Paranaländer se lanza al día infinito de los indios lengua de Barbrooke Grubb y guaraní de Cardiel, para ganar el estatus taoísta de hombre efímero.
El capítulo XIX de la obra de Wilfred Barbrooke Grubb (“Un pueblo desconocido en una tierra desconocida; un relato de la vida y costumbres de los indios Lengua del Chaco paraguayo, con aventuras y experiencias durante veinte años de exploración entre ellos”, Londres 1914) está dedicado al Socialismo indígena.
Es una inmersión antropológica en la organización socio-económica para, cotejando regímenes comunistas con culturas indígenas, demostrar el fracaso o inanidad de los primeros.
Grubb declara explícitamente su tesis: la degeneración actual de los indios del Chaco se debe a su sistema social, genuinamente socialista.
“Pasando de este resumen a detalles más completos, me esforzaré para mostrar cómo al menos cuatro siglos de su peculiar sistema social han afectado a los indios chaqueños. Hay entre ellos tanta diversidad de habilidades, fuerza y energía como entre otras personas, pero el agricultor capaz que podría, si quisiera, adquirir una plantación grande y productiva por sus propios esfuerzos, que por el ahorro y la industria podría mantener a su propia familia y dependientes cómodamente, se niega, en obediencia a la ley socialista, a trabajar para el sustento de otros a quienes no aprueba. En consecuencia, no produce más de lo absolutamente necesario para las necesidades presentes. Nunca guarda nada para el día de la adversidad, porque otros no están haciendo lo mismo y, por lo tanto, si tuviera un provisión en reserva, los despilfarradores intervendrían y lo compartirían con él. El cazador astuto puede traer abundante caza, pero no ve ninguna utilidad en fatigarse indebidamente y se contenta con abastecer sus propias necesidades inmediatas y las necesidades de aquellos a quienes desea ayudar. El resultado natural es que el indio, en el transcurso de las generaciones, se ha vuelto despilfarrador, perezoso y egoísta, y ha perdido, en gran medida, todo sentimiento de bondad hacia los que están fuera de su círculo inmediato”.
Extra extrapolación política-económica dentro de un informe antropológico es bastante chocante, en declaraciones que anonadarán al lector:
“Este socialismo ha empequeñecido y atrofiado el carácter del pueblo Lengua. Un hombre que insistiera en conservar para sí y para su familia las posesiones que había ganado con su propio esfuerzo sería odiado y aterrorizado por los demás”.
Lo llamativo es que las acusaciones de que el indio vive al día sin pensar en el mañana y que el europeo quiera impregnarlo del elemental sentido del ahorro, ya lo habíamos leído en obras jesuitas sobre los guaraníes.
Esta antropología ideologizada, digamos, tendría sus antecedentes en los escritos de los evangelizadores católicos de los siglos XVI-XVII. Por ejemplo, cuando los jesuitas ceden una vaca a los guaraníes para que les sirva de alimento por un par de días, sin embargo, ellos la faenan y consumen todo enterita en solo un día con la familia e invitando a vecinos. Los severos padres de Loyola leen esto como un desprecio al intercambio simbólico (yo te alimento, tu obedeces mi ideología), acuñando la malhadada sabiduría colonialista: «Son hombres de un día» (José Cardiel apud Furlong).
Hombres de un día, hombres que viven al día, hombres efímeros por ende.
Aquí el indio sudamericano (lengua en Barbrooke Grubb, guaraní en Cardiel) se puede homologar a los taoístas chinos: maestros de la existencia efímera, por ende, infinita.
El día es para ellos la naturaleza arrojada al tiempo, no hay para estos hombres de espíritu yma araka’e (del ayer) teleología alguna que oprima su día a día pletórico de sentidos y necesidades.