En la primera parte de este ensayo, el filósofo César Zapata comienza una reflexión sobre el sentido profundo, nada simple, de la célebre frase «Dios ha muerto» de Nietzsche.
Por: César Zapata
Debo confesar que hace poco mas de 5 años arrastro una angustia como profesor de filosofía, siento que no he podido explicar medianamente bien la frase de Nietzsche (o de Zaratustra) “Dios ha muerto”. Por suerte no es algo que me suceda con los estudiantes de licenciatura en filosofía o participantes en seminarios privados, pues en esos casos los que escuchan manejan algunos elementos conceptuales y todo se torna más fluido y dialogado.
La inquietud me asalta cuando intento explicar dicha sentencia a mis queridos adolescentes de enseñanza media, cerebros despiertos y bellísimos que merecen una buena explicación. Qué es lo que sucede, en realidad no lo sé bien, pero vamos por parte.
Tal vez la exquisita inteligencia de amanecer que tienen los adolescentes ha sido saboteada por incontables manuales de filosofía que en su apetito por ser exactos y memorizables, por ofrecer recetas y explicaciones operacionales suelen gatillar el efecto colateral de asesinar la profundidad, y el docente en aula con la espalda llena de preocupaciones, muchas veces, no puede depositar todo su empeño para abrir puertas y ventanas, termina fastidiado y abandona la pelea. Que levante la mano el profe a quien no le haya pasado.
O quizá, estos queridos animales adolescentes globales están desforestados por la cultura collage, donde nada dura ni profundiza, pues todo vive y fallece en el escenario de lo instantáneo, constante presentación y suicidio, como video musical de los 80, más encima rematados a bala por el bombardeo inconmensurable de internet en siglo XXI, derroche de información que, por cierto, nadie puede asimilar completamente, pues parece que en su mayoría estuviera hecho justamente para eso, para navegar en superficies.
A lo mejor, no es ni el estudiante ni el profesor, es el dialogo entre ambos el que se ha debilitado, muchos mediadores engañosos: televisión, redes sociales, plataformas, modas en educación que NO quieren pensar, solo aspiran a ser prácticas, operacionales, exitosas y a gusto del cliente.
¿Está todo tan mal?
Por otra parte, hace pocos días una estudiante muy potente me dice que Así Habló Zaratustra es simplemente aburrido, y en realidad su audacia, su desprecio, me parecieron geniales, como la hermanita de Juan Ángel en el excelso texto de Benedetti: El cumpleaños de Juan Ángel, que con un desdén natural ponderaba a su profesora de insignificante. Es que acaso Nietzsche ha muerto, pensé, y yo como el Santo del bosque, no me he enterado, y si es así, estoy más que satisfecho de que una adolescente me haga ver su ataúd antes de que yo mismo muera.
Al parecer muchos signos apuntan a la percepción de que una buena parte del caudal de la cultura global ha causado estragos en la voluntad humana en su intento de sopesar los canales más complejos del conocimiento, dicho de otra forma, la superficie es la reina y señora de estos tiempos, acaso de todos los tiempos humanos, no obstante hoy por hoy esto se exhibe con una pornografía muy grosera. Pero, y esto es un pero muy importante siempre hay algo que huele mal en este diagnóstico, pues la responsabilidad suele quedar encapsulada en la incapacidad de los «dañados estudiantes», lo cual es, por lo menos, injusto, el profesor también está embrutecido y el sistema educativo en Paraguay, y acaso en la mayoría del planeta, francamente deja mucho que desear.
Esperanza infinita y ninguna expectativa es la extraña combinación cuando pienso en la actualidad y el futuro de la humanidad.
Bueno, pero soy profe, es mi trabajo, me gusta, y vivo la actualidad, entonces busco “remediales”, el ignoto concepto de los grandes teóricos de la educación. Pues bien, hace un tiempo intenté una sistematización y a continuación la someto al examen de ustedes, mis queridos lectores.
Representación y Voluntad
Algo así como en el 2017 escribí un artículo para Ciencias del Sur[1] titulado: Dios ha muerto en Paraguay. El 2019, volví sobre este escrito para publicar parte de él, un poco mejorado, en un libro que titulé: El principio de Irrealidad [2]. Hoy el 2021, tengo serias dudas acerca de la solvencia interpretativa de lo ahí expuesto, pero aquí no voy a profundizar en ello, pues me interesa sobretodo contar como trasvasijé parte de este proceso en unas láminas de power point, cuyo objetivo era explicar la frase: Dios ha muerto.
