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miércoles, noviembre 27, 2024

Un oficio superado y anacrónico

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Paranaländer derrama una lágrima schopenhaueriana-dostoievskiana-budista por los oficios sin futuro como las del taxista, buhonero, fotógrafo de escuelita de barrio…

 

Odio fotógrafos.

Oficios y tecnologías obsolescentes como la fotografía.

Lo opuesto a la eternidad de la poesía.

A ese fotógrafo en especial del barrio de infancia escolar que una tarde me soltó este exabrupto:

“¡para qué pio queres foto en color si no tenes ko ojos azules”!

Cateto a quien no repliqué la respuesta metafísica que ululaba en mi pecho de Ulalume:

“porque quiero verme realmente como soy, yo no me veo en blanco y negro cuando todos los días me miro al espejo”.

Espejo paulino, bloyiano, más fiel  que el cine o la fotografía.

El cine otro bluff, hoy superado por netflix.

¡Godard parió a netflix en 7 días de filmación-traición!

Y la couvade fue obra de …chantas como David Lynch.

Amamantar  el feto del cine kue: su engendro actual.

Hoy vemos en sombras (fotografía, cine, netflix), entonces veremos cara a cara (poesía).

Se me ocurre toda esta parrafada seudo sesuda sobre tecnologías en declive, en total delicuescencia, al ver todos los dias, cuando voy por mi hijo al colegio, a la señora que intenta colocar las fotos del primer día de clase, de San Juan, de día de la maestra, de la primavera, etc.,  a las madres y padres de los alumnos.

Está allí a la espera con su mesita de mercachiflera o buhonera tratando de adecuar un rostro con su  foto.

Hoy que todo el mundo puede en un tris sacar una foto o selfie con su smarxphone de última generación coreana o Silicon Valley.

Al mismo tiempo que me da pena esta escena patética, decadente, me da que pensar.

Alimenta mi alma y mi cerebro.

Soy testigo del fin de una era, por un lado.

Por otro, huyo y peleo por no identificarme con este personaje del fin, relegado indeclinablemente por el tiempo y la historia tempestuosa al rincón de los objetos inservibles.

Las vicisitudes y contingencias del tiempo giran y nos van dejando en la cuneta al dos por tres.

Un poeta no necesita ningún aparato para poetizar, puede cantar de última si carece de lápiz y papel.

Se siente indestructible e inexpugnable por el tiempo traidor.

Pero la piedad por criaturas despojadas de su vida a la intemperie me sacan de quicio.

El poeta es quizá en el fondo un artesano que fue despojado en illo tempore de su utensilio de labranza diaria.

Un superviviente a su utensilio originario.

Una criatura anacrónica.

Que solo es fiel a sí mismo.

No necesita la extensión de su brazo para ser.

O producir.

Lo mismo le pasará al taxista con la uberización acelerada de nuestra época.

Va mi elegía entonces -para terminar este llanto verbal- por los oficios que sucumben como imperios minúsculos bajo el filo de la guillotina o el plomo del fusil del tiempo .

 

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