James Bond es un héroe de los de antes, al que todo le sale bien, el que no duda, el que piensa más rápido, el más fachero. Por: Derian Passaglia.
Dr. No es el sexto libro de la saga de novelas de James Bond, el doble agente más cool del mundo. Empecé a leer la saga por este libro, y no por el primero de la serie, Casino Royale, por una confusión y por simple azar: Dr. No es en realidad la primera película estrenada en 1962, con Sean Connery en el papel del agente secreto 007. Los británicos saben de género, quizá sea lo único, lo mejor que saben hacer: policiales, distopías, fantasía, gótico. Si se quiere saber de género, si se quiere conocer el género, hay que leer a los británicos.
James Bond es un héroe de los de antes, al que todo le sale bien, el que no duda, el que piensa más rápido, el más fachero. Como en todo camino del héroe, en el medio podrá tener adversidades, obstáculos que le servirán para reafirmar su identidad heróica. Además, a diferencia de otros héroes policiales antiguos, de la novela clásica o negra, James Bond tiene mucho estilo, es pulcro, es inteligente, al final se queda con la chica y derrota al malo de turno. Para crear a su personaje Jack Reacher, un ex militar retirado que siempre anda en problemas y que renovó las formas del policial, Lee Child tuvo que haberse inspirado de alguna u otra forma en James Bond.
Hay otra diferencia con los viejos policiales: James Bond debe imponer el orden, debe luchar y hacer su trabajo en un mundo partido en dos después de la Segunda Guerra Mundial, en un clima de paranoia y plena locura en la Guerra Fría. Aparecen así excéntricos personajes como el Dr. No, que parece salido de un cómic: un chino con brazos metálicos que lleva adelante una fábrica de guano en una isla perdida de Jamaica. Tiene sus oficinas secretas dentro de la montaña, desde donde opera con sus guardaespaldas y trabajadores, y su objetivo principal es crear un poder paralelo al de los Estados y naciones con el fin, redundante, de acumular poder. “El poder es una ilusión”, le dice James Bond, al que había capturado.
El mejor personaje de la novela es este curioso Dr. No, que genera más gracia que miedo, y resulta de una imaginación irónica y llamativa, porque aunque Ian Fleming no se lo haya propuesto, renovó por medio de estos personajes las formas viejas y quisquillosas del género policial. Otra buena es el paisaje exótico donde pasan los hechos: una isla del Caribe de dudosas convenciones sociales y políticas que introducen al lector en un mundo desconocido y lejos de su rutina, como si James Bond perteneciera en realidad a un universo paralelo.