Paranaländer viaja mentalmente a Hohenau, 1933, y oye la historia de Perú que cuenta un viejo chiripa al antropólogo Baldus. Luego, en el Perurimá (2008) de Miguelángel Meza, halla otra vez al rey.
Por: Paranaländer
Nunes Pereira, genial autor de “Moronguêtá, el Decameron indígena” (1967), en su lista de tricksters o tramposos sudamericanos junto a Bahira, el «héroe-civilizador» de los Tupi do rio Madeira, coloca a Makunaima de los Taulipang y Arekuná, a Naxivé de los Karajá, a Pitanoé de los Tereno, a Tawkxwax de los Matako y, por último, a nuestro conocido Perú, trickster de los chiripá.
Como ejemplo de este último, copiamos el breve texto aparecido en “Ligeras notas sobre dos tribus tupis del margen paraguayo del Paraná: Guayaki y Chiripa” (1936) de Herbert Baldus. Merece destacarse que estas historias, Baldus la recogió en un distrito de la colonia alemana Hohenau, en noviembre de 1933. Se había enterado que el gobierno de Eusebio Ayala había arreado indios chiripá hasta el campo penal de Encarnación y otros aledaños para hacerlos trabajar durante las urgencias de provisiones alimenticias por la Guerra del Chaco.
“Uno de los dos Chiripás bizcos, todavía conocía un poco de la mitología de su tribu. Falaba en voz baja y monótono en una mezcla de su propio dialecto y guaraní paraguayo, que contiene algunas expresiones españolas. Del sol y la luna solo puedo decir que ambos son del sexo masculino. Pero sin embargo tuve que informar del Perú, el primer hombre. Éste era un verdadero listillo. Contó muchas historias, engañó a todos con sus patrañas y nunca se dejó engañar. Perú también aparece en el folclore paraguayo y su
nombre, según opinión del autorizado D. Carlos Grosso Sosa, en Villa Conceição do Paraguay, deriva de
Pedro, nombre español, pero, como yo lo veo, muy probablemente de la palabra guaraní perõ: pelado.
Chiripá supo contar de Perú, historias mayormente obscenas. Ella y los hombres presentes se reían en voz alta por todas las expresiones indecentes. Estas historias se referían a nociones traídas por la «civilización» y demostraba toda la corrupción moral de los indios «civilizados».
Como ejemplo, servirá lo siguiente: Perú trabajaba como cocinero en la casa de un rey. Llevaba, como si fuera una mujer, el pelo largo. El rey, juzgando que realmente lo era, deseaba poseerlo. Le propuso el acto amoroso, a lo que Perú accedió, extorsionándole con dinero previamente. En posesión de una cierta cantidad, se volvió contra su perseguidor, obligándolo, por medio de la violencia, a prácticas homosexuales, lo que provocó que el Rey enfermara. Cuando la reina le preguntó la causa de la enfermedad, él le contó sobre su engaño y el terrible esfuerzo de Perú, diciéndole que tenía la intención de violarla a ella y a sus hijas. El Chiripa contó una sola historia decente de Perú y, sin duda, puramente indígena, y que también contiene un elemento mitológico bien conocido de los Tupi-Guaraní, a saber: el robo del fuego por el sapo: El primero que poseyó el fuego fue el buitre. El buitre encontró Perú, Perú fingió estar muerto. Entonces el buitre quiso asaltarlo. Cuando lo puso al fuego, Perú dispersó las brasas. La rana quiso robar el fuego y se tragó un pequeño trozo de brasa. Entonces Perú agregó otra vez las brasas. El sapo se llevó el pedacito con él. Según la tradición de otras tribus tupi-guaraníes, el sapo da el fuego robado a los hombres. Es cierto que Chiripa no mencionó este detalle en particular. A pesar de eso, el Perú, que ayudó al sapo en el robo, fue ciertamente el benefactor de los hombres, como figuras mitológicas similares llenas de bromas entre ciertos otros indios sudamericanos”.
