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viernes, noviembre 22, 2024

Dos taras de la clase intelectual parawayensis

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Paranaländer clasifica y describe las dos taras principales que afectan a todo intelectual parawayensis: síndrome Jorge de Burgos y existencia agobiada de proteicos miedos.

 

Por: Paranaländer

 

Primera tara: el síndrome, que llamo, de Jorge de Burgos.

Esta tara, endémica, crónica, sempiterna, ha copado todo el espacio o la escena cultural de nuestro país. Usamos el nombre del personaje de la novela “El nombre de la rosa” (1980) para intentar una representación lo más simple y gráfica posible de este fenómeno tragicómico. Consiste en que el propio hombre o funcionario encargado de promover cultura se afana en su traba. Orwelliano ministro de la cultura que produce ignorancia. Burócrata que se escuda en la falta de fondos y su pereza congénita. Si un bien cultural está a su cargo, él lo secuestra y oculta. Monopolio y ocultamiento de saber.

No es necesario hacer una retahíla de nombres, casi todos nuestros benefactores culturales son o han sido de cuerpo entero Jorge de Burgos.

Si ha digitalizado todos los ejemplares de un representativo diario del siglo 19, no lo subirá al sitio web.

Si su catálogo ha caducado, ya no se encuentran ejemplares de esa remota edición primigenia, no lo reeditará, menos aún digitalizará hermosos y prácticos pdf’s para que la juventud se empape de conocimiento.

Si ocupa una silla cultural, solo la muerte podrá ser su relevo. Su patota de alabarderos vive lanzando hurras sobre su hermosa testa, porque si cambia la cabeza, también cambiará el cuerpo y sus miembros.

Segunda tara: el intelectual paraguayo vive acosado de infinitesimales y variopintos miedos.

No puede despotricar contra el enésimo premio nacional, contra la película que gusta a toda la hermosa hipocresía clasemediera del país, si escribe artículos será “apoyando” al grupito insufrible de rock, al neo audiovisualista nativo, al poeta que se desmelena y muestra el trasero en plan ndarecói la culpa. Publicará como reseñas o criticas guau textos publicitarios de solapa o contratapa.

El monopolio y el miedo. El monopolio del bien público secuestrado en espera chicha de un beneficio privado. Acumular, guardar es poder. Puedo luego dar una charla en el extranjero sobre eso que no hago circular en mi propio país. O un zoom pagado.

El intelectual uniformado y ese otro, el del traje de calle. Uno con sus tejemanejes y el otro con sus miedos.

Miedo grande e invencible a decir la verdad profunda que le brota desde las mismas entrañas, no esa cosa del teatro social, pura urbanidad acomodaticia, “no me quiero meter en líos ni perder una changa o zoquete después por bocón o metiche vyro chusko”.

Uno: envenenador por guardar el saber para nadie. El otro, aterrorizado de fantasmas y miedos cervales y supersticiosos, se guarda a sí mismo, a su opinión, su propio y auténtico saber. El denominador común: guardar o guardarse.

Dos taras, es decir, se trata de un morbo que hace añares, casi siglos, ha incubado y aqueja los cuerpos y las almas de nuestros más preclaros y vanguardistas ciudadanos.

Sí, tarado viene etimológicamente de tara, defecto físico o psíquico rancio que marchita la vida de un organismo y a sus descendientes.

Nuestros intelectuales paraguayensis al ser atacados por estas dos taras son todos verdaderamente, con propiedad, tarados.

 

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