31.2 C
Asunción
sábado, noviembre 23, 2024

Las cartas del Pseudo-Hipócrates

Más Leído

Paranaländer escribe en esta entrega sobre el Pseudo-Hipócrates y sus cartas sobre la risa democrítica. Las cartas forman una narrativa fabulesca donde se dan cita el abuelo de Hipócrates y un hombre “salido no se sabe de donde” que recoge los escritos de Demócrito.

 

Por: Paranaländer

“Ese que ríe siempre y de todo”

 

De toda esa larga lista de Pseudo-Aristóteles, Pseudo-Platón, Pseudo Heráclito, Pseudo-Longino, Pseudo-Dionisio, mi preferido, por lejos, es el Pseudo-Hipócrates, autor de unas cartas sobre la risa democrítica.

“Hippocrate. Sur le rire et la folie” (Editions Rivages, 1989) compila las cartas 10 al 17 de las editadas y traducidas por Littré en el siglo 19.

Este Pseudo-Hipócrates es de inicios de nuestra era y no el médico griego nacido hacia el 460 antes de nuestra era.

Las cartas forman una narrativa fabulesca donde se dan cita el abuelo de Hipócrates y un hombre “salido no se sabe de donde” que recoge los escritos de Demócrito.

La habilidad de este Hipócrates es la de jamás aparecer ni como narrador ni como médico.

Hipócrates se pone en marcha llamado a Andera en embajada. Demócrito pasa por lunático, pues se instala a extramuros de la polis. Hipócrates viaje en sueño hasta acercarse a su paciente. Hipócrates retorna a Cos describiendo una triple inversión: el presumido loco es un genial sabio, el terapeuta un ignorante y la normalidad una demencia.

Las cartas pasan de la locura de un hombre a la locura colectiva, y de la competencia de un médico a la competencia del filósofo.

Del eléboro a la gran risa de Demócrito. De la fabulosa hierba de Anticyro a la hilaridad catártica.

Hipócrates es el gran maestro del eléboro, esta extraña panacea que lava tan bien las comisuras de los ojos como las afecciones melancólicas. El remedio de Demócrito, maestro de la sátira, no opera más que sobre las costumbres y se contenta de ser incisivo.

Las cartas (seudo)hipocráticas han influenciado a nuestra cultura a lo largo de 20 siglos. De Claudiano a Lavater, de Huarte y Montaigne a Moreau de Tours, de Sebastien Franck a Rubens, la lista de herederos de estas epístolas sería interminable.

Demócrito ha pasado a una cierta tradición como el gran reidor: sobre todo por los latinos (Horacio, Séneca y Juvenal, para no citar al mismo Cicerón).

Las cartas mismas están atravesadas de varias tradiciones filosóficas: la democriteana, que implica una reflexión sobre el vacío y el infinito; la hipocrática propiamente dicha, donde se vislumbra la importancia de quien sueña con la bilis negra; la aristotélica, en fin, la tradición del Problema XXX que sorprendentemente llama genio al loco.

Durante el Renacimiento, la vida póstuma de Demócrito adquiere nuevas dimensiones:

Se convierte en un ser roído por el humor negro.

La melancolía del filósofo es el signo mismo de su sabiduría.

Según la concepción humanista, neoplatónicos predominantemente, lejos de oponer al genio, su atrabilis le condiciona; es en su caída en la locura que Demócrito se vuelve melancólico. Para el médico Timothy Bright, es la risa un síntoma de humor negro muy activo. Un tal Tahureau por ejemplo imagina bajo el nombre de democrítico una risa grave y seria; un poco más tarde, Robert Burton colocará toda su magna obra “Anatomía de la melancolía” bajo la protección del gran reidor, al punto de presentarse él mismo como un Demócrito redivivus.

 

 

 

 

 

 

Más Artículos

Últimos Artículos