Paranaländer se introduce por los caminos vericuetales que el guaraní o el paraguayo recorren en su viaje a la muerte hasta alcanzar al fin la tan anhelada visión de Kéy, el dios solar.
Por: Paranaländer.
Ohoma dice el paraguayo, no dice “murió ya”, dice ya “se fue”. Esto, si creemos a los cantos religiosos guaraníes, es totalmente de raigambre guaraní. El alma celestial vuelve al amba junto al trono celestial. “Muerto el ser humano, Ayvukué (“Nimuendaju nos dice que poco después de haber nacido el ser humano se le incorpora el ayvukué, el alma de origen divino) vuelve al Paraíso”.
“Al morir el hombre mbyá, ordena a sus lugartenientes el Padre de los Dioses: Cuando la médula del alma (ñe’eng mbyté) haya ascendido al Paraíso y vuelto a la morada de quien le enviara, los huesos de quien portara la vara-insignia los iluminarás con la luz de tus relámpagos sin trueno -en virtud de tu divinidad así harás- hasta que desaparezca el espacio”.
La muerte, entonces, es un retorno al lugar del origen para ellos. Para nosotros, cristianos, me refiero a la connotación que se desprende naturalmente de nuestro lenguaje, no implica un regreso, sino un fin. Por más que el catecismo hable de resurrección, etc.
“Ñanderú omanó (Dios murió), es por eso que todos nosotros debemos pasar por la muerte”, asegura Paí Chiquitinho (el rezador de la aldea kayová de Panambi) a Schaden. “Ñanderú kañinguéra ombó ypy, la destrucción de Dios le dio origen, esto es, su muerte es el origen de nuestra muerte. Dios surgió con la finalidad de morir”. Una readaptación de ideas transmitidas por los jesuitas se percibe aquí. Según Schaden, hoy hay dos maneras en el guaraní para reaccionar ante la muerte: miedo instintivo y deseo profundamente religioso de morir. Comparable a la tanatomanía de los esquimales. Tienen rezos paras suplicar la muerte. Oñeëgupí se llaman esos rezos: la palabra indica la subida del alma hacia el cielo con el fin de presentar la súplica. Los kayová buscan la visión de Kéy, el dios solar Paí Kuaráry. El que haya tenido la gracia de ver a Kéy no tarda en morir, llevado por el deseo de verlo siempre”.
“Antiguamente habría sido común entre los guaraníes el entierro en urna de barro. En la actualidad no existe esa práctica funeraria en ninguna de las aldeas visitadas. Marcial, mi principal informante, me dio a conocer la explicación ñandeva: el ñeégué del difunto, que lleva el recuerdo de todos los lugares recorridos en vida, siente necesidad de reverlos después de la muerte; solo después va al Más Allá; el fuego le sirve de iluminación. El difunto a veces se ‘manifiesta’ a los sobrevivientes por medio de gritos, llanto o de otra manera; es que el ñeégué está necesitado de luz. En cambio, la persona que al no ser aceptada en el cielo por su vida desordenada, vuelve para vagar en la tierra sin descanso y se transforma en anguêry”.
Amóntema, es una expresión coloquial que se usa, en plan cínico-taxativo, también para aludir a la muerte que te reenvía a ir a un sitio postmorten. Amóntema, “amó”, “es allá”, “tema” sería “te”, que se usa en expresiones como “amoité” o allaité, y “ma”, es fin, o una conclusión o actualización ya cerrada finalmente. Un ejemplo es co’ema, ya amaneció, pues “co’ë” es amanecer. “Pytũma”, otro ejemplo transparente, viene de “pytũ”, oscurecer, entonces, significaría, ya oscureció.
“Ñanderejá”, literalmente, “nos dejó”. Aquí sí hay un vuelo, un desprendimiento, un conato de viaje. O mejor, para ser más claro, “nos dejó a nosotros”. A nosotros, no a cualquiera, sus más cercanos. Extraño que casi suene a “Ñandejára”, Nuestro Señor, Dios, literalmente, “nuestro dueño”.
“Opotï”, viene probablemente de “tepoti”, excremento, heces, restos que suelta el cuerpo. Volverse tepoti, cáscara, cadáver.
“Itenondema ñanderehe”, se adelantó a nosotros. También se mueve dentro del tópico viaje.