Fuera del ámbito estrictamente antropológico, Perurimá también es un pícaro de la literatura oral paraguaya como se ve en las recopilaciones hechas por el poeta guarani Miguelángel Meza (Incluso en las reelaboraciones de Rosicrán en “Ñande Ypykuéra” del año 1922), que extractamos a continuación de “Perurima. Teatro Mbyky Mbyky”, 2008
“RELATOR: (Sentado en la parte frontal. Una única luz, lo ilumina. Se dirige al público). Dicen que cierto día llegó Perurimá a su casa, con deseo de charlar con su madre, que dormía plácidamente en una hamaca. Le habló y no se despertó. Había sido que murió! Se puso a pensar. Perurimá andaba sin dinero ya por largo tiempo. Entonces cargó al hombro el cadáver de su madre y llevó al palacio del Rey (Luces. Baja Relator).
PERURIMÁ: (Entra de derecha, con el cadáver de la madre al hombro, llorando). ¡Mi madre, tan querida! ¡Miren cómo está! (Recuesta el cadáver contra el brocal del pozo y coloca un pedazo de madera, como para sostenerla mal que mal). ¡Demasiado enferma está mi mamá! ¡No quiero que se muera! (Se lamenta).
SEÑOR REY: (Entra de Palacio al encuentro de Perurimá). ¿Qué te pasa Perurimá?
PERURIMÁ: (Se cuelga del cuello del Señor Rey). ¡Por favor, Señor Rey, mi madre está muy enferma! ¿Me podría ayudar a llevar al médico, Señor?
DOÑA REINA: (Entra de Palacio). ¿Qué está pasando?
PERURIMÁ: Miren, Don Rey, Doña Reina, mi madre está muy enferma (Se lamenta de nuevo).
DOÑA REINA: (Corre hacia el cadáver de la madre de Perurimá). ¿Qué te pasa, señora? (Al abrazar el cadáver de la madre de Perurimá, éste cae al pozo). ¡Mamá!…
PERURIMÁ: (Se retira del Señor Rey). ¡Doña Reina! ¡Qué fue lo que hiciste! ¡Mataste a mi madre! ¡Aaayy! (Mira al pozo) ¡Mírenla, la mataste totalmente! Iré a demandarte al Gran Señor. (Al dirigirse hacía la puerta brillante colgada, le retuvo Doña Reina).
DOÑA REINA: (Llora) No te vayas, Perú, por favor.
SEÑOR REY: No te vayas, Perú. ¡Por favor!
DOÑA REINA: No te vayas, Perú.
PERURIMÁ: No hay caso, iré a denunciarte. (Intenta escabullirse hacia la puerta brillante colgada). ¡Le mataste totalmente a mi mamá… !
SEÑOR REY: Te daremos lo que pidas. (A Doña Reina) ¿Verdad?
DOÑA REINA: Te daremos. Te daremos muchísimas cosas.
SEÑOR REY y DOÑA REINA: Te daremos todo lo que pidas. Todo lo que tenemos.
PERURIMÁ: (Llora más tranquilo) Qué podemo remediar más, lo hecho ya está hecho. (Va juntando, amontonando, todo lo que Señor Rey y Doña Reina van sacando del palacio).
SEÑOR REY: He aquí nuestro diamante.
DOÑA REINA: He aquí nuestro oro. (Ruido de metales).
SEÑOR REY: He aquí nuestra plata. (Ruido de metales).
DOÑA REINA: He aquí las mejores ropas.
SEÑOR REY: (Trae tres papeles) He aquí nuestras vacas, con estos documentos, te las damos todas (Se oyen vacas mugiendo).
SEÑOR REY y DOÑA REINA: Y este palacio, con el campo, en donde estamos, también te lo dejamos. (Salen con la mano en la cabeza, por derecha. Se apagan luces).
RELATOR: (Sube y se sienta en la parte frontal. Una única luz lo ilumina. Se dirige al público) Y así, con las manos sobre la cabeza, como quien dice, se fueron el Señor Rey y la Señora Reina. ¿Quedaron pobres, los Reyes? ¡No! Ellos se fueron a su otro palacio, ubicado al otro lado del gran campo. Perurimá quedó inmensamente rico. Mandó sacar el cadáver de su madre del pozo y lo mandó enterrar en un ataúd brillante. Con muchísimo dinero quedó. Y…, se acabó!”