Paranaländer se emociona al despedir el año junto a la compañía de Soloviev-Piui, dupla ruso-rumana maravillosa que busca desenmascarar al Anticristo oculto con su sonrisa neutra entre los pliegues de la realidad.
En la nochevieja vi “Malmkrog” (2020) del cineasta rumano Cristi Puiu. Tres horas y veinte minutos de banquete platónico. Maravilla de peli, desde ya la mejor obra, casi insuperable, de Piui, y, para mí, de lo que va de este siglo, top 1. Está basada en el libro “Los Tres Diálogos y el Relato del Anticristo” (1900) del escritor ruso Vladimir Soloviev.
Sobre Puiu podemos decir que estudió Estudió en la École Supérieure d’Arts Visuels de Ginebra (tituló su tesis «Notas sobre una poética del cine realista», y la concibió en diálogo con las “Notas sobre cinematografía” de Robert Bresson y “El pequeño órgano para teatro” de Bertold Brecht), y define al cine como “técnica para la investigación de la realidad”.
A Vladimir Sergeyevitch Soloviev (1853-1900), la antología lo define, además de filósofo religioso, de místico y poeta, como ¡humorista!
Soloviev influyó en los poetas simbolistas (sobre todo en su sobrino, Alexander Blok), Tolstoi (“La sonata a Kreutzer”), Pasternak (“Dr. Zhivago”) y Dostoievski (Aliosha Karamazov es un personaje basado directamente en su figura). Tradujo a Platón. Es considerado, solo por detrás de Pushkin, junto con Chejov, uno de los mejores escritores de cartas en lengua rusa.
De los tres poemas de la antología “Russian poetry under the tsars” (1971, traducción y notas de Burton Raffel, de extracción ucraniana), vamos a traducir al español, ayudado por google translate, “En los Alpes”, dejando para otra ocasión la versión guarani free-jopara de “I stumbled through morning mist” y de “World the was”.
En los Alpes
Un oleaje poderoso, un oleaje alegre
de pensamientos sin palabras y emociones sin nombre…
el malecón tambaleante de la esperanza y el deseo
se disuelve en una onda de luz.
Montañas azul oscuro, cerca,
mar azul oscuro, a lo lejos.
Alas del alma que se elevan sobre la tierra,
pero sin abandonarla.
En la orilla de la esperanza, en la orilla del deseo,
salpica una ola de color blanco perla
de un oleaje poderoso, un oleaje alegre
de pensamientos sin palabras y emociones sin nombre.