El filósofo César Zapata escribe sobre la relación entre la filosofía oriental, la ética y los problemas fundamentales de la metafísica.
Mi padre solía contarme varios cuentos cuando era pequeño, conocía de memoria su repertorio, pero siempre tenía oídos nuevos para escuchar, tres eran sus recurrentes, el de Samba Kalún: un rey africano que se negaba a participar en la guerra porque tenía miedo; la batalla de los Yacarés: un precioso cuento de Horacio Quiroga; y una especie de leyenda Licán Antai[1], acerca de un brujo chaman y sus palabras. Este último era el más abstracto y tal vez una invención de mi padre basada en historias que escuchó cuando estuvo con las comunidades Licán Antai en el norte de Chile.
«…Había un misterioso Chamán ermitaño que vivía a los píes de un cerro en el desierto. Los habitantes de su pueblo solo podían visitarlo para pedirle consejos de medicina y remedios cuando alguien estaba enfermo. Cierto día un pueblerino curioso por saber que hacía este extraño anciano cuando estaba solo, lo espió desde una distancia discreta: el viejo durante todo el día molió en un mortero todo tipo de yerbas y apenas llegó el atardecer se recostó en un hoyo poco profundo y se tapó con un poco de tierra para dormir. El curioso, desilusionado por la sencilla rutina del chamán, se preparaba para regresar al poblado, cuando vio algo increíble, de la boca del viejo salían palabras que se convertían en colosales animales sobrenaturales, la palabra cielo era una alpaca inmensa de color azul, la palabra tierra un zorro dorado, la palabra sol un maravilloso lagarto anaranjado. El pueblerino después de un largo momento de estupefacción, salió corriendo aterrorizado y en su loca carrera no se dió cuenta de un pozo profundo y murió al caer sobre su fondo de piedra. Al otro día lo encontró un pastor y cuando lograron sacar el cuerpo se dieron cuenta que su boca tenia los labios unidos por finas espinas de cactus».
Mi padre sacaba algunas conclusiones morales de este cuento, pero la verdad es que desde ahí no he dejado de imaginarme a las palabras como animales sobrenaturales que habitan en el cosmos humano.
Mi fijación animista con las palabras sobretodo recae en los conceptos límites, aquellos que portan absoluto. Sin duda uno de los más atractivo para mi es la NADA, tal vez la nada salga de la boca del brujo durmiente como un lobo blanco que se diluye y restituye en un aullido ronco de color celeste. Lo cierto es que este concepto pertenece a una manada muy inquietante, pues la nada extrañamente no está sola, viene acompañada del NO, del VACÍO, del NINGUNO de la AUSENCIA del NO SER y de NUNCA y la verdad es que constantemente ha llamado la atención del filosofar de todas las latitudes del planeta.
En el presente ensayo, voy a intentar comentar dos aspectos del filosofar del japonés Nishida Kitaró[2], ambos vinculados con la concepción oriental de la nada.
El primero es concebir a la filosofía como una práctica que transforma la noción misma de la realidad.
El segundo es una suerte de fenomenología que podríamos calificar como descentrada respecto de la consciencia.
El horizonte chino
Creo apropiado comenzar examinando algunas características del pensamiento antiguo chino, pues me parece que es equivalente a recurrir a los griegos arcaicos como fuente de análisis en el filosofar occidental.
Dos de las figuras mas potentes del pensamiento chino, Lao Tse y Confucio, unos 2500 antes del presente, apuntaron su filosofar en la búsqueda de una estructura ética que pudiera servir a los humanos para vivir de manera plena, ser mejores, ser felices en la virtud de un comportamiento recto como ciudadanos.
Atendiendo a este intento resulta posible hacer un paralelo entre los pensadores chinos y las llamadas escuelas éticas de los griegos: cinismo, estoicismo, epicureísmo, escepticismo. Aunque en el caso de los chinos lo ético y lo político estaban indisolublemente ligados y en los griegos esta vuelta a la ética era gatillada en cierta medida como reacción a los grandes sistemas ontológicos de Platón y Aristóteles.
Respecto de esto habría mucho que decir en ambas latitudes, pero aquí me interesa únicamente poner de manifiesto lo siguiente: estas filosofías antiguas centradas en la ética, suelen tener una postura clausurada respecto de la metafísica, pues tachan de inútil el esmero por explicar el origen último de la realidad. Y esto, entre otras razones, porque la ética es por sobretodo una práctica que, por cierto, requiere plantear principios teóricos pensados para diferenciar entre lo correcto y lo incorrecto, pero la validez de estos principios se resuelve en la práctica, en las acciones diarias, no en un constante replanteamiento de la teoría.
Visto desde otro punto de vista la teoría ética tiene un objetivo claro: hacer que los humanos se comporten virtuosamente, y su campo de especulación queda circunscrito en esa zona, no en el intento de explicar la realidad como totalidad.
A partir de esto, se pueden sacar, por lo menos dos conclusiones:
1-El filosofar chino antiguo se constituye como una práctica, no se trata de una especulación acerca de la realidad, sino de practicar las acciones que nos llevan a la virtud. A pesar que el concepto Tao es sumamente abstracto y en cierta medida equivalente al Ser de los griegos, Lao Tse, por ejemplo, esquiva emprender una especulación acerca del Tao en sí mismo, pues lo verdaderamente importante es vivir de acuerdo a su legalidad cósmica, como un máximo principio ético. Son los humanos aquellos que con sus actos validan una filosofía de vida en el Tao, un camino hacia la virtud, el filósofo es sobretodo un practicante, un humano de acciones.
2-Este desprecio por la metafísica (el intento por explicar la estructura de lo real, su origen y finalidad) es en cierto sentido una NADA, pues se constituye como AUSENCIA, no se trata de que no exista una explicación, sino de que es inconducente acceder a ella. El gran sofista Gorgias destruye al Ser de Parménides, con la puesta en la escena lógico dialéctica de la vía impensable, es decir de la vía del No Ser. Lao Tse, responde a sus discípulos que, si apenas sabemos acerca de las cosas de la vida, menos podríamos preocuparnos por lo que pasa después de ella.
Pues bien, en esta primera parte, hemos tratado de poner en escenario un puente entre el filosofar de los chinos antiguos y el de las llamadas escuelas éticas griegas, esto es una clausura metafísica y una intención práctica. En ello hemos visto asomar la cabeza de la nada y de otros dos animales de su manada la ausencia y el No Ser. Aún nos queda camino para llegar a la nada del filosofar japonés.
[1] Los Licán Antai, son los habitantes originarios que vivían en la actual segunda región de Chile y parte del altiplano Argentino y Boliviano, su cultura tuvo influencias Tiahuanaco y del Tahuantinsuyo (Incas) antes de ser invadidos por los españoles, los cuales los bautizaron como Atacameños.
[2] Al respecto recomiendo dos libros: Indagación del bien de Kitaro Nischida incluye una contundente introducción de Nasao Abe (Gedisa Editorial. Barcelona 1995) y Los filósofos de la nada de James W. Heisig, incluye un incisivo prólogo de Raimon Panikkar. (Herder. Barcelona 2002)