Paranaländer entrevista al escritor platense de sci-fi Martín Felipe Castagnet (1986), a quien la revista británica Granta (2021) considera como uno de los 25 mejores escritores jóvenes en español.
1.Eres de La Plata, de ella dos cosas me han llamado siempre la atención: que Le Corbusier dejó huella de su genio allí, y que toda la city (o el centro al menos), según leí en alguna parte, está arborizada con pindó, la palmera sacra de los guaraníes.
Como suele ocurrir, al final nunca fui a la casa de Le Corbusier; de hecho, durante años me la confundí con otra vivienda, hasta que vi una película que puso en evidencia lo equivocado que estaba. Las palmeras, en cambio, sí están al alcance de mi vista, y en la casa de mi abuela había dos soberbias palmeras en el patio delantero de la casa, que como estaba construido en alto las hacía todavía más altas de lo que ya eran. Mi abuela, que murió este año, era naturalista aficionada y sin duda debía saber qué clase de palmeras eran. Hace varios años las tiraron abajo, antes de que se cayeran solas y derribaran el techo del vecino.
2.De los 19 episodios de Black Mirror, si tuvieras que dar una suerte de quintaesencia o término medio, ¿cuál sería tu episodio (la mía es Clon (Be Right Back)?.
Mi novela “Los cuerpos del verano” salió casi al mismo tiempo que la primera temporada de Black Mirror, que por supuesto todavía no había llegado acá. Cuando salió “Be Right Back”, afortunadamente, mi libro ya se había publicado hacía uno o dos meses. Ese es el capítulo que más me representa, aunque otros elementos importantes de mi novela también aparecen en el famoso “San Junipero”. Fuera de mi obra, y en lo estrictamente personal, me hizo mucho daño el que se llama “Shut Up and Dance”.
3.Tu trabajo como traductor, ¿hay que verlo como parte de tu obra literaria, es decir, traducís lo que te proponen o lo que vos elegís?
La mayor parte de los libros que traduje (una decena de novelas) fue a pedido, aunque haya disfrutado hacerlo, incluso aquellas de ficción juvenil. Pero eso me permitió llegar con más oficio a los libros que yo quería traducir, como “Diecisiete sílabas” de la norteamericana-japonesa Hisaye Yamamoto. En el último tiempo no tuve tiempo como para pensar nuevas propuestas, pero sí me pude dar el lujo de aceptar solo lo que realmente me gustaba.
- He visto que tomas clases de arcilla, y en tu cuento NUESTRA CASA SIN VENTANAS el tema es la escultura: ¿te interesa el arte manual como un depósito o reserva “primitiva” que hay que salvar del cybermundo actual o venidero?
Me interesa todo lo que se resiste a entrar en internet. La escultura ya existe en la vida digital, como ocurre con el modelado en 3D, pero lo que queda afuera es la suciedad, la resistencia de la arcilla al hacer las incisiones, la temperatura del horno que es necesaria para acceder a un nuevo estadío, el tiempo de espera que es el corazón de la ciencia cerámica.
- ¿Qué posturas tomas frente a lo que Gabriel Markus ha calificado de nihilismo californiano (Silicon Valley): sos fan o francotirador ante su hegemonía?
Ni fan ni francotirador, me resulta alienígena. ¿Pero quiénes son los que viven en otro mundo, ellos o nosotros?
- De “La invención de Morel” a vos, ¿qué te parece ha cambiado en la literatura de sci-fi o tecno-fantástica?
Cuando me recibí de la escuela, me dieron un galardón especial al alumno con mayor cantidad de intereses (un premio inventado para la ocasión). El premio en sí fue un tomo de las obras escogidas de Bioy Casares. Ahí fue donde leí “La invención de Morel”, que mejora con cada relectura, que está pensado para ser leído únicamente por relectura (aunque solo sea la mental). No creo que haya cambiado mucho, porque una de las características más notables de la actualidad es la mezcla de géneros, y tanto a Bioy como a Borges les encantaba la impureza, las etiquetas débiles, la falta de respeto e incluso el engaño como estrategia de lectura.
- ¿Qué libros me recomiendas para leer dentro del género de sci-fi sudamericano o argentino de hoy día?
“La sombra de las ballenas” de Cynthia Matayoshi; “Nuestro mundo muerto” y “Ustedes brillan en lo oscuro” de Liliana Colanzi; “Las redes invisibles” de Sebastián Robles; “La comemadre”, “Informe sobre ectoplasma animal” y “La telepatía nacional” de Roque Larraquy; “Los días de la peste” y “La vía del futuro” de Edmundo Paz Soldán; cualquier libro de Marcelo Cohen, pero vamos con el último: “Llanto verde”.