Paranaländer, omnívoro lector de historias actuales, de la historia de la gordura, del matrimonio, de la pobreza del Paraguay, de la vejez, de las rebeliones guaraníes, ahora ha recalado en la Historia del pecho femenino.
Por: Paranaländer.
La historiadora Marilyn Yalom ha firmado un libro maravilloso: “Historia del pecho” (o seno o teta), del año 1997.
Típico fetiche de Occidente, el seno femenino. Mientras lo son los pies en China, o la parte posterior del cuello en Japón o las nalgas en África y el Caribe.
Ella ha contabilizado 25 mil años de historia del seno (o pecho).
Se bifurca la historia del seno en: Senos buenos, el de libertad de la revolú francesa.
El de la pintura italiana hace 600 años, pletórica de vírgenes amamantando, el del Próximo Oriente y aún de Occidente, durante 5 mil años, con el reinado de ídolos femeninos entregados a la adoración.
Y en malos senos, en el Génesis, en Ezequiel, en Lady Macbeth.
El seno tiene varios sentidos, a los cuales dedica sendos capítulos, seis en total: significado maternal, sacro (diosas, sacerdotisas, mujeres bíblicas, santas, vírgenes) o sexual (o erótico: globos celestiales), doméstico (interludio holandés), el seno político (senos para la nación, seno psicológico (cuidar del cuerpo).
Mi preferido es el capítulo segundo, ese del pecho sexual o globo celestial.
Antes del pecho liso y masculino de los años 20, y de los proyectiles sexuales de los 50’s, hubo mucha historia.
Los poetas son una de las fuentes de Yalom:
Villon exclama: “senos pequeños y ancas carnosas”, cuya perdida lamenta la Bella Heaumière envejecida.
Gratien du Pont, expone el seno ideal como: “pequeños, blancos, redondos como manzanas, duros firmes y alejados uno del otro”.
En Italia, los jóvenes aprendían a memorizar las partes del cuerpo femenino a partir de poemas de Petrarca.
Ariosto extrae el ritmo de las tetas, “van y vienen como una ola”.
El cantar de los cantares, “desearía que fueras mi hermano/ amamantado de los pechos de mi madre/ para que al encontrarte afuera pudiera besarte/sin que nadie me detenga”.
O más brevemente: “nuestra hermana es pequeña/sus senos son flores”.
Louise Labbé quiere abrazar a su amante bajo su “tierno seno”.
Ronsard, fanático de las tetas, dedica unos poemas a Cassandre, “de bello seno, botones virginales”.
Aunque a veces el apremio por tocar le lleva a expresar: “Pido a Dios nunca haber tocado/el pezón de mi amiga con tanta locura”.
El físico teutón Cornelio Agripa (acusado de proteger la brujería) prefería, a diferencia de tanos y franxutes, el pecho ampuloso con senos equilibrados”.
Marot, autor de “El bello seno”, responsable de la poesía de moda llamada blason (Pascal Lainé y Pascal Quignard editaron una selección, que los exhumaba del olvido, titulada “Blasons anatomiques du Corps Féminin”), que rendía homenaje a cada parte del cuerpo de una mujer: ojos, cejas, nariz, orejas, lengua, cabello, tetas, ombligo, nalgas, pies (un ejemplo, BEAULIEU (Eustorg de), Blason de la joue, Blason de la langue, Blason du nez, Blason des dents, Blason du cul,
Blason du pet et de la vesse , Blason de la voix), canta : “transformando el pecho de una virgen/en el pecho de una mujer hecha y bella”.
La copa de vino del rey franxute Enrique II tenía la forma de las tetas de su amante Diane de Poitiers, una práctica que según Brantôme se remonta vía Plinio a Helena de Troya, una tradición griega invocaba los senos de Helena como la fuente original de la primera copa de vino.