Paranaländer en esta ocasión escribe acerca del cuento “William y Mary”, que es uno de los relatos del libro “Relatos de lo inesperado” del escritor inglés Roald Dahl (1916-1990).
Por: Paranaländer.
“Tesoro, tú vas a hacer exactamente lo que diga Mary”
Si en “El pie” de Macedonio, la lógica compulsiva de la medicina de curar mutilando es llevada al extremo satírico de que el hombre enfermo sea reducido a un sola parte del cuerpo, a la del título del microrrelato, y así alcanzar un imperialismo del pie, en “William y Mary” (uno de los tales de “Relatos de lo inesperado”, 1979, Argos Vergara, Colección Comodín, 1983) del escritor inglés Roald Dahl (1916-1990), el imperialismo lo ejercerá un ojo (derecho y masculino), sumido en un charco de agua dentro de una cubeta y enchufado a un corazón artificial.
“Vivirás en mundo de extraordinaria pureza y alejamiento, sin nada que te turbase, ni aun el dolor, que no tendrías manera de experimentar dada la ausencia de nervios con qué sentirlo. Sería, en cierto modo, un estado casi ideal: ni inquietudes ni temores ni dolor ni hambre ni sed. Ni siquiera deseos. Nada más que recuerdos y pensamientos”. La ataraxia búdica es lo que describe el Dr. Landy, verdadera figura mefistofélica, en esta historia que usa los delirios de la ciencia (teniendo de modelo un perro ruso formado solo de cabeza y corazón artificial) para terciar en la vida marital de William Pearl, filósofo de Oxford, muerto por cáncer de páncreas, y su viuda, Mary, ama de casa que ha zurcido un millón de braguetas, planchado un millón de camisas, dispuesto un millón comidas y hecho un millón de camas. Con el cebo de salvar su gran cerebro de filósofo, convence al hombre a donar su cuerpo (tumba órfica del cerebro en realidad, dentro de esta crítica explícita del hipercerebrismo), del cual extrae su cerebro seccionado del último de sus nervios, salvo el nervio óptico, para una eternidad de dos siglos morar en una cubeta llena de solución de Ringer. Suerte de Cristo abominable, resucita al séptimo día en una jofaina. Su vida, al enfrentarse con su nuevo marido eterno, puro ojo, en forma de castaña confitada y del tamaño de un huevo de paloma, conectado y alimentado por la sección rítmica de un corazón carreliano, al final cobra un nuevo cariz, le encuentra incluso gusto al experimento. Aceptación perversa del ojo, tanto que se lo quiere llevar a la casa con regusto sádico en los labios. Marido reducido a bebé, el deseo profundo de toda esposa (según Groddeck). O a ojo beckettiano que vislumbra el mundo desde su receptáculo de plástico. Y no podrá atemorizarlo con sus críticas y discusiones, ni advertencias constantes ni reglas que obedecer ni prohibición de fumar, su mirada moralista y censora, nunca más.
Podemos decir que nos parece un cuento de liberación (femenina, conyugal) envuelto en celofán de fantasy siniestro. Relato de mujer oprimida mutilada emocionalmente, a lo largo de 30 años, que por la chance impensable de un experimento espantoso, encuentra su redención, femenina, matrimonial, como mujer, como esposa, su rebelión y revuelta contra ese hombre vuelto ojo eternamente abierto. Vendetta de la historia vía injerto científico.
Roald Dahl nació en Llandaff, Gales (1916) y fue educado en Repton School. Durante la segunda Guerra Mundial se enroló en la RAF y fue gravemente herido sobre el desierto de Libia; pese a ello, siguió prestando servicio como piloto de combate en Grecia y Siria. En 1942 fue nombrado asistente del Agregado del Aire en Washington, y allí empezó a escribir sus relatos. Estuvo casado con la actriz Patricia Neal (“El manantial”, 1949) con quien tuvo 4 hijos. Vivió hasta su muerte en 1990 en Buckinghamshire.
Estos relatos fueron llevados en 1979 a la televisión y el episodio William y Mary se puede ver aquí: https://www.youtube.com/watch?v=wDWQLWHXY0Y