El filósofo César Zapata escribe una profunda crónica social sobre Paraguay, narrando su llegada y aclimatamiento inicial a Asunción en el año 2012.
Había un olor penetrante más caluroso que la temperatura subtropical de 40 grados, era el infierno de carne y chorizos parrilleros ardiendo a plena braza sobre la canícula del mediodía en el terminal de ómnibus de Asunción. Incluso para un carnívoro recién llegado de Chile como yo, era una atmósfera difícil de soportar. Todo ello agravado por los furiosos tubos de escape de colectivos (buses de locomoción urbana) que parecían extraídos de la década del 80.
Qué pucha hago aquí?? Fue la pregunta que me hice en el año del fin del mundo del 2012, pero yo sabía que no podía ni quería responderme. Solo hay que actuar, me dije y 24 horas después, alquilé un depto interior monoambiente en la zona terminal, a 900.000 mil guaraníes, con internet y amoblado. Comprendí necesario apertrecharme de cerveza, verduras y frutas, la única forma de resistir el calor. Compré todos los diarios, ví toda la tv local que pude y salí al mundo Asunción.
Antes de ello, conocí a una señora vecina de otro depto, que me dijo que la dueña del inqulinato la seguía, pues estaba confabulada con la ex dictadura de Strossner, todo fue muy raro, parecía muy culta. Me dijo que no podía hablar porque habían cámaras y micrófonos por todos lados, y me citó en el terminal de buses, ahí me contó que era perseguida por agentes de inteligencia y que su vida corría peligro. Bueno, pasó algo menos de una hora para que me diera cuenta que estaba completamente loca, no obstante cuando se disipó el brote psicótico llegamos a ser buenos amigos, aunque siempre recaía con distintas temáticas, su familia le había alquilado el depto para sacársela de encima.
La terminal era una aldea típica latinoamericana, al llegar la noche se transformaba en un zoológico de animales humanos, los unos prostituyéndose en formato femenino o travesti, los otros traficando cualquier tipo de especies, dos o tres o cinco locales de comida y baile, muchos ebrios muy ebrios, gente apurada por viajar y niños, mujeres y hombres indígenas en estado por debajo del nivel de dignidad que merece un ser humano, espectáculo dantesco y extremadamente triste.
La siguiente noche, me aventuré al centro, una ciudad se conoce por su bohemia, aparte yo tenía cierta tendencia natural potenciada en el puerto de Valparaíso. Me costó encontrar algo, finalmente llegué a un karaoke, la gente de vez en cuando gritaba jipuuu, y no yuhuuu, como estaba acostumbrado en mi país, Chile de mierda gringo, pensé, y comencé a sentirme muy contento en Paraguay. Todos los bacantes con los que conversé me dijeron cosas muy amables: seguro te va bien, mañana vas a encontrar trabajo, no te vaya a preocupar. Regresé con mi libretita llena de teléfonos y muy animado, eso sí, antes hube de discutir muy duro con el taxista que me cobraba un monto mas alto de lo que marcaba el taxímetro, según él, porque ya era pasado de las 12 de la noche, me costó por lo menos 5 meses y muchísimas discusiones asimilar eso.
Se me ocurrió escribir algo acerca del partido colorado, y ofrecerle el texto a un diario chileno para ganar algo de dinero, fui a la sede del partido en el centro, entré y le expliqué al guardia de seguridad que quería entrevistar a alguien que hablara de la ideología colorada. Espere un momento señor, me dijo, y al rato me hizo pasar para hablar con un señor de edad, que era algo así como un sargento jubilado. Entré a su oficina, quise explicarle, pero en realidad, él comenzó a hacer las preguntas, le contesté y quise explicarle nuevamente, todo fue en vano. Comenzó a insistir en que para afiliarme al partido, pues según él ese debería ser mi objetivo, necesitaba un cédula paraguaya y me explicaba algunos requisitos para obtenerla, en fin, me dí cuenta que el señor no me iba a escuchar y me despedí ceremoniosamente al estilo de cuando era alumno de básica con el director de la escuela. Nunca volví a intentarlo.
Averigüé dónde estaba la facultad de filosofía de la Universidad Nacional, fui en la mañana y me encontré con un colegio, qué onda, pensé, pregunté y me dijeron que la universidad funcionaba ahí mismo pero en la noche, quedé confundido. En fin, fui a comer algo y regresé a las 18 00 hrs, conocí a un profesor, entré a su clase e interactúe con tres estudiantes, todos hasta el día de hoy buenos amigos. Conversando con ellos me fui enterando de que a pesar que la universidad es prácticamente gratis, sólo se paga la matrícula y los exámenes, para el paraguayo, promedio las cosas eran difíciles si quería estudiar, pues el tema no es estudiar, sino que sobrevivir y para eso hay que tener un trabajo, que generalmente suele ser en la mañana.
Tratar de sacar una carrera significa levantarse a las 05 30 h, para llegar a un trabajo que comience a las 07 30, salir de ahí como a las 18 00 h, ingresar atrasado a la facultad, terminar las clases alrededor de las 22 00 h, llegar a las 23 30 h a la casa, comer algo e intentar acostarse a las 24 30, para levantarse de nuevo a las 05 30. Pero paciencia, pues todo puede ser peor, ya que la locomoción colectiva a partir de las 21 y algo se vuelve escasa, si se te pasa un bus y vives lejos de tu lugar de estudio estás frito. Ahora agregué el toque socioemotivo y ponderé la ilusión de alguien que estudia para tener un mejor porvenir económico y no laborar (laburar) en trabajos explotadores (que abundan como los mosquitos en el pantano) que pagan lo mínimo por el máximo de tiempo, la gente lo intenta, y un buen número con una deficiente educación básica y media, pues sus padres no pudieron pagar algo privado, por tanto es muy posible que no alcancen el puntaje de ingreso en una universidad estatal, tranquilidad, todo puede ser peor, pues ahí le espera el conjunto de universidades privadas que como cocodrilos devoran el dinero de la ilusión, que la mayor parte del tiempo termina en fracaso, por inconcluso o porque el título que obtuvieron no vale nada, ahora trabajan en el mismo lugar, pero están sobrecalificados.
Así le joden la vida a los pobres y la clase media baja en Paraguay, no obstante al contrario de otros países puedes sobrevivir, puesto que hay una infraestructura psicosocial para que lo puedas lograr, puedes comprar directamente del contrabando en el mercado 4, o en Clorinda Argentina, el pueblo combate compañera, siempre lo ha hecho. Además siempre hay una actividad solidaria en formato de pollada, pizzeada, etc. para esto, lo otro y aquello.
Estaba en Paraguay, en la isla rodeada de tierra, consiguiendo mi primer libro de Roa Bastos y me sentía rodeado de sobrevivientes, por suerte ya tenía algo de experticia en el tema, me había educado en Santiago de Chile para ser una rata, capaz de subsistir en cualquier metrópolis latinoamericana, pero la Moira se derramó generosa en todo lo que importa. 10 años de Asunción en mi columna vertebral, tengo trabajo, escribo, batallo el día a día y contemplo la furia creativa desde el caos amoroso de un hogar con una compañera y dos hijos asuncenos. ¿Se puede pedir algo mas? Aparte de dignidad para todo ser humano, que en Latinoamérica parece un lujo inalcanzable.