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sábado, noviembre 23, 2024

La reflexión cotidiana y el silencio de las plataformas. Segunda parte

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César Zapata presenta la segunda parte de su ensayo sobre la filosofía de Humberto Giannini y a partir de la misma analiza los impactos de la pandemia sobre nuestra cotidianidad, nuestra temporalidad y nuestra rutina.

Por : César Zapata

Fue una sensación muy parecida, era poco más de las 07:30 y mi esposa me dice que falleció de covid el compañero de una de nuestras amigas más queridas en Paraguay. Sentí un golpe en el pecho, y al igual que en ese remoto 2009 cuando ya era un hecho que mi padre no iba a despertar de un AVE hemorrágico y que dentro de semanas moriría, entendí que había que preocuparse por los que quedan vivos, los inundados de tristeza, aquellos que en vida ven morir parte de su vida y temporalmente se sienten huérfanos de sentido: los dolientes. En esa triste ocasión fue mi vieja que perdía a su compañero de mas de 45 años, ahora en el 2021 era mi querida amiga la que tenía que luchar con su pena.

Cuántas veces hemos deseado que todo siga siempre igual, que nada cambie, ni nuestros trabajos ni nuestra salud. Deseamos que los seres queridos no lleguen jamás a la tumba, que nuestros hijos nunca pasen penurias, pero sabemos que eso es imposible, sobretodo en estos dos últimos años.

Este deseo tiene un reflejo nítido en la cotidianidad, me refiero a la rutina, si bien es cierto que ella suele aplastar nuestra ganas de existir, pues se vivencia como un tiempo detenido, una parodia de la eternidad, como diría Giannini, un presente que pierde su prerrogativa de novedad, de sorpresa, un presente igual al pasado y al futuro, en donde casi no pasa nada, porque todo se repite. También es verdad que la rutina es portadora de un tiempo que nos protege, que nos cuida de lo inesperado, pues siempre todo es lo mismo, puedes respirar tranquilo nada va a pasar, todo va a estar bien, no te preocupes, nada volverá a ser como antes, amiga mía, pero pronto otro sentido, otro significado volverá a detener el apetito voraz del presente con la normalidad de la repetición rutinaria y nuevamente podremos engañar a la incertidumbre y la ansiedad.

Espacio tiempo de lo cotidiano.

En un principio pensamos este ensayo en dos partes, pero en el ejercicio de ir reflexionando, hemos creído acertado proyectarlo en tres. En esta segunda fracción, describiremos brevemente y con los anteojos de nuestra lectura, los topos del “trayecto cotidiano”, de modo que se pueda entender la cualificación de cada uno en relación al tiempo espacio, esto nos dará los insumos para desarrollar dos prototesis, acerca de cómo la cotidianidad fue afectada en esta pandemia.

Estas son las siguientes:

1-La pandemia fue una transgresión de la rutina, es decir una restitución del presente como novedad, frente a un tiempo repetitivo, donde casi nada acontece.

2- El tiempo para sí mismo propio del domicilio fue violentado por el tiempo hacia los otros propio  del trabajo. Dicha violencia queda expuesta en la tendencia del sujeto cotidiano por apagar las cámaras durante el desarrollo de la educación por plataformas.

El desarrollo de la segunda prototesis quedará reservada para la tercera parte de este ensayo. Pues bien entremos en terreno: señalábamos anteriormente que, Giannini, es un arqueólogo, pues escarba en la experiencia individual de los humanos concretos hasta llegar a un suelo comunicante desde el cual se puede acceder a una experiencia común, que justamente es tal, en tanto trasciende lo individual.

Una vez situado ahí, el filósofo chileno comienza a describir las capas significativas de dicho suelo, identificando una experiencia común que se objetiva en este trayecto cotidiano que se despliega en el espacio tiempo, recorriendo tres topos: domicilio (casa), calle, trabajo, y retornando a uno de ellos que es el eje, me refiero al domicilio, por ello este trayecto es “reflexivo”. Expresado de otra manera, la temporalidad del trayecto que hacemos a diario es experimentada por el sujeto cotidiano como un regreso similar (acaso análogo, lo piensa Giannini) al que realiza la consciencia individual, pues al igual que la consciencia que sale al mundo para retornar a sí misma llena de mundo, el sujeto cotidiano sale diariamente de su guarida para sobrevivir en el mundo y volver a casa.

