César Zapata presenta la primera parte de sus ensayos sobre Karl Marx y Nishida Kitarö.
Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo
que se trata es de transformarlo. (Tesis 11 sobre Feuerbach, escrita por Karl Marx a sus 27 años) [1]
Corrían las grandes protestas estudiantiles en el Chile de la primera década del siglo XXI. Yo vivía en Santiago, trabajaba en una universidad privada que convertía en monedas los sueños del bajo pueblo, anhelante de poseer una profesión para escapar de la miseria existencial y material. La misma y señalada institución se ubicaba en pleno corazón del centro capitalino, entre clases tenía una larga ventana y de traje formal con maletín, un par de limones, un pañuelo de tela y dos desechables en los bolsillos, para mitigar el efecto de las lacrimógenas, me trasladaba hacia la calle y me situaba en la periferia de la protesta sin despertar sospecha, figurando como lo que era: un obrero de corbata, no involucrado en la manifestación. El arrojo de los estudiantes me parecía medio brutal y medio épico, en cambio los pacos (policía) antimotines, no conseguían lucir ni su preparación militar, ni sus recursos bélicos.
Tomaba nota de todo lo que pasaba y al salir de clases iba a beber una cerveza junto con un colega para comentar la contingencia nacional, claro, mi posición era apoyar la protesta desde la comodidad y la conservación del laburo como el 99% de la población adulta en el Chile de esos tiempos, aunque los profesores en más de una oportunidad hicimos un paro en apoyo al movimiento estudiantil. Hoy en el 2022, una fracción de estos estudiantes llegaron a ser gobierno, pero esa es otra historia.
Parece tan nítido que la historia es el movimiento que emerge en el condimentado caldo de las relaciones entre los humanos (y la totalidad de su circunstancia no humana), tan nítido que podríamos pensar que es en la historia donde el humano construye su mundo, o visto desde otro prisma: el mundo, la realidad primera y última del ser humano es, su historia.
Marx fue unos de los filósofos que apuntó hacia la historia, y estaba armado de un calibre peligroso, que le llegó de contrabando desde el mismo absoluto, vía Hegel, este aparato bélico le permitía entender el devenir histórico no como una colección de hechos, sino como un proceso, un movimiento dialéctico que transita entre contradicciones constantemente superadas, que generan nuevas contradicciones, y nuevas superaciones en una permanente y psicótica carrera hacia el progreso.
Sus 11 tesis sobre Feuerbach son un ajuste de cuentas con los sistemas idealistas alemanes, pero sobretodo con la cándida creencia del portentoso anti teólogo Ludwig Feuerbach, que pretendía haber superado el idealismo de Hegel, y explicar toda su hermosa (muy hermosa) fantasmagoría del absoluto desde la verdad, o sea desde lo concreto, lo sensible, la materia, lo que realmente existe. Pero vamos con cuidado.
En términos escandalosamente generales, Feuerbach, piensa que Dios o cualquier instancia metafísica es una proyección del pensamiento humano que necesita salir a cazar absolutos. Ergo, los grandes sistemas filosóficos que explican la totalidad de la realidad apuntando a algo que no está en el mundo como la idea de Platón o el Espíritu de Hegel o las religiones monoteístas no son otra cosa que expresiones de la parte mas elevada del pensamiento, por tanto es necesario repensar al ser humano desde sus atributos naturales, desde su razón y no desde una proyección de sí mismo como Dios u otras figuraciones de la metafísica, repetimos no hay nada fuera del humano, por el contrario todo lo absoluto y trascedente es humana creación.
Para Marx, está bajada no era suficiente, aun cuando se trataba de una estocada certera contra Hegel, pues el materialismo de Feuerbach [2], continuaba siendo metafísico al estar centrado en la razón y en su actividad teorizante dejando fuera lo propio de la materialidad humana: las relaciones sociales, la historia, la práctica, la práctica revolucionaria.
Tesis 6. Feuerbach diluye la esencia religiosa en la esencia humana. Pero la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales.
Cada teoría tiene que estar enjaulada por la práctica, por lo que dice la circunstancialidad de los hechos, por lo que se va configurando en la historia, de lo contrario corre el peligro de volar por sí misma y convertirse en pura escolástica. Creo que a estas alturas es indesmentible que Marx, el apasionado veinteañero que hace algunos años antes de escribir las tesis sobre Feurbach, había ingresado al selecto club de doctores[3] para empaparse del filosofar de Hegel, logró un eco potente en la historia con su llamado a transformar la teoría en un espacio nutrido constantemente por aquello que va sucediendo en la práctica, tanto es así que a partir de su propuesta se generaron y siguen generando estados, gobiernos, revoluciones, movimientos, partidos políticos, y un sinfín de nuevas lecturas, todos ellos susceptibles de valoraciones muy diversas.
Pero lo que aquí me interesa resaltar es la idea de que el filosofar tiene pleno sentido en tanto es una actividad enfocada a transformar la realidad, para Marx, dicha transformación pasa por una práctica revolucionaria, eso tal vez era lo que me parecía épico en las protestas estudiantiles chilenas, estaban determinadas por unas auténticas ganas de transformación y una cierta práctica revolucionaria.
Existe otro filósofo que nace 52 años mas tarde en un país aún apartado de la racionalidad occidental, nos referimos a Nishida Kitaró, hijo del Japón militarmente emergente del siglo XX, que tiene exactamente la misma percepción del sentido propio del filosofar, para repetirlo en términos negativos y al estilo de Nishida, filosofar no sirve de nada, si no somos capaces con ello de transformar la realidad. Pero, esta es otra historia, que intentaremos desarrollar en la segunda parte de este escrito.
Referencias
[1] Las 11 Tesis sobre Feuerbach, fueron publicadas por primera vez por Friedrich Engels en 1888 como apéndice a la edición aparte de su Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.
[2] Recordemos que en 1841 Marx recibe en Jena su título de doctor, con una tesis que versaba sobre el materialismo en los griegos antiguos: Diferencias entre la filosofía de la naturaleza en Demócrito y Epicuro.
[3] Círculo de jóvenes intelectuales hegelianos, cuyo principal motor es Bruno Bauer.
Imagen de portada: E. Capiro- Marx y Engels en la Gaceta Renana