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viernes, noviembre 22, 2024

El narciso de oro

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Paranaländer se da un baño de cuentos de mujeres hispanoamericanas en donde la uruguaya Armonía Somers sobresale por su visión alucinatoria de una noche de catástrofe y redención.

 

“Cuentistas Hispanoamericanas” (1996), antología a cargo de Gloria da Cunha-Giabbai y Anabella Acevedo-Leal, reúne 5 cuentos de Argentina (Silvina Ocampo, Liliana Hecker entre otras autoras), 3 de Bolivia, 5 de Chile (Isabel Allende, Pía Barros, etc.), 3 de Colombia, 5 de Costa Rica (uno de mis preferidos de la antología es el cuento “De su oscura familia” de Yolanda Oreamuno), 3 de Cuba, 5 de Ecuador, 2 de El Salvador, 5 de Guatemala, 3 de Honduras, 5 de México (Elena Garro, Rosario Castellanos, Inés Arredondo, etc.), 4 de Nicaragua, 5 de Panamá, 5 de Paraguay (cuentos de Teresa Lamas, Josefina Plá, Carugatti, Ferrer y Mendonca), 3 de Perú, 3 de Puerto Rico (sobresalen las obras de Rosario Ferré y Mayra Santos Febres), 3 de República Dominicana, 5 de Uruguay (mi cuento favorito de la colección está firmado por Armonía Somers) y 3 de Venezuela.

Entre los cuentos paraguayos que he leído está “La pierna de Severina” (1983) de Josefina Plá: cuento cruel e irónico en donde una joven llamada Severina, con una deficiencia en una pierna, sueña ser hija de María. En pos de su sueño imposible realiza un viaje donde sufre una violación que nos da la impresión de que la Virgen que presenta Plá es anti-lisiados.

El otro es “Vengadora”(1921) de Teresa Lamas. Es un episodio del tiempo de la Guerra Guasu. Trata de una madre y dos hijos, uno en filas del Mariscal y el otro legionario.

El cuento que sobresale por encima de todos es “El derrumbamiento” (1953) de la autora uruguaya Armonía Somers (1920-1994).

Es un cuento-ambiente donde ingresamos y solo podemos salir y deshacernos del estado perturbador que la sustenta en el punto final. Un cuento-alucinación.  Dos son los protagonistas, el negro y la vIrgen blanca. El negro nos enteremos que se llama Tristán porque así le nombra la Virgen cuando abandona el nicho y se materializa a sus pies.

He contabilizado las veces que Somers usa la expresión negro: 50.

Todo sucede en una noche lluviosa y “negra” en que un negro que se nos dice ha matado a alguien ese día y que pide ser alojado en un rancho en ruinas para pasar la noche en el piso pagando 2 pesos. Dentro de su estado alucinatorio ve que la virgen se ha descolgado del nicho y se le ha acercado besando sus manos asesinas y pidiendo que con caricias le despoje de la cera que cubre su cuerpo santo y virgen. “Alcanza con que el hombre sepa derretir a una virgen. Es la verdadera gloria de un hombre. Después, la penetre o no, ya no importa”.

El final ya se nos adelanta con el título.

Diría que Somers es un mix de Onetti con Faulkner.

Del cuento de “De su oscura familia” (1951) de la costarriqueña Yolanda Oreamuno (1916-1956) puedo entresacar un par de frases maravillosas. Es una escritora de frases (Barthes prefiere a los escritores de frases, de hecho, la literatura no es más que fraseología para el franchute) como Somers es una escritora de ambientes. Por ejemplo: “Su nacimiento no abrió en mayúscula ningún párrafo y su muerte no pondría punto final a nada. Era solo una coma, accidental, fortuita”.

“Él era fugaz, ella pétrea”.

 

 

 

 

 

 

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