La literatura no es solamente una perspectiva, sino también, y mejor, una forma de ver el mundo, una sensibilidad. Cambiar las formas es esencial para que la literatura siga siendo el arte más divertido de todos.
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Por: Derian Passaglia
Como suelo leer pocas novedades literarias, la mayoría de los libros del año para mí se publicaron en otro tiempo. La pandemia me dio más tiempo libre y por un rato, una vez, el capitalismo no me exprimió como una naranja olvidada en el cajón de la heladera. No juzgo la literatura por los géneros, y cualquier perspectiva que se adopte para leer debería revelar nuevas formas de un mismo objeto, y no sujetarlo a determinadas normas prescriptivas. Determinadas formas de leer la realidad se volvieron normativas, y esas formas se aplican para todo: una serie de Netflix, una novela, una película, un poema. La literatura no es solamente una perspectiva, sino también, y mejor, una forma de ver el mundo, una sensibilidad. Cambiar las formas es esencial para que la literatura siga siendo el arte más divertido de todos.
- Borges (Adolfo Bioy Casares, 2006)
El diario monumental que Bioy Casares escribió obsesivamente sobre Borges durante cuarenta años es mi libro favorito de este pálido 2020. Borges y Bioy se sientan en el sillón de un panel de Intrusos en el espectáculo privado para hablar mal del ambiente literario local, leer comienzos y finales de cuentos y novelas, recitar poemas por las noches, comer con invitados varios (desde Puig hasta Wilcock, desde Peyrou hasta Virgilio Piñera) a los que juzgarán sin piedad una vez que no estén presentes. Borges no sabía que Bioy estaba escribiendo un diario sobre él, o quizá lo intuía. El Borges que construye Bioy es el que todos conocemos: el erudito, el gracioso, el irónico, el torturado amoroso, el rata de biblioteca. Le agrega, eso sí, escenas inéditas de la imagen que Borges construyó sobre sí mismo, algo morbosas, como cuando se queda en pelotas en Mar del Plata o como cuando le mea la tapa del inodoro, ya ciego, mientras no paraba de hablar de literatura. Se lee sin parar, como una novela, un diario, un ensayo sobre la creación literaria, una curiosidad o uno de los mejores libros que se hayan escrito en Argentina.
- Relatos completos (Franz Kafka, 2004)
Un universo literario autónomo y uno de las mejores obras que se hayan escrito en la historia de la humanidad, los cuentos de Kafka pueden ser perturbadores, desconcertantes, flasheros, graciosos. Leerlo en serie asegura tener una visión panorámica del escritor más raro de todos. Kafka es un genio. Inventó abstraer la realidad de la literatura, y por eso fue leído muchas veces como un escritor simbólico. Pero como dice Levero de su propia obra, Kafka practica el realismo más puro, ese que se encuentra por debajo de la realidad, y no en la superficie.
- Alicia en el país de las maravillas (Lewis Carroll, 1895)
Leído a día de hoy, la obra maestra de Lewis Carroll es un tratado sobre el surrealismo inscripto en el género maravilloso de literatura infantil. Alicia atraviesa una madriguera y habla con los animales, se vuelve gigante y chiquita, toma el té con el Sombrerero Loco y se pierde en un universo que no es el nuestro, pero que se parece mucho. Su desplazamiento por lugares cada vez más extraños provoca que el relato se vuelva pesadillesco. La influencia de Carroll en toda la literatura del siglo XX se puede rastrear en escritores como en Kafka, Levero o el poeta Leónidas Lamborghini.
- Días de lectura (Marcel Proust, 2012)
Marcel Proust es uno de los genios literarios más grandes que dio el siglo pasado. Este libro chiquito es un antes y un después en la forma en que se puede leer un libro. Proust habla de Rouskin, un crítico francés que amaba y al que lee desde la sensibilidad, ya que piensa que al leer a Rouskin también se lo puede sentir, se lo puede experimentar en su tiempo, las calles que recorrió, las iglesias y los edificios que visitó, el momento que le tocó vivir. Proust realiza un verdadero cambio de perspectivas a la hora de leer, porque entiende la literatura de una forma nueva, pensando que la lectura acerca y aleja los tiempos, los vuelve experiencia. Imprescindible.
- Diez (Juan Emar, 1937)
Juan Emar, escritor chileno semi secreto, se ganó mi corazón cuando me enteré de que su nombre es un seudónimo que tomó de la expresión francesa “j’ en ai marre”, es decir, “estoy harto”. Este libro me desconcertó totalmente. Diez cuentos de imaginación desquiciada, tono distante y finamente irónico. El recurso de la memoria proustiana se lo usa a modo de amarga burla. Hay una sucesión de escenas e imágenes que parecen fluir libremente, sin un motivo en particular, guiadas por la escritura misma. El narrador de «El unicornio» muere, por ejemplo, pero eso no le impide seguir narrando como si nada. Juan Emar es el escritor que hubiera querido ser André Breton y no le salió.