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domingo, noviembre 24, 2024

Mi vida paraguaya

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En su columna de hoy, Paranaländer escribe sobre el libro “Cien vidas paraguayas (Nizza, 1961, reeditada en 2011) de Carlos Zubizarreta y nos comenta cual de las cien es su preferida.

 

Tengo sobre mi mesa de trabajo el libro “Cien vidas paraguayas (Nizza, 1961, reeditada en 2011) de Carlos Zubizarreta (Algún día comentaré su “Acuarelas Paraguayas”). Perfecto como tema de comentario en un día como hoy de fiestas patrias. Se preguntará, el falaz lector, con seguridad y placer sádico, qué vida de las cien es mi Vida Paraguay preferida. Son 100 vidas paraguayas, y lo primero, el hecho lamentado ya por Seiferheld, en el prólogo de la reedición de 1985, que apenas entraran 4 mujeres (Madame Lynch y Pancha Garmendia son hoy calles; Adela Speratti, la guaireña que murió joven y soltera, y Celsa Speratti, la luqueña, casada con un Garcete, murió en edad provecta, son billetes cual dioscuros de dos mil guaraníes). Sugiero sustituir algún Zubizarreta por alguna otra mujer, acaso Josefina Plá, tía política de Hérib. El libro empieza con Alejo García (portugués descubridor de Paraguay) y termina con Hérib Campos Cervera, poeta de un solo libro de 28 poemas. Tres de los cien murieron en manos indias (Roque González de Santacruz-billete de 100 mil-, Boggiani y Alejo, éste canibalizado por sus aliados, los Jurumini guaraníes). Por cierto, no figura ninguna vida india. Ninguna de las hijas de Irala, ni rebeldes como Arecayá. Ningún grabador jesuita. No entiendo la inclusión del espía Bonpland como vida paraguaya.

Dudo entre Pettirossi y Yegros, el poeta que usó su sangre como Mayakovski para grabar las paredes de su mazmorra con versos contra la Dictadura Perpetua. El coronel Bogado, mi ancestro gua’í, no me termina de convencer, sobre todo al enterarme de su campaña del Sur contra los indios. Ruy Díaz de Guzmán es el primero en usar patria en relación a Paraguay. Cecilio Báez, introductor del cunnilingus en el país, es simpático que citara en sus ensayos a Nietzsche (hoy reasimilado por la vertiente posmoderna de la filosofía) y Stirner (anarquista ayer y hoy), intentando quizá una cooptación liberal.

Zubizarreta no menciona las fotografías de Boggiani extrañamente. Pettirossi terminó en calle y aeropuerto. Julio Correa (hijo de brasilero) inventó el portuñol en el semanario Guaraní (años 30) sección “Dialoguitos callejeros”. Teodoro Rojas, botánico discépolo de Hassler y elogiado por Bertoni, no terminó como nombre de calle ni ilustrando ningún billete de ningún guaraní (¡Oh, Walter Benjamin!), pero sí colaboró con la nomenclatura de un pasto, el “pasto Rojas”, que los norteamericanos de la era Morínigo recomendaron como el más apto para el suelo patrio.

 

 

Benigno Ferreira, legionario luego presidente del país, es calle en Fernando de la Mora, enclave liberal.

La vida del hombre sería un capítulo de la zoología si no hubiera existido Alón declara Justo Pastor Benítez sobre uno de los fundadores del Partido Liberal.

Godoi vivió dos magnicidios, uno perpetrado por su hermano. Wisner de Morgenstern escribió su libro sobre el Doctor Francia a pedido del Mariscal. Raramente no terminó en calle, como sí le pasó a otro geógrafo extranjero, Du Graty.  Fidel Maíz mandó fusilar al vicario general Bogado. Pancha Garmendia fue lanceada por conspiradora. Mariano Antonio Molas pasa a engrosar la larga tradición de escritores de libros estando preso.

Mompox me recuerda a mi infancia, cuando descendía su calle hasta la vertiginosa casa donde moraba la tía María Ana. Antequera más que calle es la Escalinata. Hernandarias es una ciudad. Azara es calle céntrica y visitó nuestros pagos cuando el gobernador era Melo de Portugal, calle también de la ciudad de Luque.

Me quedo con el Mariscal de última, como representante de una humanidad ya extinta, como el Último Paraguayo (El padre de Agapito Valiente, liberal, por ende, antilopizta, decía que Paraguay murió en 1870, directa alusión a la muerte del Mariscal en Cerro Cora). Ese pasado bien muerto reivindicado siempre -por nostalgia quizá- por todas las alas de la política nativa (Sorozábal, el PCP).

 

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