30.3 C
Asunción
lunes, noviembre 25, 2024

El incendio de la escuela y su extraña relación con el perrito Diógenes y el gato Sócrates. Parte 2

Más Leído

El filósofo César Zapata prosigue sus ensayos sobre la manera de acercar la filosofía a los niños, reflexionando sobre el significado de la felicidad.

El desprecio por la metafísica

-¡¡Qué puta me importa lo que pase después de la muerte, me interesa un carajo si hay o no hay Dios y con el origen del universo me limpio el culo!!

Algo así  rezaba la perorata de nuestro eventual contertulio en aquella juerga universitaria.

No fue necesario hablar entre nosotros, nos bastó intercambiar miradas para confirmar que el tipo no tenía idea de lo que estaba diciendo, pero reaccionó de esa manera porque nosotros nos pasábamos conversando de lo que estudiamos y la ontología, el licor barato, la cerveza popular, las pastillas para estudiar, los fideos con salsa, el existencialismo, el mar, los poemas, las gaviotas, el humo reverencial, la juventud, la belleza de lo sórdido, la melancolía nocturna y el amanecer iluminado nos tenían profundamente borrachos, delirantes y lúcidos, no podíamos hablar de otra cosa que de grandes estructuras;  del Ser, de la realidad en sí misma, del lenguaje poético que se debería ocupar para hablar lo inefable, en fin éramos estudiantes de filosofía y conversar en el Olimpo de la metafísica, era nuestra performance recurrente, después de todo éramos pobres, feos y mal vestidos, es decir calificábamos para lo abstruso.

Pero volviendo a la interpelación del ex contertulio: ¿Qué interesa Dios, la muerte, el origen del universo? En realidad para alguien que centra sus esfuerzos en la vida y sus asuntos, no interesa demasiado. De hecho las llamadas escuelas griegas de la decadencia abandonaron despectivamente todo empeño por especular acerca del origen (arkhé) de la naturaleza (Physis) o de la estructura de los entes y su vínculo con el Ser, y esto porque fueron atraídos  por la poderosa fuerza de gravedad de una pregunta: ¿Cómo lograr la felicidad, la plenitud, la realización cómo ser humano? Está interrogante que ya se presentó con el más feo de los atenienses: el atractivo Sócrates, la verdad es que llegó tarde al mundo heleno antiguo, los chinos arcaicos comenzaron su filosofar reflexionando respecto de esa pregunta, en la zona qué llamamos ética, cuya pretensión es ponderar aquello que hace a un ser humano virtuoso.

El paraíso perdido

Había una vez una casa donde vivía una perrita que tuvo 4 cachorritos preciosos, uno de ellos al poco tiempo se durmió y no despertó mas, pero los otros tres crecieron hermosos y traviesos, jugaban y jugaban desde que se despertaban hasta que se dormían, la mama los consentía y regañaba de vez en cuando.

Un día uno de los perritos que se llamaba Diógenes, estaba acurrucado durmiendo al lado de su mamá y sus hermanitos, cuando sintió unas manos de niña que lo tomaban y lo alejaban de su madre, el perrito lloró desesperado, la mamá despertó y enseguida gruñó amenazante a la niña, pero al instante sintió en su cabeza las caricias de su dueño, que le dijo amorosamente:

-No te preocupes, mamita, tu hijo va estar muy bien, lo llevan a otra casa en donde va a crecer lleno  de cariño y bondad.

La mamá perrita, lloró dulcemente, lamió a su cachorro y lo dejó partir.

El perrito Diógenes estaba desconsolado, la niña lo acarició y lo llevó a una casa extraña, lo dejó en el patio cerca de un gran árbol. El perrito lloró y lloró, hasta que del árbol bajó un gran gato adulto, cabezón, gris de rayas negras, y le dijo:

-Miau, querido, por qué lloras sin consuelo, miau.

-Quiero a mi mamá y mis hermanitos, estoy solo y tengo miedo.

-Miau, jajjjaja, tranquilo, tu mamá y tus hermanitos están contigo.

El gato sacó de su pelaje una flauta y comenzó a tocar una hermosa melodía, el perrito escuchó y se quedó en calma.

-Tu mama y tus hermanitos están siempre dentro de ti, le dijo el gato cuando terminó de tocar, están en tu recuerdo y en todo lo que haces.

-Pero les echo de menos gato…, gato grande. ¿Cómo te llamas?

-Miau, mi nombre es Sócrates, respondió el gato…

Puedo ser feliz y estar contento, puedo ser feliz y estar triste

Hay una ruta que se ha recorrido frecuentemente en la filosofía para niños, esta es enseñarles dos ramas de la filosofía: la lógica y la ética, no obstante ese aprendizaje  se realiza  de manera transversal en todas las asignaturas.

Por otra parte, si se opta por el camino de las preguntas y sus consiguientes problematizaciones, tan propias del filosofar, se corre el riesgo de cuestionar  prematuramente aquello que aún no es problema. Justamente los cínicos, estoicos y epicúreos, problematizan la felicidad en tanto ésta, es una especie de paraíso perdido, un olvido que en cierta medida se da por el empeño de avocarse a la gimnasia metafísica que únicamente ejercita la habilidad teórica. De ahí la importancia que le otorgaban a la praxis, a la filosofía como un modo de vida, como un ejercicio de prácticas para fortalecer una ascesis (disciplina interior) capaz de estimular la realización plena de un individuo en tanto ser humano, es decir de lograr la eudaimonia o felicidad.

El panorama ideal sería refundar una escuela de filosofía práctica (así como existen escuelas de fútbol) en donde las clases se focalicen en la ejecución de ejercicios que fortalezcan la disciplina interior, en pos del logro de la felicidad, soy un convencido de esto. Pero, como el ideal se hace esperar, en mi asignatura de filosofía´i [1] intento que mis peques comprendan que hay actitudes- conductas que están asociadas con la felicidad y que requieren fuerza interior, una de ella es la    calma, antesala de la imperturbabilidad  de los estoicos, la otra es la capacidad de no depender de aquello que se publicita en la televisión para estar contento, antesala del anti consumismo, que a su vez es antesala de la autarquía o el gobierno de sí mismo del viejo perro cínico: Diógenes de Sinope.

Todo lo anterior reposando en el entendido de que ser feliz no significa estar contentos siempre,  no es un estado pasajero como la carcajada o el llanto, ser feliz es aspirar a una permanencia  trabajada desde la interioridad, pese a todo lo que nos puede ocurrir en la vida y lo que podamos despotricar contra ella.

Ser feliz es el suelo que tenemos que fabricar para que nuestra vida se escenifique en todo su misterio,  contingencia y plenitud.

Referencias

[1] Pequeña filosofía en guaraní yopará, en este caso filosofía para los niños y niñas (mitaí)

Más Artículos

Últimos Artículos