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viernes, noviembre 22, 2024

El Paraíso de Gurnah

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Paranaländer se introduce en el Paraíso (1997) del flamante premio Nobel de literatura, Abdulrazak Gurnah, para salir quizás más sabio y, al mismo tiempo, más amargado.

 

Por: Paranaländer.

 

“Fue estando con ellos cuando Yusuf oyó por primera vez que los bebés vivían en los penes. Cuando un hombre quería un niño, metía el bebé dentro de la barriga de una mujer, donde había más espacio para que se desarrollara. No fue el único en considerar esta historia increíble y, a medida que la discusión se fue acalorando, los muchachos empezaron a sacar sus penes y a medirlos. Los bebés pronto quedaron olvidados y los penes cobraron interés por sí mismos. Los chicos mayores se sentían orgullosos de exhibirse y obligaban a los más jóvenes a poner al descubierto sus pequeños abdallas, para reírse de ellos”.

«No viajé para recoger datos, sino para que el polvo volviera a entrarme en la nariz», nos dice sobre Paraíso (1997) su autor ABDULRAZAK GURNAH (1948, Zanzíbar, Tanzania).

La novela tiene dos partes o movimientos. La primera tiene el ritmo del safari comercial a base de portadores, orquesta y bienes, es la de la caravana en miniatura, viaje mercantil abriéndose paso en lo profundo de África, en busca de oro y marfil. Tiene el aura de los relatos árabes medievales (Ibn Battuta), narrativa realista e incluso naturalista en un paisaje exótico, multicultural (Yusut y Amina son swahili, Aziz y Khalil árabes, omaníes y somalíes también aparecen, está el sij mecánico de autos, los alemanes de la colonia y su ejército de azaris -nativos al servicio de los colonos-, los afrikáners, los ingleses, belgas, etc.), universo infernal y paradisiaco a la vez. Todo el tiempo cada una de las culturas y etnias y religiones se echan cosas en cara: “—¿Tú crees que Dios está loco? —replicó Hamid—. ¡Poner el Paraíso en India!” O “¿Qué dirán cuando escriban sobre nosotros? Que éramos negreros”.

También es una novela de aprendizaje de su protagonista, Yusuf. Yusuf aprende que tío Aziz no es su tío, que su padre se lo vendió para saldar una deuda (sensu stricto, es un rehén hasta que su padre honre la deuda), que los indios prestan plata a los árabes para que éstos emprendan negocios que generalmente terminan en la bancarrota, que Khalil, su compinche, especie de Huckleberry Fin árabe, también es otro rehén, que Amina no es hermana de sangre de Khalil sino rehén vuelta esposa del señor (seyyid) Aziz. Las experiencias y peripecias incluso negativas tienen sus fábulas orientales que explican cada uno de los hechos. Yusut tiene 12 años cuando empieza la novela y 17 cuando termina (al inicio de la primera guerra mundial). Está ambientada en la llamada África Oriental Alemana, entre Tanzania y la región de los grandes Lagos.

La segunda parte o movimiento es un melodrama de interiores y jardines, de mujeres y delirios supersticiosos, de casidas y, otra vez, esclavos. O una novelita picaresca de criados. El jardín podría ser metáfora del paraíso del título del libro. Es un paraíso encajado en una mansión señorial. Su autor, un esclavo que rechazó su libertad, según lo cuenta en un momento dado, porque nadie quita ni concede la verdadera libertad, que es inalienable.

Yusuf, la víctima perpetua de injusticias sin fin, es también «Mashaallah». Una maravilla de Dios. Pasa por todo tipo de acosos, de mujeres libidinosas, de somitas…

El tema del libro, que unos señores dispongan de la vida y la muerte de otros. Una jurisprudencia aparentemente nativa, formalizada a escala continental primero por los árabes y luego, claro, los europeos. La libertad que encuentra al final Yusut parece negativa, no la fuga de amor con una mujer ni la deuda de sus padres saldada.

La novela es muy cruel, esa crueldad ejercida sobre niños, mujeres, sirvientes, ancianos. Y los sabios también pueden ejercer esa crueldad. El musulmán de Zanzíbar Hussein, el jardinero de las casidas, son sabios apartados del afán de abrir mercados y enriquecerse. Pero casi no tienen peso en sus coetáneos con su ejemplo o prédica tomada en su mayoría en sorna.

No se si una novela vale el Nobel. Si tuviera que dirimir, la primera parte tiene punch y atractivo, es como viajar al infierno desde tu casa. Pero es imposible llegar a una reconciliación catártica con la historia de África. Un premio sueco no creo sea el mejor modo para saldar culpabilidades históricas. Yusut, de forma inverosímil, termina virgen después del alud de violencias.

 

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