A 134 años de la fundación de la Asociación Nacional Republicana- Partido Colorado, El Trueno conmemora esta fecha con un informe especial, repasando hitos de la historia paraguaya protagonizados por el coloradismo. Lo que sigue intenta ser un aporte para interpelar los lugares comunes de la historiografía hegemónica.
[Elaborado de manera colectiva por la redacción de El Trueno]
Es innegable que desde el año 2003 en adelante, el Paraguay experimenta un proceso sostenido de crecimiento de su economía, por encima del promedio de la región. Negar este hecho, supone desmentir todas las estadísticas oficiales, así como los informes de la CEPAL, el Banco Mundial y otros organismos internacionales.
Dicho proceso, lejos de ser un simple “milagro macroeconómico sin impacto en el pueblo”, como afirma cierto progresismo alérgico a la evidencia empírica, generó la reducción más grande de la pobreza y de la pobreza extrema en la historia de nuestro país (ver anexo, fig. 1 y 2). Redujo la desigualdad social, posibilitando que aumente la clase media como nunca antes (ver anexo, fig. 3 y 4). Modificó el perfil de las exportaciones, dándole mayor peso a la producción industrial (ver anexo, fig. 5). Solucionó problemas que otras economías de la región padecen, como la inflación y la inestabilidad cambiaria (ver anexo, fig. 6); logró el desendeudamiento que permitió volver al mercado de crédito internacional en condiciones óptimas (ver anexo, fig. 7). Creó y desarrolló un nuevo paradigma en políticas públicas respecto de la cuestión social, con el inicio de las transferencias condicionadas, con el programa Tekoporâ como emblema (ver anexo, fig. 8). Relanzó una titulación histórica de tierras al campesinado, desactivando graves conflictos de ocupación que iban ganando fuerza a comienzos del 2000, entre otros logros.
El camino fue trazado en el año 2003 en sus bases institucionales, a través de innumerables reformas hechas por un gobierno colorado y sigue intacto en sus líneas matrices, con avances, ampliaciones y ajustes que cada gobierno posterior añadió, sin importar su signo partidario. El presente, aun bajo el contexto de una pandemia y una crisis económica mundial, no es excepción, con logros que representan un verdadero punto de inflexión en la inversión pública. El paso del tiempo y la templanza de las pasiones permitirá reconocerlo, aunque nadie hoy pueda rebatir con argumentos y datos que el actual gobierno colorado está llevando adelante récords históricos en la ampliación de la infraestructura sanitaria, modernización sin precedentes de los programas sociales como lo demuestra el caso Pytytvo, un crecimiento del patrimonio vial que supera a todos los gobiernos precedentes (ver anexo, fig. 9), así como una acelerada reactivación de la economía en un continente sumido en el estancamiento y la desesperanza (ver anexo, fig. 10).
Si pocos pueden rebatir con seriedad argumentativa que hay un nuevo Paraguay luego del proceso iniciado por el coloradismo en los albores del siglo XXI, siegue siendo un gran lugar común opositor, alimentado por nuestra élite intelectual imaginaria, considerar que el coloradismo desempeñó un rol enteramente negativo durante el siglo XX. Se sostiene así que la violencia política, el autoritarismo y la falta de garantías para la participación política fueron invenciones mágicas del stronismo, simplificando la disputa que se da, luego de la guerra del Chaco, entre todas las fuerzas políticas por liderar una articulación cívico-militar que nadie ponía en cuestión seriamente, presentando por ejemplo otros modos posibles de construcción del orden político.
De este modo, se omite que la Constitución del 1967, legitimada de manera pluripartidista, supuso un avance normativo respecto de la Carta fascista del 40 aprobada en el gobierno liberal de Estigarribia. Es también una práctica habitual borrar de la historia el periodo previo de “gobiernos” liberales, donde imperaron cruentas guerras civiles, inestabilidad política, sistemáticas violaciones de todas las garantías habidas por haber. La Constitución del 67, más allá de las circunstancias que frustraron la aplicación de muchas de sus cláusulas, trajo consigo una indudable ampliación de los derechos y garantías, a tal punto que, según la perspectiva del constitucionalismo contemporáneo de matriz liberal, “su parte dogmática no ofrece reparo alguno”.
Finalmente, se omite que fue el mismo Partido Colorado, lejos de las ideas de homogeneidad y ausencia de disputas internas, el que puso fin al gobierno de Stroessner. Además, desde la apertura democrática de 1989: lideró el primer periodo efectivamente democrático de nuestra historia; puso fin al pacto cívico-militar en los inicios del 2000; garantizó la primera alternancia pacífica entre partidos políticos en 2008; y, con las reglas de juego de la competencia electoral, volvió a ganar en las urnas en el 2013.
