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sábado, noviembre 23, 2024

Gumersindo perfilado por Plá

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Paranaländer realiza un examen tabular-ñembo-antropofágico de un hermoso escrito de Josefina Plá evocando el único episodio de su vida con el poeta y músico guaireño Gumersindo Ayala Aquino.

 

Gumersindo Ayala Aquino (1910-1972), conocido como Ayalita en los medios folclóricos, ganó el concurso de poesía en guaraní en 1969 con el poema “Jheñoivo Tavaguasu” (Fundación de Asunción), organizado en conmemoración de los 432 años de la fecha de fundación de la capital paraguaya.

Tengo la segunda edición (versión al español de Nabel Felipe Estruc), al parecer de 1975, no fechada, con una suerte de prólogo de Josefina Plá, que merece un análisis y esta columna.

El prólogo de Plá, un escrito de apenas 4 páginas, titulado  “Guemersindo Ayala; un episodio”, es, sin embargo, apetitoso como un franchute para el caníbal de Joaquin Pedro de Andrade.

Mi lectura antropofágica o no quiere resaltar algunos elementos claves que subyacen en el texto de Plá: retrato idílico y patriarcal, patota, no había visto nunca a Ayala Aquino, el porqué de la frecuencia con que estos poetas vernáculos han sido devotos del licor (caña), bohemio encastillado en la dignidad de la pobreza.

El escrito de Plá es muy útil y valioso por varios motivos: autobiográficos (sabemos que circa 1950 daba clases Plá de arte escénico vespertinas en el Teatro Municipal de donde regresaba a su casa sobre EE.UU habitualmente caminando), históricos (Asunción aún conserva ese algo o no sé qué que ella define como  idílico y patriarcal), sociales (las patotas era una cosa entonces poco frecuente), socioculturales (la profesora española nunca conoció al bohemio Gumersindo por frecuentar círculos sociales casi contradictorios, la de la gran cultura urbana en español, ella, bares y restaurantes modestos guaranizantes, él), turísticos (por casi la misma época, 1948, tenemos pareja visión a la de Josefina Plá de un extranjero, Luis Alberto Sábchez, intelectual peruano de perfil cercano a la prologuista: describe a esa Asunción idílica que ya duerme a las 9 pm de la noche, compara las noches asuncenas calurosas con las noches de Quito, enfatiza que carece de vida nocturna, entiendo que se refiere a la carencia de los grandes teatros y óperas de la gran cultura de las grandes urbes, salvo “ciertos tugurios insalubres” -y el Club Olimpia, entonces con pista de baile y casino-, supongo son los bares que frecuentaba el músico y poeta vernáculo Gumesindo), ideológicos (vemos que Josefina Plá -al vislumbrar en las penumbras de la calle de una noche fría asuncena a Gumersindo envuelto en su capa homenaje a su compueblano gua’í Manú- ve en él al ¡Supremo!), éticos (se posiciona a lado del poeta borracho y bohemio antes que junto a la neo juventud patotera emergente en esos años 70 ‘s, aunque aparenta -a la vez- no comprender esa atracción autodestructiva al alcohol, la caña nativa, de parte de un solo gremio, los poetas vernáculos. No se si ahí se puede detectar cierto matiz de clase o desdén por lo popular, del cultivador del guaraní, pues sabemos que la bohemia de cualquier clase y lengua siempre ha buscado autodestruirse con todo tipo de  estimulantes y drogas. Ojo, no la acuso de nada, no estoy seguro aquí aunque perciba en ella cierta ambivalencia hacia lo concerniente al guaraní).

Es genial constatar que aún en 1950 Gumersindo seguía gastando ¡capa!

“Envuelto en su capa, desnuda la cabeza: la melena que me pareció -la luz no era muy buena aunque mi vista era mucho mejor que ahora- lacia y muy negra, dibujaba un perfil muy interesante: no precisamente bello, pero lleno de carácter: agudamente cincelado, irradiando un prestigio antiguo; prócer romántico descolgado de Dios sabe qué retrato añejo. Por un momento inclusive creí ver en ese perfil el redivivo del Supremo, tal como nos lo han dado algunos retratos. Caminaba a tranco lento, pero uniforme, de paseo, levantada la frente, el perfil hendiendo el aire como una proa; como si nada hubiese visto, como si nada oyera. No conocí a Ayala Aquino. Pero de pocos  desconocidos guardo un retrato instantáneo como el que guardo de él, bohemio pobre solo y erguido sobre el pedestal de su inconmovible orgullo”.

Solo  un pero puedo oponer a toda esta hermosa evocación de Plá sobre Gumersindo: ¿por qué no le pidió nunca -pasados 25 años de tal episodio- quizás a uno de sus alumnos de teatro un disco con letra de Gumersindo o tocando la guitarra y el arpa (fue fundador y director del Trío Guaireño que contó con nada menos con Luis Alberto del Paraná) o glosando a otros artistas en la Buenos Aires de los 30’s (fue parte de la Orquesta Ortiz Guerrero de Flores y del Conjunto Féliz Pérez Cardozo)? Codearse con Paraná, Flores y Mitä Guasu como currículum no estaba nada mal. Digo, era lo más fácil, pues leer sus poemas en guaraní (prologada por Bacon Duarte Prado o versionando a Omar Khayyam como negro literario de Alfredo L. Jaeggli padre) no se me ocurriría pedírselo a la señora Plá ni a mí.

 

 

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