Todo comienza con el genio seductor de Arthur Schopenhauer, para él, el conocimiento no tiene su origen en un proceso intelectual de la razón, sino en una fuerza anterior y primigenia, dicha fuerza es la Voluntad. Voluntad que para el ácido alemán es, según mi comprensión, traducible a lo que entendemos como Presencia, que a su vez es convertible a fenómeno e incluso a apariencia.
Todo aquello que se luce, se muestra, se escenifica en el mundo, lo hace en virtud de una configuración particular de la Voluntad universal, una configuración particular que se objetiva como “siendo” una presencia individual. El humano al conocer captura una representación (de la presencia) de la voluntad de las cosas, y esto sucede porque conocemos por semejanza: la misma Voluntad primaria de vida que somos es la que nos vincula con las presencias particulares que conocemos y la que nos permite tener una intuición (conocimiento inmediato) de la Voluntad universal.
Digámoslo de otra manera: todo lo que hay en el mundo se presencia en virtud de su voluntad, por tanto la Voluntad es absoluta: fuerza imposible de sistematizar por la razón humana, que gobierna y desgobierna el universo.
Embarazo y parto
Aquí voy a dar un paso dudoso, pero tenemos el aplomo: para Schopenhauer los humanos no pueden capturar la presencia, pues ella es privativa de las cosas, los humanos captan la representación de la presentación de las cosas, que por cierto ya es una apariencia ordenada por las categorías a priori de tiempo, espacio y causalidad (Kant) que posee el entendimiento humano. Lo único que los desdichados humanos pueden captar es la intuición pura de la Voluntad, todo lo demás es representación. Friedrich escuchó muy bien esto.
Pues bien, si esta, mi interpretación es aceptable, entonces demos un segundo paso.
Un Dios NO es un invento de los humanos para cubrir sus carencias de conocimiento como lo cree el positivismo, un Dios NO es una creación de los humanos como lo cree el romanticismo, un Dios NO es una proyección de los seres humanos como lo pensaba Feurbach.
La lectura todavía más arriesgada que me atrevo a proponer es que para Friedrich, un Dios es un embarazo del ser humano, producto de un orgasmo inconmensurable del espíritu de su cultura con el misterio del absoluto. Hay algo que no logramos comprender del todo y que parece que nunca lo haremos y eso es el infinito misterio del universo, pero en determinadas épocas el espíritu colectivo de una cultura logra embarazarse y parir un Dios, momento solemne y mágico, donde el absoluto, el tanto de absoluto depositado en el espíritu humano se representa con un nombre de Dios y una institución (siempre posterior) llamada religión.
Volvamos a la sala de clases, observen a mis queridísimos cerebros jóvenes cuando les muestro la imagen de un humano contemplando su reflejo en un espejo, y los invito a que imaginen que ese hombre no es un individuo, sino una cultura y que su reflejo es su propio espíritu conversando con el absoluto. A continuación les proyecto imágenes de Odín, Guanacaury, Ra, Apolo y otros dioses que vivieron pero que han muerto con la cultura que logró parirlos. El Dios católico se muere asesinado por los católicos, y esto lo sabía San Alberto Hurtado, él ya había conversado con las palabras de Zaratustra:
“¿Dónde, está Dios?
Yo te lo voy a decir.
Lo hemos matado, tú y yo.
Todos nosotros somos sus asesinos.
Pero ¿Cómo lo hicimos?
¿Cómo pudimos bebernos el océano? …/
¿A dónde se puede ir ahora?
¿A dónde vamos?” [3]
La clásica lectura que interpreta la frase: Dios ha muerto, como la muerte de los absolutos, es solvente, pero solo nos revela una cara de la moneda. En la segunda parte de este ensayo nos haremos cargo de solventar la lectura propuesta y explicar, ojalá lo mejor posible, la interpretación más ortodoxa de la frase Dios ha muerto. Pero desde ya tomen en cuenta de que para que algo pueda morir tiene que haber nacido alguna vez.
Referencias
[1] https://cienciasdelsur.com/2017/09/19/dios-ha-muerto-en-paraguay/
[2] Zapata César. El principio de irrealidad. Arandurá. 2018 Asunción.
[3] Nietzsche Friedrich. Así habló Zaratustra. Valdemar. Madrid 2005