Para valorar la magnitud del papel que desempeñó el coloradismo en el siglo XX como partido ampliador de las funciones estatales, modernizador e incorporador de sectores excluidos, es necesario recordar la situación previa a 1947. Existía entonces un Estado que, por su irrelevancia, ni siquiera sería correcto llamarlo gendarme, dado que carecía de control territorial efectivo, no tenía fuerza ni siquiera para imponer una moneda nacional, estaba dominado por empresas multinacionales cuyas juntas eran integradas por los más “ilustres” presidentes liberales. Primaba un liberalismo nominal, en el que la Constitución de 1870, además de cargar con el estigma de proceder de un contexto de ocupación extranjera, era sencillamente letra muerta. El periodo liberal demuestra que el uso de las instituciones republicanas como “fachada” de la arbitrariedad política tiene una historia de largo aliento, anterior al stronismo, siendo una constante de la historia de Paraguay en gran parte del siglo XX, sin distinción de signos políticos.
Un ejemplo fundamental, pero no el único, es que la participación política no fue libre ni abierta durante el periodo de hegemonía del Partido Liberal. Basta recordar que, solamente durante los gobiernos liberales (entre los años 1904 y 1940, sin contar el periodo de la Revolución Febrerista), los diferentes presidentes declararon el Estado de Sitio en 38 oportunidades. En todo ese período hubo una sola elección presidencial entre candidatos de partidos diferentes, aquella del año 1928, en la que se enfrentaron el liberal José P. Guaggiari contra el colorado Eduardo Fleitas, en una contienda donde varios lideres colorados estaban proscritos.
Nada más alejado de la “democracia de ensueño” y “el respeto al Estado de Derecho” narrado por algunos idealizadores del periodo liberal. Lejos del idilio proyectado por cierta intelectualidad, en ese periodo se practicó la tortura, regían relaciones laborales de semiesclavitud como las que padecía el mensú en los yerbales, se clausuraban permanentemente órganos de prensa colorados, se creó el campo de concentración Fortín Galpón, fue norma el fraude electoral, la proscripción política, la entrega de las funciones estatales a enclaves anglo-argentinos y el nulo reconocimiento de derechos a los trabajadores, campesinos y mujeres.
El lento y accidentado proceso de retorno de la ANR al poder no estuvo exento de contradicciones y vaivenes. Sin embargo, los datos expuestos por algunos registros e investigaciones dan cuenta de un contraste marcado respecto del periodo liberal y sus gobernantes, quienes nunca vieron con buenos ojos una mayor utilización de fondos públicos en procesos de inversión social que, desde sus lentes ideológicas, era una pérdida de recursos. Como bien señala el célebre historiador norteamericano Paul H. Lewis: “ni Ayala ni sus sucesores hicieron mucho por ayudar a los sectores más desafortunados de la sociedad”. Por el contrario, la vuelta del coloradismo al poder significó en el siglo XX la mayor incorporación de sectores antes excluidos de la vida política.
En lo que se refiere al pueblo trabajador, fue el Partido Colorado el que prestó mayor atención a este sector. Durante los gobiernos liberales, desde la resistencia política y social se fue forjando un discurso de fuerte reivindicación obrera. Ya en 1908 Ignacio A. Pane publicó su “Credo Republicano”, en el que llamó a “expurgar errores” del Partido Colorado y a transformarse en el abanderado de la “clase obrera y los pobres”, posiciones que fueron ratificadas en sucesivas convenciones partidarias, tribunas de prensa y acciones legislativas (en los momentos en que los liberales permitían la participación política).
El regreso del coloradismo al poder demostró que todo eso no era únicamente retórica: no solo se impulsó una decidida acción partidaria para la organización de los sindicatos, también se concedieron derechos como el aguinaldo (Decreto-Ley Nº 17.307/1947), las vacaciones anuales pagas (Decreto-Ley Nº 8.608/1951), además de impulsar el primer Código del Trabajo en la historia del Paraguay (1961) y de incorporar representantes de los trabajadores en el Consejo del Estado, anteriormente excluidos por la Carta política de 1940. Por encima de la discusión acerca de cuál es el modo correcto de distribuir, en el esquema constitucional, la participación de los poderes del Estado en el proceso de formación de la ley, lo cierto es que el contenido y alcance de los derechos laborales en el ordenamiento jurídico paraguayo, fueron redefinidos a partir del ejercicio de las facultades del entonces Poder Ejecutivo. La expansión de las expectativas jurídicas de los trabajadores (las prestaciones y las protecciones) alcanzó un inaudito grado de satisfacción en la historia constitucional, que fijó un nuevo nivel de imposible regresión jurídica.
