Cadogan (1959), el niño fruto del adulterio es castigado con la pena de no poder recibir nombre, es decir, “aquello que sostendrá erguido el fluir de su decir”, pena equivalente a una muerte prematura.
El ideal de la mujer guaraní es tener muchos hijos (Schaden, 1974). Los hijos nacen no por intermediación del semen y la cópula sino por mandato divino, la criatura es un enviado de los dioses. “El padre lo recibe en sueño, cuenta el sueño a la madre y ella queda grávida”. La criatura masculina es hijo del sueño del padre, la criatura femenina lo es de la madre.
Los niños “salen” a su abuelo, a su tío, a su padre, etc. Es decir, las almas que manda Ñanderu a los niños son las almas de sus antepasados.
Libros citados: Aspectos fundamentales de la cultura guaraní, Egon Schaden, 1974. Ayvu Rapyta, León Cadogan, 1959 Shamanismo y religión entre los avá-katú-eté, Miguel Alberto Bartolomé, 1977