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lunes, noviembre 25, 2024

Armando Uribe, el poeta chileno de la muerte

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La poesía de Uribe es ligera e irónica, con apenas puntuación, como si fueran ocurrencias que anota al pasar en un papelito y convierte en poema. Por: Derian Passaglia.


Los poetas necesariamente nacen en Chile. Nadie sabe por qué, si se debe a razones climáticas, políticas, geográficas o fruto de un azar poco azaroso, pero los mejores poetas de Latinoamérica, y el mundo, son chilenos. ¿Para qué andar tirando nombres, no? Pero ya que estamos mencionemos a algunos: Pablo Neruda, claro, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Nicanor Parra, Raúl Zurita, Enrique Lihn, y etcétera, etcétera. Son poetas que fundan su propio estilo y que sorprenden por la diversidad y la capacidad expresiva única, algo que es raro de encontrar en la poesía de otras partes del mundo.

Pero del poeta chileno que quiero hablar es Armando Uribe. Vivió bastante, y muy a su pesar: nació en 1933 y murió en 2020. Además de poeta, era diplomático y abogado, experto en derecho minero chileno y pertenecía a la “generación del 50”. Fue profesor titular de La Sorbonne y Premio Nacional de Literatura de su país en 2004. Como se ve, Armando Uribe era un señor con todas las letras, lo que parecería en un primer momento como algo alejado de la poesía, pero no si se tiene en cuenta que tiempo atrás (un siglo, quizá) muchos de los escritores ocupaban puestos estatales o eran altos dirigentes políticos.

El libro de poesía Odio lo que odio, rabio como rabio, así como otros libros suyos, se pueden leer online y descargar gratis acá. Hay libros inconseguibles o joyas ocultas como el ensayo Pound, El fantasma de la sinrazón & El secreto de la poesía, El engañoso laúd, El accidente Pinochet o El libro negro de la intervención norteamericana en Chile. Sus ensayos son totalmente políticos, combativos, míticos, mientras que su poesía parecería dejar de lado la política para centrarse en el tema que lo obsesiona: la muerte.

La poesía de Uribe es ligera e irónica, con apenas puntuación, como si fueran ocurrencias que anota al pasar en un papelito y convierte en poema. Esa liviandad le saca peso a la muerte, hasta el punto en que ya pareciera reírse de ella: “Cuerpo, te pido por favor / sepárate del alma, o sea muérete / sea un masivo ataque al corazón / o sea lo que sea pero adrede.” El yo poético de Uribe, como Hamlet, se confronta en cada verso, en cada poema, con su propia calavera, hasta el punto en que ese cuestionamiento se vuelve metafísico. Así, se ríe de la muerte pero también reflexiona sobre ella, como si lo único que deseara en el mundo fuera descansar en paz de una vez por todas.

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