30.8 C
Asunción
domingo, noviembre 24, 2024

Paraguay, tecnicatura en sobrevivencia. Parte 2

Más Leído

El filósofo César Zapata presenta la segunda parte de un ensayo sobre el Paraguay donde se cruzan la crónica, la reflexión filosófica y política.

Le he dado más de una vuelta al asunto. Sucedió que me subí al colectivo, desde el centro al sector de la terminal, el chófer proletario sudoroso tenia instalado un pequeño ventilador que parecía soplar calor, pero que sin duda le atenuaba la transpiración, que en esa mañana asuncena de septiembre del 2012,  se reproducía como líquido del demonio en la frente de los mortales para caer directamente sobre sus ojos y ajusticiarlos por la deforestación del país.

El obrero-volante, recibía dinero, daba vuelto, tranzaba directamente precio de menor costo a condición de no entregar el boleto (incluso había pasajeros que al bajar le devolvían el boleto) y  de tanto en tanto succionaba la bombilla de una guampa con tereré, bebida milagrosa e imprescindible en Paraguay[1]. Yo empujado por el flujo de pasajeros quedé en medio del colectivo, de pronto la destartalada embarcación urbana comenzó a agarrar velocidad, saltando como liebre inválida sobre baches y verdaderas trincheras de asfalto arremangado como cuaderno de pre-jardín. Qué diablos!! temí por mi vida y la del prójimo.

Me afirmé bien y como un buen chileno enseñado en Santiago, me preparé para insultar al chófer  y a su manera demente de manejar, pero esperé estratégicamente hasta llegar a mi punto de bajada y una vez  fuera del bus dirigirme al obrero para descargar sobre su trabajoso existir, mi grosero verbo chileno flaite[2] y de pasó quedar como un héroe urbano que defiende sus derechos y el de los demás. No era conveniente insultarlo dentro del bus, pues el interpelado podría no parar y dejarme lejos de la terminal en un lugar desconocido, por lo menos así sucedía en Santiago, donde estas batallas eran diarias y funcionaban casi como un mecanismo de descongestión para la neurosis urbana, mecanismo bastante desquiciado, por lo demás.

El pueblo necesita pelear entre sí, le joden la vida con ciudades desbordantes que crecen como maleza sin dirección ni lógica, las masas de trabajadores atiborrados en los medios de locomoción pública, e incluso en sus autos privados, descargan su ira contenida en el roce diario de los cuerpos, en sabotajes cotidianos del uno contra el otro. Las capitales latinoamericanas en virtud de su urbanidad fronteriza con lo imposible, generan un sujeto ciudadano propenso a embrutecerse. Y yo era (y soy) otro bruto más, con cierto grado de consciencia retardía, pero con el mismo equipaje de respuestas demenciales.

El plan resultó impecable, desde el medio del bus llegué esquivando a otro montón de cuerpos proletarios hasta la puerta delantera.

-Me puede dejar aquí por favor, dije con voz seca al conductor, que segundos después paró, volvió la cabeza para mirarme y me contestó.

-Bajá nomás papá.

Quedé con la rabia desarmada, y no solo no pude insultarlo como lo tenía planeado, sino que le respondí:

-Muchas gracias!!

Le he dado más de una vuelta al asunto, y creo que he logrado sacar en limpio algunas cosas, primero el mal estado de las calles es un mal endémico en Paraguay por muchas razones que aquí no vienen al caso, la condición de los colectivos chatarra es una consecuencia del ello, esto último, diez años después ha mejorado por lo menos en un 70%, hay que reconocerlo. Sin embargo, para el asunceno de a pie en el 2012 la situación relatada era completamente normal, por eso ningún pasajero se inmutó siquiera, en cambio para mí fue una película de horror, con un final desconcertante.