Obra fundamental de Giannini

En cada topos el espacio y el tiempo se cualifican de una manera particular, comencemos describiendo dicha cualificación en el domicilio.

El domicilio en términos espaciales, representa para los transeúntes (sujeto cotidiano) de este trayecto un dominio de protección, una guarida, el lugar donde el animal puede descansar,  entregarse al sueño y volver a despertar en su casa, pues para ello ha buscado o construido este espacio, ojalá lo mas invulnerable posible. El mundo y sus asuntos quedan, en la medida que se puede, en un segundo plano en nuestra casa, nuestro mas acá. Y el tiempo en que habitamos  el domicilio se cualifica como un tiempo volcado a su habitante, un tiempo nuestro, un tiempo para mí. Tiempo y espacio para rascarme el culo a gusto, pedarme, andar desnudo, usar la ropa que se me antoje, hacer el amor si tengo compañía, jugar con los hijos, hablar lo que se me venga en gana. Giannini lo califica como un tiempo marcado por la “disponibilidad para sí mismo”. Pues bien, bajemos una capa en este suelo domiciliado: la casa es interioridad, cuerpo material, el domicilio es nuestra propia individualidad en el útero materno, lo que nunca podemos entregar del todo, cada quien es su propio domicilio, y por ello necesita tener una casa o una pieza o un lugar recurrente en la calle como lo suele hacer el mendigo. En suma la casa o domicilio es el soporte material  e imprescindible  de nuestra interioridad  habitando el mundo, porque no es que el humano sea (del verbo ser) arrojado al mundo, como lo creía Heidegger,  sino mas bien, desde nuestra lectura, Giannini (apoyándose en las críticas de Levinas y Bachelard a Heidegger) piensa que el humano está (del verbo estar) domiciliado en el mundo.

Humberto Giannini recupera conceptos de Emmanuel Levinas para criticar a Heidegger

El topos del otro extremo es el trabajo: el territorio de caza, el colegio donde me gano la vida, la empresa, la oficina del funcionario público. En el trabajo el tiempo queda cualificado como “disponibilidad para los demás”, aquí ocurre la objetivación de mis fuerzas y el empeño para mantenerme en el mundo, para sobrevivir. Es imposible no trabajar, y si no trabajo, necesariamente mi sobrevivencia depende del trabajo de otros, por lo tanto mi trabajo es convencer a otro u otros para que me mantengan. Bajemos una capa mas, y observemos que el trabajo es la columna vertebral mediante la cual el humano convierte su entorno en un mundo, es decir en la suma de sus posibilidades y proyectos, el trabajo es la exteriorización de la condición social de los animales humanos.

La calle, por su parte, es apertura, comunicación entre la casa y el trabajo, en ella están los lugares públicos, las venas de la ciudad, las instalaciones del estado. Ahí se protesta, se convoca, se estalla socialmente exigiendo justicia, como ocurrió en Chile el 2019. Desde la calle se quema el congreso, como en Paraguay el 2018. En este espacio, el tiempo transcurre entre la disponibilidad para sí mismo y la disponibilidad para los otros [1]. Descendamos una capa y observemos a la calle como un símbolo material y cotidiano  del lenguaje, el instrumento que vincula la interioridad del domicilio con la disponibilidad para los otros del trabajo, el instrumento que en sí mismo construye comunidades, logra acuerdos y convoca acciones.

Primera tesis: La rutina, el secuestro del futuro y la subordinación del presente

La pandemia por Sars-cov-2, ha sido analizada desde la mayoría de las disciplinas del conocimiento humano. Filósofos a nivel mundial, como Slavoj Zizek, Yuval Harari, Byung Chul Han, entre otros, han levantado su poderoso logos para arrojar luces sobre tamaño fenómeno. Además hubo y hay miles de conversatorios en todo el planeta que giran alrededor de la pandemia y sus efectos. En Paraguay, no nos quedamos atrás, la Sociedad Paraguaya de filosofía (SOPFIL) y el Centro de investigaciones filosóficas (CIF) organizaron eventos en los cuales fueron convocados  filósofos del país, la región y el mundo para hablar del tema, y muchas organizaciones lo hicieron desde diversas áreas: economía, educación, medicina, literatura, sociología, etc. Personalmente lo que me llamó más la atención fue el análisis con respecto al uso de las mascarillas que ocultan la boca, y todo lo que ello implica, que hizo Dario Sztajnszrajber el 2020 en la Universidad de Santiago en Chile.

