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sábado, noviembre 16, 2024

Por qué fracasó el juicio político

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La oposición quedó en offside: sin legitimidad para unirse a las protestas espontáneas, intentó redireccionar a su favor las movilizaciones fogoneando el eslogan «ANR Nunca más». En vez de atraer a la disidencia colorada, lograron soldar las diferencias al interior del coloradismo, que se abroqueló en torno a la continuidad del gobierno.

Por: José Fernando Duarte Penayo 

Los partidos de la oposición fueron desbordados por una serie de acontecimientos, ninguno de los cuales pudo capitalizar ni representar política e institucionalmente. Nos referimos a los motivos reales de las protestas: el malestar social por los efectos de la pandemia, la interna colorada que presionó por cambios en el gabinete, y los tires y aflojes en diferentes segmentos de la elite económica.

La situación de descontento y reclamo social solo se va a resolver cuando se garantice la provisión de insumos médicos, la llegada masiva de vacunas y la reactivación económica. Nadie duda de que el malestar puede seguir, y así continuar afectando la estabilidad política.

Sin obviar las múltiples demandas y reclamos de la ciudadanía, quedó en evidencia el rol pasivo de la oposición. En el momento de mayor auge de protestas no supieron plantear una salida clara; en su lugar, se pasaron analizando estérilmente qué hacer con una cadena sucesión totalmente en manos de la ANR. Luego, cuando se debilitaron las protestas callejeras, actuaron con impotencia, planteando una caótica doble acefalía, suplicando vanamente votos al cartismo y utilizando fake news como último manotazo de ahogado.

Se puso de manifiesto la poca ascendencia de los partidos de oposición sobre amplios segmentos de la sociedad civil. Ningún referente o espacio político opositor logró liderar las movilizaciones hacia un canal viable de resolución, ya que eran notorias las declamaciones de los manifestantes para que ningún político -oficialista u opositor- se haga presente en las manifestaciones.

Más allá de que el libelo acusatorio fue un desprolijo mamotreto, fue fallida la estrategia de atacar a la ANR como un todo, más aún si recordamos que no había ninguna posibilidad de juicio político sin el apoyo de un sector del coloradismo. La oposición no tuvo éxito en dividir al partido de gobierno, sino que terminó dando una puntada más a la operación cicatriz.

Asimismo, se verificó el rotundo fracaso de la estrategia de partidos de izquierda, que desde las trastiendas fogonean eslóganes como «ANR Nunca Más», particularizando en extremo el alcance de las demandas ciudadanas. Hubo aquí un olvido de las lecciones que la izquierda debería conocer sobre la construcción hegemónica, sobre todo en lo que concierne a la capacidad de proponer reivindicaciones que logren un efecto de universalidad y no se vean encerradas en particularismos.

El pedido de proscripción política de la ANR, sintetizado en el eslogan «ANR Nunca Más», consideró innecesario disputar las simpatías del amplio y heterogéneo electorado colorado. Pero por sobre todo, desincentivó todo acuerdo entre la oposición y la disidencia colorada. Esto cobra relevancia si comprendemos el funcionamiento de un partido nacional como la ANR, donde sus representantes deben explicar a sus bases el beneficio de pactar con quienes denostan día y noche contra el partido donde militan. Un dato no menor si recordamos que este año se debe afrontar el desafío de elecciones municipales.

Por otra parte, la estrategia anti-ANR genera poco atractivo en cientos de miles de afiliados colorados que no están directamente implicados en el día a día de la política, pero que tienen un sentido de pertenencia cristalizado. Renunciar a interpelar a este sector es pasar por alto que la ANR es el partido con mayor cantidad de afiliados en nuestro país, con mayor presencia territorial, mayor nivel de participación y competencia interna.

En el corazón de la institución del juicio político que rige en nuestro país, más allá de las razones que lo justifiquen, está la capacidad de articular votos suficientes. Al plantear la cuestión bajo una lógica de intenso anticoloradismo y objetivos maximalistas, la oposición provocó que los legisladores colorados se abroquelen partidariamente.

Además, con el rechazo de la acusación lograron que no pueda plantearse otro juicio político por las mismas circunstancias. Aunque el procedimiento sea de naturaleza política, rigen todos los principios del debido proceso, entre ellos el que proclama la prohibición de procesar dos veces a una persona por los mismos hechos (non bis in idem). Por tanto, sería imposible reiniciar un juicio político bajo los mismos fundamentos y un planteamiento en ese sentido sería contrario a la Constitución y a los tratados internacionales de derechos humanos.

Divididos, sin liderazgo sobre las protestas y con nulo apoyo de la comunidad internacional, pusieron de manifiesto que no están aun a la altura de una disputa seria del poder.

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