En la entrega de hoy, Paranaländer escribe sobre la Liga Solemne de Anti-yopara, bautizada así por él, y sobre 4 de sus más connotados miembros.
Recuerdo hoy a 4 miembros connotados y conspicuos de esta -por mí bautizada- Liga Solemne de Anti-yopara: Roa Bastos (en “El Fiscal” y artículo de “Alcor”), Ruiz Nestosa (ABC Color), Melià, Cardiel, Dobrizhoffer. A estos 3 últimos los cito del artículo titulado “La Lengua Guaraní Paraguaya en Tiempos de Coca Cola” (2018) firmado por Meliá.
“El lenguaje o jerigonza que a los principios sabían no es otra cosa que un agregado de solecismos y barbarismos de la lengua guaraní y guaraní con castellano, como se usa en toda la gobernación del Paraguay y en la jurisdicción de las Corrientes. En una y otra ciudad, los más saben castellano, pero en las villas y en todas las poblaciones del campo, chacras y estancias no se habla ni se sabe por lo común, especialmente entre las mujeres, más que esta lengua tan corrupta… me fue necesario aprender esta tan adulterada lengua para darme a entender, porque la propia guaraní no la entendían, y menos el castellano; y así les predicaba en un desconcertado lenguaje. Y para que se vea lo que voy diciendo, pondré un ejemplo: esta oración: “Ea, pues, cumplid los mandamientos de la ley de Dios, porque si no los cumplis, os condenareis al infierno”, se dice en la lengua propia guaraní; “Eneike pemboaje Tupa nande kuaita; pemboaje e’ỹramo, nia anaretame ikuaipyramo peikomburune”, etc. ¿Y cómo dicen los españoles del Paraguay y Corrientes? Neipe cumplique los mandamientos de la ley de Dios, porque pecumpli e’ỹramo, penecondenane a los infiernos”. Lo mismo que si en latín dijeran: “Eia ergo, cumplite los mandamientos de la ley de Dios, porque si non cumpliveritis, vos condemnaveritis a los infiernos”. ¿Quién, sino el que sabe una y otra lengua castellana y latina, podrá entender esta algarabía?” (Cardiel, 1900).
El padre Martín Dobrizhoffer atribuye al guaraní paraguayo un origen mestizo. Los primeros españoles tomaron en matrimonio las hijas de los habitantes Carios o Guaraníes, “pero los españoles corrompían miserablemente la lengua india, y las indias la lengua española. Así nació una tercera lengua o sea la que usan hoy en día” (1967).
Frase absurda de Melià. “El Paraguay de hoy le debe poco, desde el punto de vista social y lingüístico, a las reducciones”. Claro, se quiere lavar la mano ante la emergencia vergonzosa para él de esta algarabía o jerigonza (términos peyorativos que se usaban en la península preferentemente para referirse al árabe). Cuando que el guaraní se fraguó y patentó en las reducciones (en esa cárcel o “Estado gramatical”): la gramática, la escritura y la institucionalización de la lengua amerindia. Es más, el guaraní es apenas un corte transversal del guaraní hablado en un sitio específico del Paraguay (Los 33 pueblos de las misiones). El guaraní (escrito, gramaticalizado) es invención jesuita 100 %. Es un guaraní escrito, culto, especie del latín entre los guaranís del Paraguay (los primeros documentos escritos son la Asamblea de Mbaracayú, en 1630, y el Diario de guerra, escrito por un guaraní ‘periodista’ de Corpus). “Hay ciertamente una literatura en guaraní y una literatura guarani”. El guarani verdadero, oral, es el yopara laico, colonial, extra muros jesuitas, el llamado por Melià guaraní asunceno.
“Lo que es peor, el guaraní hablante recurre al castellano y el hispano parlante” echa mano al guaraní para llenar las lagunas producidas por una falta de dominio de cualquiera de las dos lenguas (Jesús Ruiz Nestosa, 2017, ABC color).
Sin pretender jugar a una exégesis psicoanalítica del Padre Melià, me parece que su malestar contra el yopara proviene de dos fuentes claras: del español colonialista que ve infectado su lengua sacro-imperial por el guarani antropofágico, valle, coloquial, polígamo, nambré del pueblo llano. Y del jesuita gramático que siente que la obra de arte reductiva es cariada por el español vayro, asunceno, criollo, adúltero, encomendero.