Paranaländer considera, a pesar de su esencial intraducibilidad, la poesía de Leopardi como muy afín al espíritu pesimista que se asocia con los prístinos guaraní parlantes.
La melancolía, aburrimiento y pesimismo del poeta italiano Giacomo Leopardi (1798-1837) nos parecen adecuados para versionarlo al guarani, lengua surgida de una cultura, según los antropólogos, tanatofílica.
Probemos con un fragmento de ”El primer amor:
“Vuelve á mi mente el día que la batalla
de amor sentí por vez primera; y dije:
«¡Ay! si esto es el amor, ¿cómo es la pena?”.
Mborayhu ñepyru:
Ou chéve pe ára porãite
oñepyruro guare che py’a mbytetépe mborayhu resakã ha ha’e chupe:
Ndera, ko’ãramo ku mborayhu oje’potaitéva, ndahechaseveietéma upéramo vy’aỹ.
Leopardi, que “odiaba fieramente lo mediano en literatura (con lo cual no me odio á mí mismo, puesto que soy ínfimo)”, en vida fue atacado por varios frentes, uno de ello era «un periodicucho jesuíta de Nápoles (Ciencia y Fe) que vierte calumnias sobre Leopardi».
Leopardi el maniático: “Leopardi, como Ariosto, no podía tener las manos quietas; si no
leía o escribía, jugaba con una plegadera de hueso que llevaba siempre en el bolsillo, hasta fuera de casa. Toda bagatela que caía en sus manos la revolvía tanto, que la destrozaba pronto. Tenía la habilidad de hacer con las dos manos cierto juego, que decía familiar á los antiguos, produciendo una música con los chasquidos de los dedos”.
Leopardi el solitario: “Mamiani y Ranieri aseguran también «que llevó al sepulcro la flor de su virginidad».
“País de frailes” llama a la Italia que le tocó en suerte: su pueblo donde nació, Recanati.
Leopardi el independiente: Justifica su abandono el hogar paterno en estos términos:
“Odio la vil prudencia que nos hace incapaces de toda acción grande, asemejándonos a los animales que atienden tranquilamente á la conservación de esta infeliz vida sin otro pensamiento. Seré considerado como loco, pero sé que todos los hombres grandes han tenido este nombre. Como la carrera de casi todo hombre de genio ha comenzado con la desesperación, no me extraña que la mía comience así. Deseo mejor ser infeliz que ser pequeño…».
El poema “El Infinito”, prácticamente intraducible, dice así:
Siempre cara me fué la solitaria
colina, y esta selva que nos cierra
el último horizonte á la mirada.
Aquí en reposo miro, interminable
otro espacio surgir, y sobrehumano
silencio y profundísimo reposo
finge mi pensamiento, y casi tiembla
cobarde el corazón. Pero si el viento
oigo silbar en las vecinas frondas
aquel silencio y las presentes voces
voy comparando; y en lo eterno pienso,
en la muerta estación y en la presente
viva y violenta, de tal modo en esta
inmensidad se anega el pensamiento
y el naufragio me es dulce en este mar.
Los dos célebres últimos versos sonarían quizá así en guaraní-free-jopara:
“ko mba’e tuichaitereívape oñapymi pe ñemo’angue
ha pe ñapymi ko yguasúpe iporã cheve guarã”.