Segundo, el obrero-volante, jamás archivó el asunto como una irresponsabilidad de su parte, al contrario ahorró tiempo para él y sus pasajeros, seguro le llamó la atención mi condición de extranjero con cara de recién llegado y que no era kurepa (argentino), así que fue amable, hasta la entonación de su respuesta sonó paternal.

No saben todo lo que me costó arribar a estas conclusiones aparentemente tan simples, pues la mayoría de las veces combinamos de manera escandalosa nuestras emociones-experiencias  y sus respectivos esquemas epistémicos, con la realidad que observamos. Aún me sigue costando realizar un esfuerzo permanente por sacarme el chileno que llevo a cuestas y observar el fenómeno Paraguay dentro de su lógica.

No obstante lo dicho, después de 10 años aquí, creo que el paraguayo obrero, en términos de imaginarios que pueblan su cuerpo colectivo, drena la humillación diaria de no tener tiempo, dinero ni expectativas con una suerte de nihilismo estoico, expresiones como la tierra del infortunio  se objetivan en la percepción de que así nomás es su realidad, y que cualquier intento de transformación es necesario, pero maldito, pues todo va a seguir igual, esto agravado por la hegemonía de un partido colorado que más que líquido, usando la terminología  de Zygmunt Bauman, parece de gelatina, pues cuando le cortan una pierna gangrenada por la corrupción, incuba ahí mismo un tumor que se convertirá en muleta.

Pero hay algo que me interesa resaltar. Una buena parte del colectivo intelectual paraguayo, aterriza sus dardos en idéntico terreno nihilista, pues critica todo con la misma dinamita que su oponente. Dicho de otro modo, el crítico usa la misma lógica del criticado: la lógica de la objeción absoluta. Cuando chocan dos absolutos no hay dialogo, hay guerra, una guerra propensa a perpetuarse, pues por ser inconducente al final resulta cómoda.

Entiendo nihilismo dentro de la órbita interpretativa de Nietzsche, es decir como un forado de vacío en la voluntad creadora, una infección en el deseo colectivo por inventar sentidos, por fabricar caminos posibles, en clave de filosofía latinoamericana: una tendencia a desahuciar las utopías, todo da lo mismo, pues todo vuelve a ser igual.

Este nihilismo, en su variante latinoamericana, no es del todo paralizante, pues resulta inobjetable que las sociedades que hemos construido están tapadas de injusticia social, por lo tanto a cada momento parece necesario batallar para generar un cambio, pero es un batallar desahuciado que en Paraguay tiene el sabor de una perpetua guerra pérdida contra la triple alianza.

Con esa actitud, los intelectuales dejan al pueblo huérfano, pues lo sumergen en una lógica de estallidos pasajeros sin conducir su fuerza, los ladridos sirven entre los perros, pero son los argumentos y los proyectos los únicos con la fuerza suficiente para producir cambios. Y esto es justamente lo que, creo, deberían gatillar los pensadores del Paraguay.

En el otro costado de lo mismo, y ojo con esto, a  los partidos hegemónicos (colorado y liberal) a la larga tampoco les conviene un pueblo que se condena a la maldición, pues su cuerpo colectivo acumula resentimiento que mas temprano que tarde estallará desbocadamente y con más potencia. Si los que gobiernan no arman sus fuerzas con intelectuales, con teóricos, con ideólogos políticos, capaces de ofrecer proyectos que trasciendan a un gobierno de turno, y persisten en aglutinar un ejército de beneficieros, están firmando su sentencia de muerte por la misma cruel  guillotina de la maldición.

Referencias

[1] Bebida emblemática del Paraguay, única poción capaz de combatir el calor, se trata de yerba mate hidratada con agua con hielo y un montón de hierbas medicinales (yuyos)

[2] Ufff, chilenismo difícil de definir, pero que apunta a la vulgaridad, la grosería. En cierta manera engloba todo lo pedestre. Es asociado con la clase pobre, pero para mí desborda esa zonificación, pues la clase social alta chilena  también suele ser flaite.

Más Artículos

Últimos Artículos