Paranaländer lanza sin tapujos ni remilgos de ñembo chetito su trinidad dentro de la poesía erótica “apologética”, una apología de Acuña de Figueroa, un elogio de Eduardo Escobar y , como broche de oro, el impagable elogio de Baffo.
Dentro de la poesía erótica “apologética”, mis preferidas son “Apología del Carajo” (circa 1922), donde el poeta Acuña de Figueroa (por cierto autor de las letras del himno nacional paraguayo y uruguayo) se regodea maravillado en la enumeración de la nomenclatura casi infinita del órgano reproductor masculino (el carajo), y, en menor medida, de su contraparte femenina.
En el “Elogio del blue jeans” (1998), el poeta nadaísta Eduardo Escobar no tiene ninguna duda en cual sea el mejor invento del siglo XX: esos vaqueros que acompañan casi todo el año la vida de la juventud.
Un tercer ejemplo es “Elogio del culo de una joven”, obra del poeta veneciano Zorzi (Giorgio) Baffo 1694-1768 (“sublime genio, poeta del más lúbrico de los géneros pero grande y único”, lo califica en sus memorias Casanova). Escribe sonetos y madrigales en el dialecto veneciano mezclando humor y rigor literario. “Nombra sin molestar, describe sin inútiles sobreentendidos y nos convence así que nada en el cuerpo es sucio”, según dice Pascal Dibie, el prologuista de la edición francesa de “Obras eróticas” de 1994 reeditada en 2003.
También escribe graciosos coloquios en donde dialogan el culo, el coño, las tetas y el pene, donde los órganos reflexionan sobre su naturaleza.
Apollinaire es otro admirador. Hugo Pratt ha dibujado sus sonetos eróticos.
A continuación el elogio de Baffo en traducción de Carmen Leñero:
“Elogio del culo de una joven (Éloge du cul d’une jeune fille)
Hay gente que elogia el rostro de su amante, su boquita o el carmín de sus labios; que compara sus dientes con perlas y sus senos con manzanas.
Ciertamente no se puede permanecer insensible ante la vista de un pequeño pie.
Hay quien pone por el séptimo cielo unas cejas bien arqueadas; otro se enamora de una hermosa cabellera.
Este ama un aire desenvuelto; un ojo brillante encanta a aquél.
He escuchado cómo asocian la belleza con la dulzura de la sonrisa o en el hablar.
He conocido a quienes se embelesan frente a una mujer que acostumbra ver de soslayo.
Podemos comparar a la mujer con una mesa rebosante de delicados platillos, raros y codiciados. Todo plato resulta bueno, y sin embargo he visto a los que prueban uno solo y ya no tocan el resto.
En ti, Nenita, todo es bueno, todo es perfecto: ru coño, tu rostro, tus tetas, y todo lo demás que tienes; pero permíteme decir que de tus encantos, el más preciado es tu culo hermoso, que no tiene igual en el mundo.
Cuando un extranjero llega a esta ciudad, encuentra donde quiera que va nuevas bellezas: el lujo de los palacios le sorprende y fascina, una islilla sobre el agua trastorna sus sentidos; el puente de Rialto le hace arquear las cejas, no ve sino maravillas mientras hace el tour del Canal. Pero cuando la plaza grande se le muestra en toda su belleza, cae en éxtasis no habiendo contemplado nunca nada parecido.
Así sucede también contigo, mi Nenita. Amo tu mirada, tu sonrisa, tu rostro fresco, tu hablar dulce, todo brilla en tí; pero cuando veo tu culo, olvido lo demás y no puedo imaginar cosa mejor.
Le doy cien nombres, como grupa, trasero rozagante, gracioso girasol. Nido donde pollas canarios se acercan a poner…e invento las metáforas más bellas: caja de especies, tarro de mostaza, tabaquera para la nariz de coreanos, cesto de manzanas y frutillas, cucurucho de nueces, libro de dos pastas que ha de mantenerse siempre en mano; Tiberio, Marco Antonio, Tapeo, el famoso Coliseo, honor de mi Nenita. Petaca, asentadera, culotito, canal articular, y otras expresiones raras que me ha enseñado un doctor: mansión rica y redonda, que no tiene rival en tierra, mapamundi, señor mío, mi pequeña batea. Valiosa valija, que no se le confía a todo el mundo; maestro Fabián, jamones que no caen mal a nadie. Tiendita de salchichones, parrillada, asadura; bellos y graciosos glúteos, guitarra sonora. Partes posteriores, septentrionales, y un sinnúmero de nombres más que podrían llenar mi cuaderno.
Mundo de panales de miel, ruedo, vasija donde hacer nata, golosina reservada a los grandes señores.
Cuando encuentro una nueva expresión que pudiera aplicarse a tu culito, tal como carne mortificada, no quepo de alegría.
Le llamo el lugar reservado, la brújula, el astrolabio, el hoyo por donde gusta meterse el ratón.
Le nombro canal real, ruta del nuevo mundo, y tengo para eso una excelente razón: América es conocida por sus riquezas y por el oro que posee; aunque no hay tesoro, por grande que sea, que se compare a lo tuyo.
Cuando sales a pasear te sigo la pista, lo más cerca posible de tu amadísima grupa.
Parezco uno de esos perros temerosos que se pegan detrás de su amo, sin separarse un segundo.
Cuando hallo este órgano representado en algún cuadro, me detengo a mirar con placer. Sueño ahí con tu culito, Nena mía, comparando la ficción con la realidad.
Si quieres, mi Nenita, darme un placer enorme, la mejor manera será, mi bienamada, que finjas molestarte conmigo, darme la espalda y dejarme constantemente ante tu hueco de hierbas”.
fuente: Revista Biblioteca de México, n° 59-60, Moralistas y Libertinos, septiembre-diciembre 2000