Paranaländer se ha dado de narices contra la considerada primera obra filosófica de la humanidad, especie de poema satírico a lo Juvenal en lengua acadia de hace casi 3 mil años.
Por: Paranaländer
EL DIÁLOGO DEL PESIMISMO, en acadio llevó el título de Arad mitanguranni, Siervo atiéndeme, es una composición que debe datar de principios del primer milenio a. c., y sería el primer texto propiamente filosófico, antes de los griegos, indios, etc. Primer texto filosófico (incluido dentro de la Literatura sapiencial babilónica) en que a la pregunta de “Qué es bueno hacer” se da la respuesta de “Suicidarnos”. Impresionante. En la edición franchute se titula «Le Maitre et son Serviteur», en la inglesa como “Obliging Servant» o “The Dialogue of Pessimism”.
El Diálogo del Pesimismo, que en su versión más completa tiene 86 versos, divisibles en 11 estrofas, se desarrolla entre un rico terrateniente y su esclavo; cada estrofa presenta un esquema muy rígido en su estructura lógica: 1° a) El amo llama a su siervo, quien le responde de inmediato; b) propone el primero llevar a cabo una actividad determinada y en cuatro estrofas -las tres primeras y la octava- da instrucciones en consecuencia; c) el siervo encomia la conveniencia de realizar los proyectos de su amo y le proporciona un número variable de razones más o menos convincentes, más o menos artificiosas, según el caso. 2° a) El amo desiste de sus propósitos; b) el siervo se apresura a mostrar su acuerdo incondicional a tal cambio de parecer y aduce argumentos -generalmente más y mejores- para no realizar el proyecto expuesto en primer término. 3° En la última estrofa, el amo parece considerar agotada toda posibilidad de acción, se muestra perplejo ante tal situación y se pregunta «¿qué será bueno hacer?» a lo que el esclavo responde, en resumen, «suicidarnos» y añade simplemente una breve reflexión sobre la limitación del hombre para comprender el misterio del Universo.
Las interpretaciones de esta composición oscilan desde que no es más que una sátira, un arreglo artificioso de proverbios populares, sin otro objeto que el de divertir o, por lo menos, con ese fin principal. Para la mayoría de los comentaristas, en cambio, se trata de una reflexión sobre la vacuidad de la vida, lo absurdo de la actividad humana, sin excluir una fina ironía que provocaría en el lector una sonrisa amarga.
En obras tales como Ludlul Bel-Nemegi y la Teodicea Babilonia, la cuestión fundamental es de orden gnoseológico; «Me encuentro abrumado por estas cosas; no comprendo su significado», se dice a sí mismo el personaje del monólogo Ludlul Bel-Nemegi (Tableta II, versos 46-48) y el sabio amigo del Justo Paciente en la Teodicea Babilonia explica: «La mente divina, como el centro de los cielos, es remota; su conocimiento es difícil; las masas no lo comprenden» (estancias IV, versos 256-257), mientras que nuestro amo del Diálogo del Pesimismo se pregunta “¿Qué es bueno hacer?” (verso 80).
Un diálogo poético-filosófico conservado en tableta cuneiforme (existen 5 copias, entre ellas la del copista asirio al que debemos la versión más completa que ha llegado hasta nosotros) de autor anónimo acadio de hace casi 3 mil años.
En el verso 50 se habla del amor de la mujer y la respuesta dice: “no ames señor mío, no ames”.
“40.-«Haré una rebelión». -«Haz[la,] amo mío, hazla;
- ¿Quién vestirá a quien no la hace?
- ¿Quién te permitirá, (si no,) llenar tu vientre?».
43.-«No, siervo, no haré una rebelión”. (-«No la hagas, amo mío, no la hagas.)
- Quien lo hace es muerto ° despedazado;
- (o en el mejor de los casos,) le sacarán los ojos, será prendido e irá a dar al calabozo”.
46.-» ¡Siervo, a [tién]de[me]”! – «Héme aquí, señor, héme aqu[í]».
47.-«A una mu[jer] he de amar». -«Ama, señor mío, ama;
- quien tiene una mujer amada olvida [pe]sares y lamentos».
49.-«No siervo, no amaré mujer alguna».
50.–«[No a]mes, señor mío, no armes].
- La mujer es un hoyo, (sí,) un hoyo, una fosa, una zanja.
- La mujer es una daga de hierro afilada que corta el cuello del va [rón]».
Fuente: El Diálogo del Pesimismo, Traducción, notas y comentarios por Jorge Silva Castillo, El Colegio de México, en Estudios Orientales VI:1, 1971