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sábado, noviembre 23, 2024

Godoi, cocotero de la ñu guaraní

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Paranaländer gusta del pasado y de sus personajes novelescos, como el historiador y coleccionista paraguayo Juan Silvano Godoi (1850-1926), que odiaba la letra g con que empezaba su apellido.

 

Por: Paranaländer.

 

 

“El solar guarani” (Ediciones Nizza, Asunción/Buenos Aires, 1959, 2 ° edición) de Justo Pastor Benítez, le dedica un capítulo a Juan Silvano Godoi (1850-1926): Una vida novelesca.

No pudo ir a Europa en 1863 como becario del gobierno porque los médicos no le dieron el beneplácito. Sin embargo, vivió hasta los 75 años. Llegando ser el único sobreviviente de esa generación que Don Carlos quiso preparar para dirigir el país.

Su madre doña Petrona Echagüe de Godoi fue concebida durante la prisión de su padre Narciso Echagüe y Andía, prócer de la independencia y suegro de Vicente Ignacio Iturbe, a quien el Doctor Francia tuvo en la cárcel durante cuatro lustros y cuyo martirio describió Gil Navarro en “Veinte años en el calabozo”.

Estudio en el colegio jesuita de Santa Fe, donde tuvo de condiscípulo al futuro autor de “Tabaré”, Juan Zorrilla de San Martín. En los prolegómenos de la Guerra Guasú, en 1864, de vacaciones en Asunción, el Mariscal le permitió salir fuera del país para continuar sus estudios.

Así Juan Silvano y sus dos hermanos escaparon a la carnicería de los varones de la familia Echagüe (16 en total cayeron, entre ellos Policarpo Iturbe y el teniente José Tomás Echagüe, herido en la batalla de Corrales, condecorado y ascendido por López antes de su muerte).

Se negó a participar en la nefasta Legión Paraguaya. En 1870 abandonó el estudio de derecho y regresa al país. Integra la comisión redactora de la Constitución de ese año con Juan José Decoud y Facundo Machain (En 1921 el coronel Chirife también le encargó la redacción de un proyecto constitucional que quedó en borradores).

Su hermano Marco Antonio, caído prisionero en Misiones, es alevosamente asesinado por la gente del gobierno, durante la primera revolución organizada por Bernardino Caballero y cuyo secretario entonces fue Godoi.

En Itauguá un sargento bravucón de nombre Rejala le acomete, Godoi le enfrenta y le mata de un tiro.  Se hace amigo de José Dolores Molas, el intrépido asaltante de acorazados durante la Triple Alianza. Participa en el plan del magnicidio del presidente Juan Bautista Gill acaecido el 12 de abril de 1877. Se olvidó de escribir sobre Don Carlos, pero en su autobiografía deja un cuadro de los penumbrosos días del Triunvirato de 1870.

Odiaba la letra g, escribía todo con j. Lo mismo le pasaba con la i latina.

Se hizo abogado y confidente de Elisa Lynch, quien le entregó una fotografía de su época de esplendor, cuando Solano López, allá por 1856, maltrataba con sus pisadas de “cachorro de jaguar” los bulevares parisinos.

Cuando Carlos Loizaga penetró en la iglesia de La Encarnación para profanar y secuestrar los huesos de Francia como venganza, Godoi guardó algunos para su museo.

Perdió a su hija Haideé, primero, en Buenos Aires y, luego, a su hijo Sila en la revolución de 1904 en Villeta durante los 18 años que duró su exilio en Buenos Aires (su magnífica residencia estaba situada sobre la calle Santa Fe). Allí se hizo de dinero en el comercio (100.000 pesos oro, adquiriendo un barco y armas para alguna revolución futura) para invertir en dos viajes a Europa (Madrid, Paris, Roma, Florencia) y comprar los Murillo y Tintoretto que engalanarían su pinacoteca y los veinte mil volúmenes de su Biblioteca americana. Sus salones eran frecuentados por Aristóbulo del Valle, Ramón Cárcamo, Mariano Pelliza, Guido Spano.

Escribe sobre el Gral. Díaz que murió a los 33 años, “dejando como herencia un baúl con media docena de ropa, cinco onzas de oro y veinticinco pesos papel”.

El Mariscal es su obsesión como historiador. En “Monografías históricas” traza un paralelo entre López y Mitre. La amnistía decretada por Eguzquiza en 1895 le permite volver a su país.

En 1909 se inaugura el Museo que luego llevará su nombre. Guanes le homenajea con unos versos. De político, conspirador, constitucionalista, historiador, se convierte en benefactor cultural.

Escribió la biografía de su amigo el Barón de Rio Branco en 1912.

Tuvo de amigos a Gondra, Belisario Rivarola, Adolfo Aponte, José Montero y Silvano Mosqueira. Polemizó y se amigó finalmente con Cecilio Báez. Con Manuel Domínguez nunca se peleó.

Para enfrentar a Caballero y Escobar elogia a Escurra. Este le retribuye creando la Dirección del Museo y de la Biblioteca para Juan Silvano. Fue oficializado e inaugurado el 25 de abril de 1909. Lo expropió el gobierno del presidente Paiva.

Murió en Asunción en 1926. Su lema fue: todo o nada. Este esteta que fue recibido por Víctor Hugo llevaba una pistola bajo la levita. “En su inactividad semisecular se divertía dibujando en el blanco, a tiro, sus iniciales”.

 

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