Al mismo tiempo, la ANR organizó y movilizó a un sector históricamente marginado como es el campesinado. El Pynandí no sólo representó al miliciano que combatió con valor en la guerra civil de 1947, también fue la voz de un campesinado postergado en sus derechos políticos y sociales y fue el alma de las batallas más memorables en defensa de nuestra soberanía territorial en la guerra del Chaco. El compromiso del coloradismo con el campesinado no es una simple fraseología, lo muestran los datos colectados por el historiador y geógrafo holandés Jan Kleinpenning en su libro Paraguay rural 1870-1963: los gobiernos colorados repartieron muchos más títulos y tierras a pequeños agricultores que los gobiernos que le antecedieron (ver anexo, fig. 11). Los datos ofrecidos por este autor evidencian que, entre los años 1915 y 1947, fueron otorgados 7.685 títulos por una superficie total de 68.620 hectáreas. Mientras que entre los años 1948 y 1965, los títulos ascienden a 48.333 y la superficie a 1.544.118 hectáreas.
Otro hito de la historia del coloradismo en materia de ampliación de derechos es la promulgación, el 5 de julio de 1961, de la Ley 704, por la que por primera vez se reconoció el derecho a la participación y el voto a las mujeres. No se trata de negar que este logro pertenece a la propia lucha de las mujeres, sino de recordar que dichas reivindicaciones fueron primero apoyadas por el coloradismo en la oposición y promulgadas en el gobierno. Antes de eso, las mujeres no eran consideradas ciudadanas de pleno derecho, sino relegadas al ámbito doméstico como propiedad de sus padres y después de sus maridos, algo que nunca fue puesto en cuestión por los más conspicuos intelectuales liberales y sus gobernantes, mientras se embanderaban hipócritamente con los valores de la ilustración, la emancipación y la civilidad.
Si adoptamos una mirada histórica de larga duración, describiendo los procesos por sus posibilidades reales y no por criterios ajenos a la historia misma, es evidente que el rol desempeñado por el Partido Colorado en todo el siglo XX, así como en lo que va del presente siglo, es el de garante del orden, de la modernización, de la institucionalidad y de la incorporación de amplios sectores de la sociedad a la vida pública.
Hoy a 134 años de la fundación de la Asociación Nacional Republicana – Partido Colorado, los colorados y coloradas tienen la obligación de rescatar este legado y defender la historia grande del partido con argumentos y datos. Todo esto sin miedo a continuar librando en su seno las sanas disputas democráticas que caracterizan a nuestro partido y lo vuelven una de las organizaciones políticas más importantes de la región. Es un desafío para el futuro hacer honor a esta memoria y continuar siendo el partido del orden republicano y popular, de la justicia social, de la modernización, representante de los trabajadores urbanos, campesinos, mujeres y hombres que engrandecen nuestra patria.
ANEXO
Figura 1: PIB per cápita y tasa de pobreza en el Paraguay (2000-2019).
Fuente: El Excedente según datos de BCP e INE.
Figura 2: PIB per cápita y pobreza extrema en el Paraguay (2000-2019).
Fuente: El Excedente según datos de BCP e INE.
Figura 3: PIB per cápita, Índice de Gini y tasa de pobreza en el Paraguay.
Fuente: El Excedente según datos de BCP e INE.
Figura 4: Categorización de clases sociales en Paraguay
Fuente: Diario abc Color (30/06/2019), con datos de la DGEEC
Figura 5: Evolución del comercio exterior 1994- 2020 (en millones de USD)
Fuente: Boletín de Comercio Exterior 1994-2020 (DECI – Ministerio de Hacienda, con datos del BCP)
Figura 6: Inflación en Paraguay
Fuente: Amilcar Ferreira- SEI Consulting Group con datos del BCP
Figura 7: Relación deuda pública / PIB en Paraguay
Fuente: Amilcar Ferreira- SEI Consulting Group con datos del BCP
Figura 8: Beneficiarios del programa Tekoporâ (2005-2018)
Fuente: Elaboración propia según datos de la CEPAL
Figura 9: Comparativo por gobiernos de nuevos asfaltados habilitados
Fuente: MOPC
Figura 10: Comparativo crecimiento económico 2020 en la región
Fuente: Agencia IP, con datos del FMI.
Figura 11: Títulos otorgados en el periodo 1915-1965 y superficie afectada
Fuente: Kleinpenning, Jan. Paraguay rural 1870-1963. Una geografía del proceso, el pillaje y la pobreza, Tiempo de Historia, 2014.