Pues bien, en lo que sigue intentaremos  proponer un análisis  de la pandemia desde un punto de vista cotidiano, específicamente sostendremos dos tesis. Recordemos que la segunda de ellas se abordará en la tercer parte.

Primera tesis: la pandemia fue una transgresión de la rutina, una restitución del presente como novedad, frente a un tiempo repetitivo, donde casi nada acontece.

La cultura global occidentalizada vive, mayoritariamente, la temporalidad como una recta, una lanza que va hacia delante y que en su carrera genera nuevos acontecimientos que en cuanto novedades pueden ser negativos o auspiciosos  para los humanos. Pero a la vez esta misma cultura global, nos insiste en la posibilidad de que podemos manejar el futuro, podemos diseñar nuestro camino a pesar de la novedad. Y así triunfantemente nos educamos para tener un buen futuro, hacemos diseños sobre el papel liquido del porvenir y planeamos, somos emprendedores, cumplimos nuestro sueño, jugamos a ganador en esta partida de dados con el destino, pues a diferencia de los griegos trágicos, somos nosotros, los humanos globales del cambio climático, los que construimos nuestro propio destino. Prueba de ello es que a cada momento concordamos con los demás, o para una cita la próxima semana o para planificar un proyecto de 10 o 20 años, no importa el tiempo, importa que el lugar es siempre el futuro.

La verdad somos increíbles, hemos domesticado al futuro. Dicha domesticación tiene su correlato cotidiano en la rutina, que como explicamos anteriormente, tiene el poder de detener el tiempo y en consecuencia secuestrar y determinar al futuro. El círculo de la rutina es poderoso, debería haber impresionado al mismísimo Aristóteles y a todo su séquito medieval, pues estrangula al movimiento del tiempo hasta quitarle el oxígeno del acontecer, dicho de otro modo convierte al movimiento del tiempo en algo ausente de suceder, pasan las horas y los meses, pero no sucede nada, pues todo es tan parecido que siempre aparece como lo mismo, Giannini es muy agudo en la descripción de la rutina.[2]

Lo que se nos hace problemático en toda esta domesticación del futuro, es que se paga un precio bastante alto por ello y este consiste en subordinar el presente a los proyectos del futuro, lo cual trae un montón de consecuencias en todos las zonas donde se despliega la temporalidad humana, el asunto es complejo y requiere mucho mas que un modesto ensayo, por lo demás algo de esto hemos visto en otro lugar, pero en relación al eterno retorno de Nietzsche[3].  Aquí nos atreveremos a decir algo bien específico: desde el punto de vista cotidiano, la pandemia restituyó, en una buena parte de los seres humanos, la primacía del presente. Importa vivir el día, damos gracias a que despertamos sanos otra mañana y no agonizando en un hospital. Muchos de nosotros comenzamos a tener más consciencia de lo importante que es romper con el embrutecimiento diario para disfrutar a nuestros seres queridos, puede que mañana no estén.

Aquí no vamos a juzgar este cambio de bueno o malo, creo que no viene al caso, pero si vamos a decir que requiere activar nuestra inteligencia existencial para redireccionar el sentido de nuestra vida, cosa muy adormecida antes de la pandemia. Pandemia, que se va convirtiendo en cotidiana con todo lo que ello implica, como un tiempo espacio que se repite ya dos años en la mayoría del planeta y que ahora deseamos que desde su nueva condición de rutina sufra un quiebre que la deposite como una tumba del pasado.

Referencias

[1] Para Giannini esto depende en gran medida del día de la semana, pues en los dáas libres del trabajo,  la calle se convierte en un tiempo dedicado para el sí mismo, para pasear, para visitar sus atracciones.

[2] Giannini Humberto. La reflexión cotidiana. Hacia una arqueología de la experiencia. Editorial Universitaria. Santiago de Chile 1987. Pág 33.

[3] Ensayo https://eltrueno.com.py/2021/04/04/el-eterno-retorno-de-lo-mismo-en-el-pensamiento-de-nietzsche/  https://eltrueno.com.py/2021/04/11/el-filosofar-moral-del-eterno-retorno-de-lo-mismo-segunda-parte/

Imagen de portada: pintura de Eduardo Mena

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