El solo hecho de afirmar que no está descartada su postulación a la Presidencia de la Junta de Gobierno de la ANR colocó al presidente de la República en el centro de todo el debate político nacional.
Sucede que un grupo de senadores oficialistas pidió a Mario Abdo que piense en la posibilidad de postularse a la titularidad del Partido Colorado, entre ellos, Enrique Bacchetta, quien incluso fue más allá y afirmó que el mandatario ganaría “sin despeinarse”.
Horas de aire en los medios de comunicación y varias tapas de periódicos fueron dedicados al presidente, que demostró que con iniciativa política puede suplir lo que su equipo de comunicación no logra fácilmente: la centralidad política y la capacidad de marcar agenda.
El anuncio reflotó un viejo debate que ya fue resuelto en su momento por la Corte Suprema de Justicia. El presidente de la República no puede ejercer dos cargos al mismo tiempo, ese es un imperativo que está fuera de discusión, lo cual no quiere decir que el mandatario no pueda ser candidato.
De hecho, la idea es que las elecciones se desarrollen el año próximo y el que salga electo asuma en funciones en la ANR recién después del 15 de agosto del 2023, con lo cual una eventual victoria de Mario Abdo no generaría polémica respecto de los que consideran que defender un proyecto político lesiona el mandato de dedicación exclusiva que plantea la Constitución.
Pero más allá de la cuestión meramente jurídica, que tal como se dijo más arriba ya fue resuelta por la CSJ hace muchos años, lo que que sorprende es que ciertos sectores políticos se rasguen las vestiduras ante un anuncio de este tipo. ¿O acaso no es importante que el presidente de la República busque liderar la fuerza que lo sustenta?
Estos arranques de puritanismo no tienen razón de ser, ya que el cargo de presidente es eminentemente político y es importante para la salud de la democracia que un mandatario tenga buenas relaciones con su partido y lidere su base de apoyo. Además, hay que dejar lado la creencia que un alto funcionario debe ser casi un anacoreta político que solo debe dedicarse a firmar decretos en la soledad de su despacho.
Finalmente, llama la atención la preocupación que genera la candidatura de Mario Abdo entre los críticos de su gobierno. Si su gestión fuera un fracaso y no tuviera logros que reivindicar, los detractores del oficialismo deberían celebrar dicha candidatura y considerar al presidente como el adversario ideal.
La histérica reacción a la posibilidad de que el presidente de la República compita por la ANR parece ser el síntoma de una precaria convicción en la fábula del desastre que muchos pintan sobre el Paraguay.
De cualquier modo, para diciembre de 2022 falta mucho. El tablero político se irá alineando con grandes sorpresas, idas y venidas. Lo importante será que la ANR siga consolidando sus mecanismos institucionales para dirimir democráticamente la competencia interna.