Paranaländer explica el ars poética de Edgar Pou con la imagen medieval del gastrocéfalo, ese ser fantástico cuyo vientre es una cara, símbolo de la centralidad de las vísceras en su poesía.
Por: Paranaländer.
Para Edgar Pou (nacido en 1969, entre Lambaré y Ñemby, nómada entre Ita Pytã Punta y Piribebuy, hoy asentado en su rancho de Itauguá con tajamar zen de uso colectivo), nombre de pluma del poeta Edgardo Cazal, la poesía ya no es alcanzada desde afuera, como en las flores del Mall baudeleriano, ahora se trata de una inmersión o una deep endoscopía. Vemos las entrañas y vísceras de la poesía, aquí se trata como si estuviéramos en la peli “Todo lo que siempre quise saber de sexo y nunca me atreví a pregunté” (1972), de Woody Allen, sobre todo comparten humor y connotaciones sexuales. El poeta pregunta por el “hígado prometeico”, los “riñones desenfrenados”, el “perevy si te falta algo”, el “korazó tuyakué”, la “tripagorda selbagem”, el “bofe sin grisallas”, el “cuajo para el bienamado”, y ese “neike neike toro bola”. Cada achura es como el tótem o la figura apotropaica de una acción o personaje del universo todo de ese barrio bien alienmentado de poesía. O mejor aún, como en una peli de Jean Painlevé, el cineasta biólogo. Con él nos sumergimos en los fondos abisales de una existencia alienígena. Poesía de inmersión o buceo. Poesía de población exótica, escondida, tapada, tabuizada, corporal o natural, en el fondo untuosa. Pero aún hay más en la poesía chura-chura de Pou. Es un homenaje a la poesía popular, la perifoneada por los churreros de barrio y sus parlantes de una poética guillotinada ya hoy por la neo fauna repetitiva de shopping y biggies vayros. Reivindica la otrora oralidad suburbial, improvisada, repentizada, yoparaizada, despreciada por nuestros poeta-chetos de ayer y de hoy, en conexión con Herzog y su documental “How Much Wood Would a Woodchuck Chuck” (1977), que trata sobre la “última poesía capitalista posible”, la de los subastadores de ganado en el campeonato mundial de Pennsylvania. Poesía oral y comestible, que se nos hace agua en la boca, en la lengua golosa y aun los ikumbéva se animan a tirar una rima fake. Poesía de parlante de añaretaí o compañía huguareguã. Rítmica como un anuncio publicitario, con el swing del vendedor callejero, no queda otra que sucumbir a su biblioteca sonora, cotidiana, suculenta. Destripamiento del cuerpo victoriano de la poesía con el sonsonete del churero. La de Pou es una poesía visceral, con la impronta de un gastrocéfalo.
Aparecido en Santa Muerte cartonera (2008), “El Quinielero patafísico”, contiene uno de sus poemas más antológicos:
Chura chura chura (el churero en sidecar)
chura chura chura
mondongo criptonita
aleja chongos de capa y bombachita
rompe azuza pubis perö
viagrampa tétricos tembó puro output
librillo amoratado turbará ese kangy furtivo
que atenaza tu carnaza
chinchulín pálido helicoidal
chinchulín que encebolla
la mansedumbre de tanto pasto muerto
kü mátare sin responsos ni retórica
mugidos de Spandau o de Riga
ipokué misterioso – senderos perdidos
hígado prometeico
riñones desenfrenados
chura chura chura
perevy si te falta algo
(un coturno, un desabillé, el na’ápe en tu punto G)
y curarte esa fisura
sana sana con pikana
korazó tuyakué
tripagorda selbagem
bofe sin grisallas
cuajo para el bienamado
futuro kezito (do you like posición candado?)
neike neike toro bola
vade retro vare’á sempiterno
koa hína ñande bezoar
los 4 estómagos kele’é
las metáforas jatebú
las estrofas tembonë
el ADN añarevikuá
de la poesía del jopará