Paranaländer descubre en la flamante recopilación de cuentos de Murena que es un obsesivo de los cuentos de metamorfosis, tópico que lo hermana inmediatamente con Ovidio y Kafka.
No bien nomás he hojeado “La posición. Cuentos reunidos”(Fondo de Cultura Económica, colección Tierra Firme, 2022) de H.A.Murena -última publicación de una editorial (y un editor, Guillermo Piro) que ha confiado en el autor argentino desde “Visiones de Babel” (2002) y “El pecado original de América” (2006)- , digo, me he dado cuenta súbitamente que casi todos los cuentos eran cuentos de metamorfosis, lo cual lo encasillaba ipso facto junto Kafka y Ovidio, por tirar nombres.
Vayamos a las pruebas de mi tesis-axioma, en principio, inverosímil o francamente delirante.
El primer ejemplo, muy famoso, por pertenecer a un volumen muy citado y comentado, servirá de basa: “El gato (Incluido en “Antología de literatura fantástica” de Bioy, Borges y Silvina). Aquí se nos describe el proceso de gatificación del protagonista que termina convertido en el gato de su (ex) yiyi. O mejor, acaba vuelto gato hipnotizado por el dios degradado que es el gato de su ex novia.Tampoco podemos dejar de mencionar cierto aire tao o budista, o incluso, lisérgico, en la percepción del metamorfoseado (“Olores como grandes fantasmas”). El tema último sería la hipnosis, el poder de una criatura, animal o humana, sobre otro. Y el sub-tema del amor que se cuece en las brasas de la lucha de sexos.Yo puedo tener grandes orgasmos y orgásmicos banquetes filosóficos con mi yiyi, pero ella igual nunca cejará en prevalecer sobre mí, prima facie, el poderoso.
Saltemos a otro cuento maravilloso, quizás superior al anterior, por su perfección (se cuenta con las palabras justas y contadas) y fatalidad poética: “La última cena”. Este cuadro -que es el tesoro de un convento de Milán, se lamentaba no poder verlo el cineasta georgiano Marlen Kutsiev cuando visitó la ciudad- es el mayor enigma del mago renacentista Leonardo da Vinci que escribía de derecha a izquierda para sortear a los espías y plagiarios. El cuento se interna en su largo proceso (15 años quizás) de gestación mal usando datos de Vasari y Pacioli. Logró pintar a su Cristo, cuyo modelo fue un joven leñador de rostro espiritual, pero la tardanza en finiquitar la obra fue culpa de Judas Iscariote, cómo no. No había modelo vivo que cumpliera con los requisitos del maestro. Hasta que en una taberna de los suburbios vio emerger los rasgos crueles que buscaba hace años: era el mismo antaño leñador vuelto, metamorfoseado, ahora en criminal y ladrón. Este cuento esconde toda una teoría de la representación mimética, diría escéptica o acaso ilusionista.
Podríamos seguir así hasta agotar las 200 páginas con que cuenta el libro, pero el placer de leer justamente es lo opuesto a la velocidad en acabar, la famosa eyaculación precoz baudrillardiana, leer es querer demorarse en el objeto de delectación y devoción amorosa, una adoratio silenciosa a veces, otras estruendosa y chillona, una retención del semen tántrica podría servir de metáfora del lector, no matar nunca el ritual y la fiebre. Entonces, apenas un par de ejemplos más antes de concluir positivamente de demostrar la tesis lanzada al inicio de esta columna.
“La evolución del trabajo” es la metamorfosis del trabajador en máquina pequeña y grotesca, casi inútil y meramente decorativa.
“Ama y haz lo que quieras” es una metamorfosis clásica, el marido vuelto perrito en aras de la galvanización del espíritu de la esposa depresiva.
“El dios”, la metamorfosis del marido cornudo en dios de la venganza.
“La conversión de Asoka” es una vuelta de tuerca más. Es la metamorfosis de un guerrero cruel y sádico, Asoka, en devoto budista propulsor de la paz mundial. El bucle se halla en la protagonista femenina, una prostituta dueño del Poder de la Verdad con que puede domeñar la furia acrecida del Ganges.
“Poesía y verdad” es más ramplón, chauceriano. Un joven se convierte en esposo, padre y hermano de una mujer.
“T.R” es un cuento donde un profesor judió se convierte en su devenir de víctima de los fascismos europeo-sudamericanos en nadie, alguien que nunca ha existido.
“Demonios” es la metamorfosis de Dostoievski en dios a través de su personaje Kirilov de “Los demonios”, que se suicida para ser dios, pues la historia universal solo consiste en la invención de dios por parte del hombre para no suicidarse.
Agreguemos que también el cuento futbolero donde se lincha a un árbitro porta las señales de la metamorfosis al llevar a una suerte de crucifixión al juez del campo de juego.
Y, para cerrar con todo la argumentación, el propio cuento epónimo, “La posición”, variación o boceto breve y en lenguaje careta de esa monstruosidad de la literatura de vanguardia, la novela póstuma “Folisofía” (1976), es puro salto de metamorfosis en metamorfosis, el protagonista se torna monópedo y cíclope y poeta y folísofo entre otros cambios sufridos durante su narración que se afana en la parodia del hombre futuro promocionado a tambor batiente en esos años alucinados de los 60’s y 70’s del siglo pasado.