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miércoles, abril 30, 2025

¿Fernanda Laguna? De géminis

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«Desde los años noventa para acá, Fernanda Laguna es una de las poetas y artista argentina más originales». Por: Derian Passaglia

Uno de los signos más odiados del zodíaco es el de géminis. Me gustaría preguntarle a toda esa gente que odia géminis solo por portación de signo: ¿qué les hicieron los geminianos y geminianas? Mercurio, planeta regente de géminis, está asociado con lo intelectual, la razón, la comunicación. A géminis le encanta hablar y cuando habla su voz es como el canto de las sirenas: seduce con su arrullo asesino, vacío, encantador. Géminis es inquieto mentalmente, curioso, puede unir opuestos a través de un poder secreto de asociaciones extrañas, y se dice que es un poco superficial.

Fernanda Laguna es de géminis, y ésta es una de sus características literarias más complejas. Uno de sus míticos poemas es también uno de sus más geminianos: “Xuxa es hermosa. / Su cabello es hermoso / y su boca dice cosas hermosas. / Yo creo en su corazón”. A géminis le encanta cómo se ven las cosas, lo divierte la apariencia, lo encandila lo que se ve lindo. El símbolo de géminis son dos gemelos, dos caras de una misma moneda: uno bueno y uno malo, uno lindo y uno feo, uno divertido y uno triste. Por eso los signos del zodíaco desconfían de géminis, que puede ser traicionero, impredecible, un poco bipolar, y muchas personas al mismo tiempo. Pero lo que no entienden es que se trata de identificación, un geminiano, una geminiana, se identifica camaleónicamente con su objeto hasta volverse otro.

Desde los años noventa para acá, Fernanda Laguna es una de las poetas y artista argentina más originales. La editorial Iván Rosado publicó su último libro de poemas el mes pasado: Pañuelo de mocos. Un lugar común es pensar la poesía de Laguna desde la ingenuidad, pero ella no es ingenua, porque sería posicionarla en un lugar pasivo, sino que esa ingenuidad es una construcción que muchas veces se cuestiona en su propia poesía: “De repente comenzó a hablar de mí (…) / que hago lo que se me place y me hago la idiota, la ingenua (…) / Bueno me salió mal / o lo hice apropósito / no me acuerdo”. Esta ambigüedad es una de las claves de su proyecto artístico, involuntariamente geminiano.

Pañuelo de mocos es quizá el libro más dark de Laguna. Esa oscuridad, de todas formas, no es la de Pizarnik, no deja de haber ironía en todo lo que escribe. No es un dolor solemne, ella no está triste por cortarse los brazos, es su brazo el que está triste, como el poema que se llama así, “El brazo triste”. Hay una risa amarga detrás de ese vaso de alcohol y esas pastillas que aparecen en estos poemas, porque en definitiva escribe para sanar de verdad (no como todas esas escrituras de la sanación de ahora), y eso no tiene que ver con la literatura sino con las formas en que se la representa: “Quiero contar lo que he sufrido / pero no es poético / aunque ¿cuándo me importó que lo fuera?”.

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