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sábado, noviembre 23, 2024

La fruta del Amambay

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En la fecha recordatoria de la muerte de Francisco Solano López, Paranaländer escribe sobre «Don Inca» (Buenos Aires, 1965), una novela de Ercilia López de Blomberg, nieta del Mariscal, donde se expresan diferentes aspectos de la historia de nuestro país.

 

Qué te puede dar un pobre

Nde rayhuramo yepé (aunque te quiera)

Todo se le va en decir

¡Areco ramo ra’e! (¡si yo tuviera!)”

 

Hojeando una edición usada de Don Inca (Buenos Aires, 1965), de Ercilia López de Blomberg, descatalogada y, creo, nunca reeditada, allá ni acá, he subrayado algunas cosas que de repente hoy nos sorprendan.

Esta novela autobiográfica, según el prólogo de la nieta, intenta atrapar los fantasmas queridos de un pasado noble y dramático antes de que desaparezca para siempre. Don Inca es la historia de un hombre desgraciado en la política y el amor que termina refugiándose en el Paraguay en ruinas de la postguerra del 70, excusa que sirve a la autora para describir los recuerdos de su infancia de aquella época hoy ya inencontrable de un país mítico de una belleza primitiva única. La sobreviviente, Genoveva, de esta familia ya de por si hecha jirones durante la larga marcha del ejército en retirada hacia Cerro Corá, es la mirada que nos guía por ese pasado, no solo de las ruinas del Paraguay derrotado, también de las leyendas de la época de Francia, del Primer Presidente…

“¡Ah, Panchita! Era linda entre las lindas Corrían coplas y endechas que le componían los cantores, que la llamaban la Estrella de la tarde, la Luna Nueva, la Rosa de Francia. Hasta de las ciudades de río abajo venían caballeros a ver su hermosura. Durante un paseo de campo al que había acudido mucha gente, quedó sentado frente a Pancha el Presidente Don Francisco, el Mariscal, como le dicen ahora. Con una navaja de oro partió el Mariscal una sandía. Miró a la sandía, a Pancha y a los amigos, diciendo: ‘¡Estos son los colores de Panchita’! La sandía tenía la carne blanca y sonrosada y las semillas negras. Era hombre decidor y galán Don Francisco, y el mote le quedó a la fruta. Sandía blanca y rosada con pintas negras se llama ‘color Panchita’”.

Sobre el Pombero:

“Los pomberos son unos pobres indios mansos, payaguás, simples merodeadores que se han aficionado a la comida elaborada y cruzan el río en busca de algo bueno que comer. Son inofensivos: si se les persigue hacen algún pequeño perjuicio en desquite, pero si se deja a su alcance lo que buscan, son buenos guardianes de la casa. Claro está que los niños, las mujeres y también los hombres de pocos hígados se asustan de ver esas sombras que resbalan de una ventana, de un tejado o de un árbol y que desaparecen como si los tragara la tierra, y más aún, cuando en el silencio de la noche dejan oír su silbido particular o su hábil imitación del grito de ciertos animales”.

Sobre las cárceles subterráneas de Francia:

“-¿Sabe, Lerma, que a un desgraciado que fue encerrado en un de los sótanos que tenía un poco de luz, le permitieron llevar un libro, y en veinticinco años de cárcel lo aprendió de memoria? – ¿Un libro entero? -Sí, el diccionario de la lengua española”.

Sobre manifestaciones femeninas:

“Otro caso notable de acción femenina fue el de la terna para el obispado. Un grupo de hombres nuevos en la política incluyó en la terna un nombre execrado, según se dijo: el del Padre Maíz, antiguo miembro del terrible Tribunal de Sangre. Las mujeres de todas las clases sociales se levantaron en airada protesta. El nombre fue borrado de la terna”.

Sobre el derribo de una palmera:

“-No es un mal. Estas palmeras forman parejas si han de prosperar, y a la compañera de ésta la derribó un rayo hace unos meses.

Esa había sido herida por el fuego del cielo, era hermoso fin, noble y trágico, digno de ella. Su compañera acaba de morir vulgarmente bajo el hacha, a fin de que sus hojas nacientes fueran servidas en la mesa de un gourmet”.

Sobre la fruta del Amambay:

“La fruta del Amambay, la que más se comió, hinchaba la carne que después se abría en grietas”.

Aquí su ensayo sobre el guaraní:

https://archive.org/details/ElIdiomaDeLosGuaraniesCeciliaL.DeBlombergAnno40Nr.58631Octubre1921

Ercilia López de Blomberg (Asunción 1965-Asunción 1962), fue hija de doña Manuela Otazú Machaín, viuda que fuera del hermano y Ministro de Guerra de Don Francisco Solano López, don Venancio López. Es decir, era nieta de Don Carlos Antonio y sobrina del Mariscal. Se educó en Buenos Aires en un colegio inglés. Se casó y tuvo 7 hijos, entre ellos el escritor Héctor Pedro Blomberg.

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