Repasando diferentes figuras de la literatura, Derian Passaglia escribe la toma de conciencia de la realidad como uno de los elementos imprescindibles de la creación artística.
Mientras caminaba para el trabajo, muy temprano hoy a la mañana cuando todavía no había amanecido, creí entender el anarquismo de Borges. Sí, a veces muy temprano me sorprendo pensando en Borges… En fin, se lo acusa de políticamente reaccionario, de gorila, aunque él se encarga de aclarar que es anarquista. Igual, eso es lo que dice públicamente, porque en privado sabemos que militó en las filas de las juventudes yrigoyenistas y que, ya en su vejez, escribió contra el peronismo en el diario. Borges se dice anarquista porque está en contra de cualquier institución y en el fondo en contra de todo. Esta forma política tiene que ver con su arte: destruye los géneros sin mostrar esa destrucción.
Esto no tenía nada que ver con la nota que quería escribir aunque de alguna forma íntima se relacionan. Ya con este párrafo que viene después del anterior es una relación. Desde los griegos, esto también me di cuenta hace pocos días, todo el arte tiene que ver con una toma de conciencia. En la tragedia griega, los que tomaban conciencia de su condición mortal eran los espectadores, al medir sus fuerzas con la de los dioses, encargados de decidir el destino de los héroes. El griego sabe que va a morir, es su única certeza, como la de todos nosotros.
Me sigue resultando muy extraño que sea el arte, y la literatura más que el arte, el que revela una verdad de lo humano que en realidad ya estaba en lo humano. La literatura solamente le pone palabras, y por eso los autores que practican relatos sobre lo “no dicho” parece que nos están estafando: la literatura son las palabras, no la falta de ellas. Según Harold Bloom, Shakespeare inventó los sentimientos, con lo cual habría también en la literatura una forma de mirarnos a nosotros mismos como si la literatura fuera no un espejo, sino una gran conciencia que se proyecta a lo largo de los siglos en toda la humanidad. No hablo de realismo ni de representación, sino de una cualidad que ya estaba en nosotros pero que si no fuera por la literatura no podríamos expresarla.
La toma de conciencia de Cervantes fue sobre la representación misma. Dentro del mundo ficcional del Quijote existen las novelas de caballerías y no las tragedias griegas, solo las novelas de caballería. Esa conciencia provoca que el mundo se vuelva complejo, y que las realidades se superpongan como en una novela de ciencia ficción de Philip Dick: dentro de un universo alternativo creado por Cervantes, existen elementos ficcionales de este universo.
En el arte de vanguardia la toma de conciencia alcanzó un grado superior, porque se trata de un efecto particular que se quiere crear sobre el lector. La toma de conciencia es ya la intención, y me pregunto, porque puedo hacerlo diría un verso de Fabián Casas, dónde quedó esa necesidad originaria del arte, en un mundo de escritores, escritoras, en el que solo vale la honestidad, la individualidad, la moraleja.