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domingo, noviembre 24, 2024

Malas palabras y feo cantar de Raimbaut d’Aurenga

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Paranaländer dedica su columna a Raimbaut d’Aurenga (1147-1173), el más antiguo de los trovadores provenzales, perteneciente al movimiento poético y lírico que comienza a finales del siglo XI entre los nobles de la región de Occitania. En sus composiciones, los trovadores abordaban principalmente temas que tenían que ver con la caballería medieval y con el amor cortés.

 

Por: Paranaländer

 

Raimbaut d’Aurenga (1147-1173), poeta provenzal, que parece que su lugar de residencia preferido fue el castillo de Cortezón (en francés Courthézon, entre Aurenga y Aviñón), donde murió, después de haber redactado testamento, el 10 de mayo de 1173 (concretamente «in camara veteri apud Cortedonem»).

Dejó sus posesiones situadas al este del Ródano a su hermana Tiburga, casada con Bertran deis Baus, y las situadas al oeste del río a su hermana Tiburgueta, casada con Ademar de Murviel, con otras mandas para la orden del Hospital. Murió soltero y sin descendencia legítima. La producción auténtica conservada de Raimbaut d’Aurenga está constituida por cuarenta composiciones de estilo afiligranado y de forma muy personal, varia y artificiosa, lo que en principio hace difícil suponer que toda esta obra fuera escrita en breve tiempo; el trovador, al morir, no había llegado a los treinta años.

«Queréis oír de mí cuál es mi condición: o amante … Ahora aprieto los dientes, pues al punto mi pensamiento asciende cuanto más profundamente puedo imaginar. Quiero que sepáis que no soy amante porque ahora no soy querido; pero amo, con tal que mi señora me ame»

La Vida de nuestro trovador afirma que se enamoró de la condesa de Urgel, sin verla («senes veser»), sólo por la fama de sus méritos; en lo que evidentemente hay relación con la antigua biografía de Jaufré Rudel. El jovencísimo señor de Aurenga, al extremar las notas de orgullo y de vanagloria, está haciendo la caricatura de sí mismo; en el fondo, cultiva un humorismo muy eficaz ante quienes lo conocían, y aspira a ser famoso como fol.

Peire Rogier le recomendaba la conveniencia de la foudatz y que Giraut de Bornelh, en el planh, recordaba, con gran acierto, su bela foldatz, palabras que definen con mucha justeza este aspecto de la personalidad poética de Raimbaut d’Aurenga, que en algún punto coincide con la de Guilhem de Peitieu, que presumía de versificar con «mais de foudatz» que «de sen», y, más tarde, con la de Peire Vidal, a quien sus contemporáneos también llamaron fol, y se escandalizaron por sus folias.

La autocaricatura humorística se explica con aquella sorprendente poesía en que Raimbaut d’Aurenga finge haber sufrido la mutilación de Abelardo y tranquiliza a los maridos que temían su donjuanismo. Su humorismo campea cuando, parodiando las severas y cortesanas normas de los ensenhamens, da consejos para conquistar el amor de las damas, entre los que figura darles puñetazos en las narices, auténtica y contundente réplica a los suspiros del amor cortesano, que él también profiere a veces.

Pero para Raimbaut lo que siempre fue una cosa seria es el arte de componer versos. En las poesías que se suelen considerar de sus primeros tiempos se ha advertido una clara influencia de Marcabrú, pues tal vez en ellas hay un hermetismo del trobar clus.

Pero al margen del humorismo, la parodia y la agudeza, hay en Raimbaut d’Aurenga una audacia sorprendente al entablar diálogo con Dios. Siempre en relación con la dama. Véase la curiosa ·estrofa quinta de Ara non siscla ni chanta, donde el trovador asimilándose al diablo que tentó a Cristo. ofrece a Dios todo el mundo a cambio de la dama.

«Gran esfuerzo hace Dios, que resiste no subirla consigo besándola. Pero no me la quiere quitar ni hacerme injusticia, ni ello es conveniente, porque yo me quedaría aquí desazonado. Pero si Él no se la lleva, ya no debo temer que le plazca tener a otro”.

 

“No canto por pájaro ni por flor, ni por nieve ni por helada, ni tampoco por frío ni por calor, ni por el reverdecer del prado; ni canto ni fui cantor por ningún otro alborozo, sino por mi señora, a quien sirvo, pues es la más hermosa del mundo”.

 

“Escuchad, pero no sé, señores, qué es lo que quiero empezar. No es verso, estribot ni sirventés, ni sé qué nombre encontrarle; ni sé cómo componerlo si así no lo puedo acabar, pues nadie ha visto nunca otro igual compuesto por hombre o por mujer ni en este siglo ni en el otro que pasó”.

 

Fuente: Los trovadores (1975) de Martín de Riquer.

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