Paranaländer se plaguea, no por la desguaranización de la fiesta de Curuzu yeguá en manos de Cadogan, sino más bien por rebeldía ante un presente plano y cientificista que mutila la fantasía.
Por: Paranaländer.
En “Eros y magia en el Renacimiento” (1984), Ioan Culianu fecha en 1484 el año exacto del fin de la fantasía, es decir, del reino de lo simbólico, sustituida a partir de entonces por el reino de la ciencia. “La ciencia moderna surge (como una mosca áptera) justo (Renacimiento) cuando no era necesaria”. Es decir, todo lo que vino después es un intento de barrido o masacre de las llamadas fantasías precientíficas, una aculturación feroz de Occidente, el trastrueque brutal de la imagen del mundo. Oh, nosotros, huérfanos de lo fantástico…
Pensaba en eso, hoy, al releer un viejo artículo de Léon Cadogan (1899-1973) aparecido en la revista Humboldt (1967), que vuelvo a encontrar en Revista de Antropología (1961): “Curuzu yegua. Apostilla a la interpretación psicoanalítica del Culto a la Cruz en el folklore paraguayo”. Allí Cadogan refuta de un plumazo “científico” a los fantasiosos Goicochea Menéndez y Natalicio González vía el libro “Folklore y psicoanálisis” (1961) de Paulo Carvalho Neto (con prólogo de Roger Bastide). Hace prevalecer el ethos de nuestra época: “respecto por toda información cuantitativa y sospecha de toda aserción de orden cualitativo”. ¡Un antropólogo o folklorista no puede ni debe mitologizar los mitos!”.
El 5 de diciembre de 1484 es la bula de la caza de brujas del papa Inocencio VIII o el nacimiento astrológico de Lutero, el hereje que las profecías de Al-Kindi profetizaron. Es decir, es puesta en movimiento una fabulosa maquinaria represiva contra la magia popular.
Cadogan termina minimizando el touch guaraní en la fiesta del Curuzú yeguá del 3 de mayo (farra del curupí según el poeta Natalicio sobreviviendo por otros medios, los cristiano-católicos). Es su miedo a sucumbir al romanticismo indiano novecentista probablemente. Su posicionamiento férreo en la etapa crítica contra las recaídas en las inocentadas de Eloy, Pane hasta Natalo.
Las chipas en forma de penes (víboras, escaleras, hombres con bigotes, lagartos, pájaros, caballos, vacas, cántaros, mesas, sillas, estrellas, sapos) que cuelgan de la cruz en esa fecha en Ciudad Nueva o en el Guairá (en donde recibe el nombre de Curuzu Pesebre), no justifican la etio guarani de esta festividad donde se come y se baile como los indios en su areté guasu. Primero, el curupí es un demonio menor en el panteón guarani (No es Tupã Ru Eté, ni Ñande Ru Eté, ni Ñamandú Ru Eté, ni Jakairá Ru Eté, ni Karaí Ru Eté, ni Ñanderuvusu ni Kuaray ni Yasy, ni Tupã ni Kavusu Ypy ni Ñane Ramói Jusú Papá ni Ñanduá, ni Jasuká ni Mba’ekuaá). Aunque los tupinambás le dedicaban unas fiestas al mismísimo curupí geniecillo menor, donde misteriosamente también se ofrendaban, al final de los bailes, panes tipo chipas, igualito que en el pesebre yepo’o de los rosario manduvi y chipas de nuestro Curuzú yeguá (Haekel vía Métraux). Dos, al menos si la cruz tuviera forma de falo como la vara del ñembo’eyva o el yvyra’í o curuzú del sacerdote en su ritual mbya, no meramente las formas metonímicas de las chipas lopi. Así que nos quedan los catolicoespañoles para salvarnos otra vez de los indios.
El guantazo final es tan grotesco, hasta el punto que Cadogan, para refutar a Carvalho Neto, remite a Carvalho Neto, agradeciéndole por los datos sobre festividades católicas de la península, de las cuales podrían derivar verdaderamente la del Curuzú yeguá.
También el bueno de Cadogan se apoya en el propio prologuista del libro de Carvalho Neto, Roger Bastide, para atenuar la pertinencia de la incursión con la escafandra del psicoanálisis en las aguas del folklore y la antropología. Sabemos que muchas veces el psicoanálisis es su propia autoparodia (vg., la novela de Groddeck). Basta un solo contraejemplo, el análisis de los sueños recogidos por Sebag en Cerro Morotï con Baipurangi, una adolescente guayaqui, para no desautorizar prima facie a la hermenéutica psicoanalítica en ámbitos más declaradamente científicos.