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lunes, noviembre 25, 2024

Tres poemas de Los sonetos a Orfeo en traducción propia

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Derian Passaglia presenta su inédita traducción de tres poemas de «Los sonetos a Orfeo» del célebre escritor austríaco Reiner Maria Rilke.

Empecé a traducir Los sonetos a Orfeo, de Rilke, cuando quise leer las traducciones que había por ahí en internet. En general, los traductores españoles quieren ser más poéticos que el propio poeta, buscando el simbolismo del verso en un barroco alucinado donde no se llegan a captar los sentidos. Rilke, en cambio, escribe sencillo y sin vueltas. Así que armado con mis dos años de alemán particular y el Google Translate me propuse devolverle a Rilke esa sencillez y naturalidad de la lengua alemana, una lengua a la que no le cabe la joda y es por demás de estructurada, correcta, seria. A veces entiendo que los alemanes estén tan locos. Obviamente, lo latinoamericanicé un poco, lo saqué a Rilke a dar unas vueltas por el barrio, le recorté una botella de coca, le preparé un fernet y lo hice amigo de esta banda descontrolada.

 

Los sonetos a Orfeo – Rainer María Rilke

Primera parte

 

I

Ahí se eleva un árbol. ¡Puro exceso!

¡Orfeo canta! ¡Árbol superior en el oído!

Y todo silencio. Pero hasta el silencio

empieza de nuevo, señal y transformación.

 

Bestias del silencio penetran la claridad

abandonan el bosque, la guarida y el nido;

y entonces resultó que no eran artificiales

y no callaban por miedo

 

sino por escuchar. Rugidos, gritos, rugidos

brillaban en sus corazones chiquitos, donde había

apenas una cabaña para recibirlos,

 

un refugio de deseo oscuro

con una entrada de postes temblorosos.

Construiste templos para que escuchen.

 

 

II

Y era casi una chica y salió

de esta felicidad del canto y la lira

y brilló en su velo de primavera

y se hizo una rama en mi oído.

 

Y ella se me durmió. Y todo fue su sueño.

Los árboles que admiré, esta

distancia palpable, el prado sentido

y cada maravilla que me enloquecía.

 

Ella durmió el mundo. Dios cantante, ¿cómo hiciste

su perfección para que no deseara

primero despertar? Mirá, se levanta y duerme.

 

¿Dónde está su muerte? ¿Vas a ser el tema

antes de que tu canción termine?

¿Dónde se me hunde ella? Una chica casi…

 

 

III

Un dios puede. ¿Pero cómo, decime,

un hombre lo va a seguir con una lira angosta?

Su sentido es desconcertante. En el cruce de dos

caminos del corazón no hay un templo para Apolo.

 

No quiero cantar como vos enseñás,

ni deseo lo que se logra;

cantar es existir, fácil para un dios.

¿Pero cuándo existimos nosotros? ¿Y cuándo vuelve él

 

a ser nuestra tierra y estrellas?

No va lo que amás, muchacho, aunque

abras la voz en tu boca, aprendé

 

a soltar el canto. Todo pasa.

La verdad que cantar es otro aliento.

Un aliento de nada. Un vuelo de Dios. Un viento.

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