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sábado, noviembre 23, 2024

Una prueba de amor

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Derian Passaglia escribe sobre La prueba (1992), una novela de fines de los 80 del escritor argentino César Aira.

Una prueba supone una relación extraña con la verdad. Tratar de probar algo supone poner en cuestionamiento aquellos elementos que damos por sentado o suponemos que existen, pero que no los sabemos de cierto, apenas los intuimos. En una prueba se pone en cuestionamiento al propio yo, que debe mostrar todo lo que es, todo lo que piensa que es lo debe hacer real. El pasaje de la suposición, de lo que debería ser, de la creencia, de la irrealidad a lo real, es donde se juega una de las mejores novelas de César Aira titulada precisamente La prueba (1992).

La prueba jurídica es, quizá, la menos interesante de todas las pruebas: un elemento que debe certificar la inocencia o culpabilidad en un proceso. Tiene un doble carácter, porque se trata de un objeto físico, material, que funcionaría de manera científica, ya que no se puede dudar de una evidencia. Un encendedor, un aro de diamante, la chapita de una lata de Coca-Cola podrían ser evidencias en un juzgado para encarcelar a un asesino. La prueba jurídica es capaz de hablar sobre el objeto, un encendedor no es más que un mecanismo que funciona a la perfección, cuyo uso es simple y claro, sus reglas constituyen una verdad del mundo.

Mis alumnos odian las pruebas que les tomo al final de cada trimestre. Yo también odio las pruebas, y a mí mismo como alumno tampoco me gustaban. ¿A quién puede gustarle tener una evaluación? Hay que pasarse la tarde entera estudiando, hay que estudiar semanas o meses incluso en estadios más avanzados de la escolarización, cuando uno está en la universidad o cursando una maestría. La evaluación estudiantil es odiosa y necesaria y muestra que en toda prueba se manifiesta un conocimiento. Ese conocimiento puede ser algo que se estudia, algo que no se sabe y se aprende, algo que se memoriza, pero también puede ser una revelación de la propia condición existencial, como en las pruebas de los mitos griegos.

La revelación, el conocimiento de sí, es un recurso literario que nace con los griegos y que llega incluso a la literatura actual, a Raymond Carver, a las telenovelas de la tele: siempre un personaje descubre que tiene un hermano del que se había enamorado, una madre que vive en una isla asiática, o que su señora esposa lo engaña con el sodero… En los relatos realistas, la revelación es un poco más sofisticada y hasta es posible que esté borrada del texto, para que sea el propio lector quien se encargue de descubrirla.

Cuando Poseidón se le aparece en sueños a Teseo, de camino a Creta para enfrentar al Minotauro, le dice que al despertar que salte al fondo del océano y encuentre un anillo que antiguamente le pertenecía al rey Minos. Teseo se sumerge al despertar, sin dudarlo. El anillo, no en el relato pero sí en mi imaginación, brilla incandescente en el fondo del mar e ilumina el rostro de Teseo entre peces que se le acercan curiosos. Teseo se da cuenta: es hijo de un dios, un semidiós, no tiene por qué temerle a nada. Ahora sabe que debe ser valiente.

La prueba de César Aira, como si se tratara de un bolero cantado por los Ramones, es una prueba de amor: dos punks se hacen amiga de una tercera, Marcia, a la que se quieren coger. “-Querés coger?” es la primera oración de la novela. Marcia es gorda, se piensa que es fea, que no tiene onda. Las dos chicas punks, Mao y Lenin, quieren darle una prueba de amor. Como se sabe, las pruebas de amor son irracionales, cuando uno está enamorado se ve en una posición en la cual la razón, la lógica, no domina sus acciones.

¿Hasta dónde somos capaces de llegar por amor, qué estaríamos dispuestos a hacer? En el amor, hay un despojo y una entrega de sí mismo al ser amado, a ese objeto que provoca el deseo desenfrenado de posesión. Quemar un supermercado con toda la gente adentro es la prueba de amor que Lenin y Mao le dedican a Marcia. El final de la novela es épico, y puede entenderse como un desvío, como una falta de lógica total del desencadenamiento de los hechos, pero en realidad es la opción más racional dentro del mundo de la novela. ¿Qué harían dos punks por amor? En su esencia está la destrucción, la anarquía, el fin del mundo, el no futuro. Quemar un supermercado es lo menos que pueden hacer por amor.

La novela, en algún punto, historiza el presente, está atenta a lo que sucede alrededor en la sociedad, se hace cargo de lo efímero de las cosas, del movimiento, de la forma veloz en que se suceden los acontecimientos del mundo. Escrita a fines de los ochenta, La prueba se puede leer como una novela histórica del presente, que representa nuevas subjetividades de un mundo que amenazaba con venirse abajo en cualquier momento.

Los punks son la emergencia indeseada de una sociedad post industrial que margina, aliena y cosifica. Aira lleva el recurso todavía más lejos, porque si bien La prueba sucede en las calles de un barrio de clase media porteño como es Flores, los escenarios son neoliberales: un local de comidas rápidas, Pumper Nic (que ya no existe), y un supermercado. La prueba es una novela realista, mucho más realista que otras que se llaman a sí mismas realistas, que muestra una instantánea del mundo moderno en un determinado instante de su desarrollo, muestra el cambio en el momento en que cambia, muestra la acción, la diacronía.

Una prueba para César Aira es la acción: “robar algo de un supermercado y regalárselo. Es el equivalente de lo que antaño habría sido matar a un dragón. Claro que no sabía qué podría probar eso, pero se dispuso a verlo. Desde el presente iluminista del siglo, cualquiera diría que los dragones no habían existido. ¿Pero acaso para un campesino de la Edad Media existían los supermercados? Del mismo modo, la prueba que todavía estaba en un cierto lapso del futuro tenía abierto el crédito de la existencia”. El escritor argentino acaba de ganar el premio Prix Formentor a la creación literaria que ganaron, entre otros, Samuel Beckett, Jorge Luis Borges, Carlos Fuentes, Alejo Carpentier y Henry Miller.

 

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